La obsesión por la reelección presidencial parece que forma parte del ADN de la mayoría de los gobernantes latinoamericanos, especialmente de los representantes del socialismo del siglo XXI. Ni bien han trepado al poder, salvo “Pepe” Mujica del Uruguay, han buscado la forma de perpetuarse en el gobierno, cambiando las reglas democráticas que le permitieron llegar al poder. Y todo con el supremo objetivo de obtener el poder, pero no cualquier tipo de poder, sino el poder total y absoluto, al estilo del que detentan y practican sus mentores de Cuba y Venezuela.

Víctor Paz Estenssoro fue presidente cuatro veces, y Evo Morales Ayma tres y estuvo a un paso de perpetuarse en el poder. El tribunal constitucional plurinacional le dio luz verde y se encargó de legalizar y constitucionalizar la continuidad de este gobierno (SCP 0003/2013 de fecha 25 de abril). El tribunal sostuvo que la Asamblea Constituyente, cuyo proceso fue iniciado el 2006, tuvo un carácter originario, y el nuevo orden constitucional era diferente al pre-existente porque implicaba una nueva era jurídico-política basada en la refundación del Estado.

Contra todo pronóstico y esencia del constitucionalismo moderno que busca caracterizarse por la limitación del poder, el tribunal concluía que el cómputo del plazo para el ejercicio de funciones tanto del presidente como del vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia era desde el momento en que el constituyente refundó el Estado y creó un nuevo orden jurídico-político (Constitución de 2009). Con esta singular jurisprudencia, el TCP echaba por la borda varios principios jurídico-políticos, que deben prevalecer en todo Estado Constitucional de Derecho.

En esta línea, la Carta Democrática Interamericana, en su artículo 3, establece que “son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos.

La clásica separación e independencia de poderes, elecciones periódicas, libres, competitivas, etc. resultan casi imposible si se permite la reelección de las principales autoridades nacionales. La vulneración de estos principios tiene un efecto dominó en todo el sistema, pues impide la alternancia democrática en el ejercicio del gobierno y, con ello, promueve la concentración o apropiación del gobierno en el transcurso del tiempo por una sola persona o agrupación de esta o partido político.

La reelección presidencial genera el caudillismo, uno de los mayúsculos problemas políticos de Bolivia y los países de nuestro entorno. En realidad, todo gobernante que se prolonga en el tiempo termina ―aunque lo niegue―, convertido en un verdadero caudillo, que se obsesiona con el poder y literalmente pierde el rumbo del país y la historia. ¿Qué se puede esperar de un hombre “endiosado” a quien le hacen creer continuamente que él es todo y los otros no son nada? ¿Qué se puede esperar del gobierno que no respeta la sabia teoría de la separación de poderes, ni admite transparentar la administración del Estado, menos algún tipo de control real?

El caudillismo se encarga de generar, igualmente, las condiciones para que se generalice la corrupción administrativa y política. Ésta siempre florecerá en la oscuridad del totalitarismo, del autoritarismo y de las dictaduras, regímenes que limitan el poder a unos pocos sin tener que rendir cuentas al pueblo. La corrupción estructural, además, está conectada a la violación sistemática de los derechos humanos, la judicialización de la política y las limitaciones de las libertades públicas.

La relección presidencial, la angurria por concentrar el poder, la opaca y pésima administración del Estado, la impunidad y el pernicioso caudillismo, sin ser las únicas, figuran como las principales causas de la corrupción, el atraso y las grandes miserias. La reelección presidencial ha cumplido su ciclo en Bolivia, y debe eliminarse porque lejos de garantizar los principios básicos del Estado Constitucional de Derecho, se ha convertido en un obstáculo para la gobernabilidad y estabilidad del Estado y la sociedad.

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La reelección presidencial

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12.05.2024

La obsesión por la reelección presidencial parece que forma parte del ADN de la mayoría de los gobernantes latinoamericanos, especialmente de los representantes del socialismo del siglo XXI. Ni bien han trepado al poder, salvo “Pepe” Mujica del Uruguay, han buscado la forma de perpetuarse en el gobierno, cambiando las reglas democráticas que le permitieron llegar al poder. Y todo con el supremo objetivo de obtener el poder, pero no cualquier tipo de poder, sino el poder total y absoluto, al estilo del que detentan y practican sus mentores de Cuba y Venezuela.

Víctor Paz Estenssoro fue presidente cuatro veces, y Evo Morales Ayma tres y estuvo a un paso de perpetuarse en el poder. El tribunal constitucional plurinacional le dio luz verde y se encargó de legalizar y constitucionalizar la continuidad de este gobierno (SCP 0003/2013 de fecha 25 de abril). El tribunal sostuvo que la Asamblea Constituyente, cuyo proceso fue iniciado el 2006, tuvo un carácter originario, y el nuevo orden constitucional era diferente al pre-existente porque implicaba una nueva era jurídico-política basada en la........

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