LA HABANA, Cuba.- Pasaron los cinco días que el presidente español Pedro Sánchez pidió para reflexionar si dimitía o no, y finalmente no renunció. Fue a ver al rey Felipe para comunicarle que, pensándolo bien, había decidido seguir en el cargo. Y no se cansa de repetir, en pose mesiánica, que “viene con más fuerza”, a adecentar la política y salvar de la ultraderecha a la democracia española.

Daría risa la sarta de ridiculeces en que ha incurrido Pedro Sánchez en estos días. Primero fue su carta de amantísimo esposo dolido por la afrenta a su cónyuge Begoña Gómez, en la que se le fue la mano en el melodrama (solo faltó un bolero), a tal punto que le aguó los ojos al mismísimo Almodóvar. Luego fue su emoción al constatar la devoción que sienten por él los miles de vocingleros zurdópatas que se congregaron en Ferraz al llamado del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Y ahora, para rematar la jugada, con nada resuelto, el papelazo de volver al punto de partida, en la Moncloa, pero anunciando un punto y aparte.

Carta a la ciudadanía. pic.twitter.com/c2nFxTXQTK

Si uno no se ríe es porque no puede evitar comparar el amago de dimisión de Sánchez y la renuncia de Fidel Castro al cargo de primer ministro, en julio de 1959, para tirar las turbas a la calle y forzar la renuncia del presidente Manuel Urrutia, en lo que se pudiera considerar el primer golpe de estado televisado de la historia.

¡Cuánto ha aprendido Pedro Sánchez del marrullerismo populista latinoamericano! ¿Quién hubiese imaginado que le iba a sacar más provecho a las experiencias de Perón, Fidel Castro, Hugo Chávez y Nicolás Maduro que a las enseñanzas de su padrino José Luis Rodríguez Zapatero!

Si hasta del atorrante Evo Morales ha aprendido que con tantas movilizaciones como van a ser convocadas por la izquierda no falta mucho para que veamos turbas de piqueteros y bloqueos de carreteras por toda España.

Ya se presienten las parrafadas que vendrán luego de ese punto y aparte anunciado por Sánchez. Por lo pronto, ya la emprendió contra los medios digitales –los pseudomedios, como los llama— que osen meterse con la izquierda. Si quieren difamar, desenfrenarse y ponerse tóxicos, que se concentren en los personajes de Vox y el Partido Popular (PP) y hasta de la familia real. ¡A Begoña que la dejen tranquila! ¡Mira que atreverse a investigarla por corrupción!

Luego irá Pedro Sánchez, siempre por encima de la ley, contra la prensa, los jueces, la institucionalidad, la iglesia y todo lo que considere que le hace el juego a la extrema derecha. Porque para Sánchez y sus acólitos no hay derecha que no sea ultra, o mejor aún, franquista, o fascista, que ellos le endilgan el cartelito y la esvástica a todo el que no comulgue con su catecismo.

Y así el PSOE, convertido en partido único o casi, se irá alejando cada vez más de la socialdemocracia al modo europeo, y España se irá asemejando más a una república bananera en camino hacia el socialismo del siglo XXI. ¡Va y hasta la invitan a unirse a la Alianza Bolivariana (ALBA)!

¿De veras alguien creyó que Pedro Sánchez, por amor a Begoña, iba a dimitir? ¿Con todas las maromas que tuvo que hacer para conseguir la presidencia? ¿Con todos los sapos que tuvo que tragar en esa alianza con Podemos, la izquierda más recalcitrante, los separatistas vascos y catalanes, Puigdemont y demás prófugos de la justicia a quien ofreció amnistiar?

El culebrón de Pedro Sánchez no ha terminado: ahora es que se complica la trama. Y no por ridículo que sea su argumento deja de ser muy peligroso este novelón.

Tanta polarización amenaza retrotraer a España al año 1936. O peor aún: con tantos separatismos consentidos, a la probabilidad de que España vuelva a ser solamente Castilla y Aragón, como en la época de Isabel y Fernando, los Reyes Católicos. O que se convierta de nuevo en Al Andalus, si luego del romance con Hamas, le da a los rojos españoles por enamorarse del Estado Islámico.

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El culebrón de Pedro Sánchez no termina

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01.05.2024

LA HABANA, Cuba.- Pasaron los cinco días que el presidente español Pedro Sánchez pidió para reflexionar si dimitía o no, y finalmente no renunció. Fue a ver al rey Felipe para comunicarle que, pensándolo bien, había decidido seguir en el cargo. Y no se cansa de repetir, en pose mesiánica, que “viene con más fuerza”, a adecentar la política y salvar de la ultraderecha a la democracia española.

Daría risa la sarta de ridiculeces en que ha incurrido Pedro Sánchez en estos días. Primero fue su carta de amantísimo esposo dolido por la afrenta a su cónyuge Begoña Gómez, en la que se le fue la mano en el melodrama (solo faltó un bolero), a tal punto que le aguó los ojos al mismísimo Almodóvar. Luego fue su emoción al constatar la devoción que sienten por él los miles de vocingleros zurdópatas que se congregaron en Ferraz al llamado del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Y ahora, para rematar la jugada, con nada resuelto, el papelazo de volver al punto de partida, en la Moncloa, pero anunciando un punto y aparte.

Carta a la........

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