Siguiendo recomendaciones salgo diariamente a caminatas por el barrio. Son buenas para el estado físico, no tanto para el ánimo por los andenes llenos de basura y escombros regados. No sospechaba que los paseos podían convertirse en salidas de campo para observaciones antropológicas.

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Hace unos días un reciclador cortaba cables de telefonía que colgaban a poca altura (frutas bajas). Una vecina gritaba desde su ventana que había llamado a la policía. Él, indiferente, siguió con su empresa, confiado en que la policía no iba a llegar. De una institución cercana se asomó un guardia de seguridad, que no se atrevió a más que a otro grito. Yo, por supuesto, me quedé callado; uno no discute en Bogotá con alguien que blande una navaja. Es una cuestión de mínima urbanidad.

Imagino que tenemos grabado en nuestros genes el ejercicio de la más vieja profesión de la humanidad (recolectar y cazar), después de una historia de 300.000 años en los que sobrevivimos así, y otra muy corta de 10.000, en la que nos establecimos en sociedades más populosas.

Generalmente el paso se dio de la sociedad de recolectores y cazadores a la de agricultores e industriales, pero hubo retrocesos ocasionales. Historiadores como el famoso Jared Diamond han afirmado que el paso a la agricultura fue un error en la historia de la humanidad, y que nos debimos haber quedado como recolectores y cazadores. Obviamente era una exageración para resaltar los problemas actuales porque, sin ese avance, la población mundial no sería –por hambre y más y tempranas muertes– ni la décima parte de lo que es hoy.

Los modernos recolectores que han surgido en Bogotá recogen lo que el ‘ambiente’ les ofrece. Así van desapareciendo las tapas de los medidores de agua y las de las alcantarillas, cualquier placa metálica de identificación, las tapas de desagües mal empotradas, cables y hasta tubos de cobre del gas natural que quedan descubiertos.

El reciclaje es una importante industria en el mundo moderno; es una de las estrategias ecológicas de sostenibilidad y economía circular. Pero en nuestra sociedad decidimos imitar la actividad ancestral de los nómadas recolectores. Hace unos años se prohibió la tracción animal (para proteger a los caballos) y se reemplazó por carretas de tracción humana...

Los recicladores trabajan duro para sobrevivir; merecerían ser parte de empresas organizadas, con horarios, tareas, transportes adecuados, prestaciones y también ciertas limitaciones razonables sobre qué se puede recoger y cómo.

Para empeorar, el fenómeno de regresión psicológica se está dando también con el oficio complementario, el de cazador. Había en aquel tiempo ‘alimentos’ que tenían patas, se movían, y a veces embestían. Entonces tocaba organizarse en pequeñas bandas y generar estrategias de caza. Hoy, celulares y billeteras están ocultos en bípedos que deambulan y a veces se defienden. Las bandas entonces tienen que saber cómo logran, a veces con violencia, acceder a esos bienes escondidos. La inseguridad que vivimos tiene características parecidas a la caza ancestral.

Reconozco que esta es una descripción horrible, pero es que la realidad está bastante fea. Hay que hacer algo para cambiarla. La recolección parecería de más fácil solución, organizando empresas o cooperativas formales, que tal vez requieran en un principio subsidios, pero que podrán volverse autosostenibles. La otra, la de la caza, es más difícil, pero no imposible. Imagino que será necesaria una combinación de palo y zanahoria.

Son retos importantes para los nuevos alcaldes, y el Gobierno Nacional no puede ser indiferente. No es un capricho elitista, es la base de toda sociedad bien organizada. Es el respeto debido a la dignidad de todo ciudadano.

@mwassermannl

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Cazadores y recolectores modernos

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12.04.2024
Siguiendo recomendaciones salgo diariamente a caminatas por el barrio. Son buenas para el estado físico, no tanto para el ánimo por los andenes llenos de basura y escombros regados. No sospechaba que los paseos podían convertirse en salidas de campo para observaciones antropológicas.

(También le puede interesar: Leyes para la inteligencia artificial)

Hace unos días un reciclador cortaba cables de telefonía que colgaban a poca altura (frutas bajas). Una vecina gritaba desde su ventana que había llamado a la policía. Él, indiferente, siguió con su empresa, confiado en que la policía no iba a llegar. De una institución cercana se asomó un guardia de seguridad, que no se atrevió a más que a otro grito. Yo, por supuesto, me quedé callado; uno no discute en Bogotá con alguien que blande una navaja. Es una cuestión de mínima urbanidad.

Imagino que tenemos grabado en nuestros genes el ejercicio de la más vieja profesión de la........

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