Las palabras también se banalizan en la velocidad con la que consumimos la información y lo que no es información. Aunque lo parece. "Libertad" se confunde con la egolatría del hago lo que me da la gana. Sálvese quien pueda. "Verdad" se tuerce en un posesivo en primera persona del singular. Es "mi verdad", ya es el comodín para legitimar cualquier mentira. Incluso "Activismo" se utiliza como descrédito, antes nos llevaba al color de los apasionados que pretendían cambiar el mundo. ¿Cuáles son las siguientes palabras profundas por desvirtuar? Algunos quieren que "Igualdad" mute en "homogeneidad", que "Concordia" sea algo así como esconder al discrepante debajo de alfombras y que "Periodismo" quede reducido a "persuasión". Qué peligroso.

Sin embargo, el buen artículo periodístico no busca convencer, intenta aprender. ¿Cómo hacerlo en tiempos en los que la información compite con un apresurado torrente de impactos audiovisuales desde las redes sociales? Ya lo dice Iñaki Gabilondo: "en una inundación lo primero que escasea es agua potable". Es lo que sucede en el desbordado caudal digital. El problema es que el trajín de la viralidad se ha convertido en una de las principales materias primas de los medios de comunicación. Es barato, rápido y efectista. Pero la vida no se puede contar sólamente detrás de una pantalla. Menos aún a golpe de tuits. O xuits. O como se llamen ahora. El periodismo es pisar el terreno, respirar el ambiente y escuchar mirando a los ojos. El periodismo es la entrevista in situ, que desmonta la investigación previa y los titulares que se llevaban pensados desde la redacción.

Gana el trazo grueso en la inmediatez que se nos demanda todo el rato. Lo que impacta arrasa con lo que aporta. Lo primero es fácil de ver a golpe de vista, lo segundo requiere mayor comprensión. En el ejercicio del periodismo es crucial escabullirse del estado de emergencia constante, que nos aturulla. No todo puede ser el impacto, la anécdota y el slogan que va directo a la emoción vehemente del momento y termina siendo una peliaguda bacteria social. El espectador se convierte en menos crítico, en más manipulable. El periodista, también.

Para enriquecer ese espíritu crítico social, la información debería elaborarse pensando en un ciudadano, no reducirlo a un mero consumidor. Las tutelas nunca son buenas aliadas. La condescendencia marca el límite entre un buen o mal trabajo.

Al final, el periodismo es encontrar la historia sin que te lleve la corriente. Difícil tarea en la época de un efecto dominó de imágenes que van mucho más rápido que las ideas. La actualidad a la que asistimos en tan trepidante como fugaz directo sólo se puede digerir echando el freno para pensar, dudar e intentar comprender junto al lector. En la edad de oro de la obviedad con muchos 'likes', hay que fijarse más en los rincones que en las avenidas. Hay que acudir a los expertos, con la formación y experiencia necesaria, y descartar los curiosos que no aportan nada, como mucho la sensiblera frase hecha: "Parecía una pareja normal".

Contra los manoseados bulos de los que tanto se debate y que siempre sentimos que son culpa de los demás, aunque todos y cada uno de nosotros alguna vez hayamos sido altavoz, el camino del periodismo está en la antocrítica que no permita trivializar las palabras esenciales. El periodismo es libertad, verdad, activismo, igualdad y concordia. Las cinco palabras son representantes de la sociedad de la convivencia justa. La objetividad no existe, pero sí la honestidad que intenta entender hasta lo que no entiende. Sabiendo que en la vida siempre habrá cabos sueltos, siempre habrá más preguntas que respuestas. Sobran discursos, pero no las reflexiones. Ni las dudas, ni las preguntas.

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Cómo mejorar el periodismo: el peligro de las palabras devaluadas

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07.05.2024

Las palabras también se banalizan en la velocidad con la que consumimos la información y lo que no es información. Aunque lo parece. "Libertad" se confunde con la egolatría del hago lo que me da la gana. Sálvese quien pueda. "Verdad" se tuerce en un posesivo en primera persona del singular. Es "mi verdad", ya es el comodín para legitimar cualquier mentira. Incluso "Activismo" se utiliza como descrédito, antes nos llevaba al color de los apasionados que pretendían cambiar el mundo. ¿Cuáles son las siguientes palabras profundas por desvirtuar? Algunos quieren que "Igualdad" mute en "homogeneidad", que "Concordia" sea algo así como esconder al discrepante debajo de alfombras y que "Periodismo" quede reducido a "persuasión". Qué peligroso.

Sin embargo, el buen artículo periodístico no busca convencer, intenta aprender. ¿Cómo hacerlo en tiempos en los que la información compite con un........

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