Uno de los tantos y tristemente célebres presidentes de YPFB, la petrolera estatal boliviana, decía que contratar una compañía transnacional para que explote el gas boliviano, era como emplear una persona para que limpie una casa. “Si no barre bien, se la cambia”, dijo textualmente, cuando alguien le advirtió que con esas empresas no se puede jugar, porque son muy poderosas, mucho más que la gran mayoría de los estados que nadan en petróleo.

Si no fueran poderosas no habría cómo desarrollar una industria tan riesgosa, con apenas un 20 por ciento de éxito en la exploración de nuevos yacimientos, que a veces pueden demandar decenas de millones de dólares antes de ver una gota del “oro negro”.

Si no fueran tan grandes y con abundante capital no podrían sortear todas las vicisitudes que enfrenta esta actividad, que actúa en medio de guerras, terrorismo y, por supuesto, que tiene que lidiar con dictadores y gobiernos populistas, caprichosos, como el boliviano, que de buenas a primera intervino torpemente en la industria gasífera, destruyó mercados que había costado décadas conseguir y causó enormes pérdidas a empresas que habían apostado a largo plazo por el desarrollo del gas boliviano. Todo de un plumazo y por motivaciones políticas, según lo reconoció el propio Evo Morales.

Si no tuvieran tanta plata, las petroleras no tendrían cómo sacarle provecho a un recurso muy difícil, pero también muy rentable, especialmente para los regímenes dictatoriales que no hacen más que apropiarse de las rentas del petróleo, de los minerales y otros rubros extractivos que hacen ricos a los gobiernos y pobres a los pueblos.

Fue tan torpe el manejo que hizo el cocalero, que ni siquiera pensó en su propia supervivencia como dirigente, pese a que hablaba de quedarse para siempre en el poder. No evaluó el impacto sobre su proyecto político y su modelo económico. Le metió nomás y ahora está pagando las consecuencias.

Luis Arce ha comenzado a darse cuenta (no mucho, no se entusiasmen tanto), que su modelo, sus prácticas y los caprichos del socialismos nos están llevando a la ruina y especialmente a él, que es lo que más le importa. Ya reconoció que no hay gas y que por ende no hay plata y que sin “papilla pa" los pollos” el amor de la gente se acaba.

Por eso es que anda en coqueteos con la petrolera brasileña Petrobras, la única que podría aceptar volver a Bolivia, pues además de que Brasil es una esponja insaciable de energía, geopolíticamente tiene una visión muy clara. El país vecino siempre ha considerado que el gas boliviano le pertenece y que lo tendrá tarde o temprano. Pero ni siquiera ese factor podría obligar a la compañía a volver si es que antes no hay un cambio sustancial en las reglas del juego. De no darse ese requisito, seguirán esperando. ¿hasta cuándo? Hasta que nos vean cocinando a leña e iluminando nuestras viviendas con mecheros. Algunos expertos creen que no está muy lejos.

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Y volver, volver…

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12.05.2024

Uno de los tantos y tristemente célebres presidentes de YPFB, la petrolera estatal boliviana, decía que contratar una compañía transnacional para que explote el gas boliviano, era como emplear una persona para que limpie una casa. “Si no barre bien, se la cambia”, dijo textualmente, cuando alguien le advirtió que con esas empresas no se puede jugar, porque son muy poderosas, mucho más que la gran mayoría de los estados que nadan en petróleo.

Si no fueran poderosas no habría cómo desarrollar una industria tan riesgosa, con apenas un 20 por ciento de éxito en la exploración de nuevos yacimientos, que a veces pueden demandar decenas de millones de dólares antes de ver una gota del “oro negro”.

Si no fueran tan........

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