Siempre estuvo ligada a las letras, en su sangre, la dinastía de todo el talento recopilado de sus antepasados. Acompañada por una pluma delicada y su alma sensible tejió versos que se convirtieron en susurros de amor y melancolía, capaz de despertar las emociones de cada uno de los corazones que sus letras habían acariciado.

Dulce María Loynaz Muñoz nació en La Habana, el10 de diciembre de 1902, hija de Enrique Loynaz del Castillo, general del Ejército Libertador y escritor del Himno Invasor, y su madre era una mujer aficionada al canto, la pintura y el piano, combinación que despertó en Dulce un amor desmedido por la poesía.

Loynaz comenzó a escribir desde una edad temprana, mostrando un talento innato para la poesía, que le permitió publicar a lo largo de su carrera numerosos poemarios que exploraban temas como el amor, la soledad, la nostalgia y la belleza de la naturaleza.

Su estilo poético se caracteriza por una prosa lírica y emotiva, que ha sido comparada con la de grandes poetas como Gabriela Mistral y Alfonsina Storni.

En 1919 aparecen publicados en el periódico cubano La Nación, sus dos primeros poemas: Invierno de almas y Vesperal. A los 24 años de edad, en 1927, se doctoró en Derecho Civil en la Universidad de La Habana y aunque esta profesión no era completamente de su agrado, la ejerció hasta 1961, siempre en asuntos de tipo familiar.

Para la década de los 30, época en la que su casa se convierte en centro de la vida cultural, en la que acoge en las llamadas “juevinas” a gran parte de la intelectualidad del momento, tanto la que residía de forma permanente como la de tránsito por la isla, entre ellos Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas, Rafael Marquina, Carmen Conde, entre otros intelectuales y artistas.

En 1937 publica Canto a la mujer estéril, poema que explora los sentimientos y las experiencias de las mujeres que no pueden concebir hijos y que, alude a la reflexión sobre el dolor, la soledad, la esperanza y la resignación que pueden experimentar las féminas imposibilitadas por circunstancias biológicas.

Además de su labor como poeta, Loynaz también incursionó en la narrativa, publicando varias novelas y cuentos que reflejaban su profunda sensibilidad y su aguda observación de la realidad. Su obra más conocida, Jardín, es considerada una joya de la literatura cubana y ha sido traducida a varios idiomas.

A lo largo de su vida, Loynaz recibió numerosos reconocimientos por su trabajo literario, incluyendo el Premio Cervantes en 1992, el máximo galardón de las letras en lengua española. Sin embargo, a pesar de su éxito y reconocimiento internacional, Loynaz siempre mantuvo una actitud humilde y sencilla, dedicando su vida a la escritura y al cultivo de su jardín, que tanto amaba.

Dulce María Loynaz falleció el 27 de abril de 1997 y dejó un legado literario considerado un tesoro invaluable, que ha inspirado a generaciones de lectores y escritores en la búsqueda y exploración de los misterios del alma. Su poesía, llena de belleza y emoción, resuena en el corazón de quienes tienen el privilegio de descubrir la magia que ocultan sus palabras.

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Una cubana que conquistó corazones con sus versos

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27.04.2024

Siempre estuvo ligada a las letras, en su sangre, la dinastía de todo el talento recopilado de sus antepasados. Acompañada por una pluma delicada y su alma sensible tejió versos que se convirtieron en susurros de amor y melancolía, capaz de despertar las emociones de cada uno de los corazones que sus letras habían acariciado.

Dulce María Loynaz Muñoz nació en La Habana, el10 de diciembre de 1902, hija de Enrique Loynaz del Castillo, general del Ejército Libertador y escritor del Himno Invasor, y su madre era una mujer aficionada al canto, la pintura y el piano, combinación que despertó en Dulce un amor desmedido por la poesía.

Loynaz comenzó a escribir desde una edad temprana, mostrando un talento innato para la poesía, que le permitió publicar a lo largo de su carrera........

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