Que una parte de la sierra que rodea San Rafael, tierra alta segoviana, se llame Aguas vertientes, no es casualidad. En el libro de Javier Sanz, ‘Descubriendo nuestras fuentes’, se contabilizan en el municipio de El Espinar y sus aledaños más de ciento ochenta fuentes. ¡Ahí es nada!

Hace unos años, hice un ejercicio para averiguar el caudal de una de las fuentes más generosas de nuestro término municipal; la de la Virgen de las Nieves en La Forestal. En pleno estío calculé un caudal de veinticinco litros por minuto, es decir, treinta y seis metros cúbicos diarios. Una cantidad que da pábulo al nombre de la sierra y que probablemente sea la causa de la generosidad de unos pinares de los que los serranos nos sentimos tan orgullosos. Pinos, aire y agua. Y todo a pesar de que Rodríguez-Arce en 1915 pensaba que el agua espinariega y en concreto la de sus fuentes, siendo riquísima —decía— era casi destilada y por ello perturbaba las digestiones al afectar a la mucosa gástrica. ¡Dicho queda!

A pesar de toda esta riqueza natural, el encauzamiento del agua y sus infraestructuras hidráulicas no siempre fueron sencillas. El 31 de julio de 1912, el Ministerio de Fomento a través del Gobierno Civil de Segovia concedió a Clara Lengo y Gargollo —la que después sería duquesa de Bivona— una concesión de aguas para dar servicio a su hotel; La Choza. Por cierto, en este hotel, también residió con posterioridad Miguel Primo de Rivera que además pidió personalmente el permiso para su acometida particular de aguas. ¡A ver quién era el guapo que se lo denegaba! A esta concesión —la de Clara Lengo— de la que aún quedan restos de su infraestructura en la carretera forestal, se la conoció como ‘Agua de Clarita’. También Alejandro Lerroux tuvo una concesión para su hotel, El Rosario, y para no ser menos a aquella traída a la zona de Gudillos se la conoció como ‘Agua de Lerroux’. ¡Faltaría más!

A principios del siglo XX, Carlos Mendoza, un ingeniero enamorado de nuestra sierra —hasta la fecha de su muerte le pedía a su chófer que le subiera al Alto del León para ver las puestas de sol castellanas— observando la falta de agua corriente, se propuso prestar un servicio a la colonia y así, redactó gratuitamente un proyecto para la llegada generalizada de aguas a San Rafael. En agradecimiento el ayuntamiento de El Espinar puso su nombre a una calle que hoy, popularmente se conoce como calle de las piscinas. Supongo que la simplificación de las cosas ayuda a su identificación. Muy humano. Hasta entonces, la colonia de San Rafael se nutría, bien de las citadas concesiones, bien de generosos pozos que sostenían la economía primaria y de servicios o bien de depósitos aéreos que por gravedad y a modo de reservorio, surtían de agua a los grandes hoteles, normalmente propiedad de las familias capitalinas más acomodadas. No es raro encontrar añosas fotografías y sentimentales postales en blanco y negro que retratan grandes casas señoriales rodeadas de depósitos de agua elevados que, a los ojos de la época y para su estándar de calidad, aportaban bienestar, aires de modernidad y salubridad a sus ilustres moradores. Sin embargo, hoy los depósitos aéreos de agua han desaparecido del perfil urbano de San Rafael con una notable excepción. Y es que oculto entre la fronda de los jardines de Villa Mercedes se enconde el que probablemente sea el último testigo de aquella época y de sus acometidas de agua. Una estructura enorme, metálica, que soporta a sus espaldas un formidable tanque de agua, como un Atlas de otra época que resiste estoico el paso del tiempo, protegido, únicamente, por el buen criterio y amparo de sus propietarios. Bien, porque, aunque no está en servicio, solamente su recóndita presencia constituye el mejor testimonio de aquella desvanecida pequeña Suiza segoviana vinculada al monte, al aire puro y al agua como símbolos de salud.

Somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos ¡toma obviedad! Pero a veces lo axiomático es lo que peor se entiende a pesar de que los nombres anuncien realidades. Aguas vertientes, por algo será.

QOSHE - Aguas vertientes - Luis López
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Aguas vertientes

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08.05.2024

Que una parte de la sierra que rodea San Rafael, tierra alta segoviana, se llame Aguas vertientes, no es casualidad. En el libro de Javier Sanz, ‘Descubriendo nuestras fuentes’, se contabilizan en el municipio de El Espinar y sus aledaños más de ciento ochenta fuentes. ¡Ahí es nada!

Hace unos años, hice un ejercicio para averiguar el caudal de una de las fuentes más generosas de nuestro término municipal; la de la Virgen de las Nieves en La Forestal. En pleno estío calculé un caudal de veinticinco litros por minuto, es decir, treinta y seis metros cúbicos diarios. Una cantidad que da pábulo al nombre de la sierra y que probablemente sea la causa de la generosidad de unos pinares de los que los serranos nos sentimos tan orgullosos. Pinos, aire y agua. Y todo a pesar de que Rodríguez-Arce en 1915 pensaba que el agua espinariega y en concreto la de sus fuentes, siendo riquísima —decía— era casi destilada y por ello perturbaba las digestiones al afectar a la mucosa gástrica. ¡Dicho queda!

A pesar de........

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