Hoy voy a entristecer a algunas personas con una cantidad de buenas noticias. Hay varias teorías que explican por qué los humanos tenemos una fuerte inclinación por las malas noticias. Una, que alguna vez he comentado acá, es que evolutivamente se desarrolló la desconfianza como instrumento de supervivencia. El cazador en los bosques hacía bien en desconfiar de cualquier ruido.

(También le puede interesar: Fábricas de vacunas en Colombia)

Pero no creo que eso lo explique todo, sobre todo esa tendencia moderna de pensar que los malpensados, los no empáticos, son más inteligentes. O, peor aún, la tendencia creciente a relacionar la moral con la indignación. Mucha gente se siente moralmente superior si se indigna por lo que sucede, especialmente si exhibir su indignación no implica hacer esfuerzos y sí le genera aplausos. La prensa, hay que reconocerlo, no ayuda, porque hay más lectores para las notas preocupantes, y en consecuencia hay más lectores preocupados (el huevo y la gallina).

En una reciente encuesta de la Universidad de Bath (Reino Unido) entre jóvenes (18-45 años) de diez países, de todos los continentes, encontraron que el 75 % ve el futuro aterrador y un 56 % cree que la humanidad está condenada a autodestruirse. Eso a pesar de que en esos mismos países entre 1950 y 2020 el ingreso por persona creció en 307 % y la expectativa de vida pasó de 50,9 a 72,9 años.

Mucha gente se siente moralmente superior si se indigna por lo que sucede, especialmente si exhibir su indignación no implica hacer esfuerzos y sí le genera aplausos.

Entonces, a riesgo de parecer aún más tonto, voy a comentar telegráficamente algunas novedades del año pasado. Recibí en una de mis suscripciones una lista de enlaces a 1.000 hechos positivos. La lista no contempla cosas cotidianas como que en el año se publicaron 2,2 millones de libros, y se agregaron 22 millones de pistas musicales a Spotify (algo debería encontrar uno que lo distraiga, mientras llega el apocalipsis).

Voy a escoger de la lista, guiado por mis sesgos, un número mínimo de hechos, sobre todo de ciencia y tecnología, con impacto en el bienestar de la gente y del planeta.

Hubo proliferación de robots en agricultura: uno muy interesante recorre el campo con 12 cámaras de alta definición enfocadas en el suelo. Su computador con inteligencia artificial reconoce las malezas, y un láser las destruye; aumenta la productividad y evita el uso de plaguicidas (¿qué tal adaptarlo para la erradicación que sabemos?).

Las primeras plantas editadas genéticamente entraron al mercado. Un tomate de nutrición incrementada en el Japón; bananas modificadas que resisten el ataque de Fusarium (la enfermedad panameña) en Australia, y un algodón naturalmente incombustible.

La fabricación de carne en laboratorio tuvo grandes avances. La industria de la carne produce el 14,5 % de los gases de efecto invernadero. En Estados Unidos dos compañías empezaron a producir en sus plantas carne bovina y filetes de pollo, y en Israel otra produce pescado. Los productos tienen sabor y textura normales, no hay necesidad de criar y matar animales, y además se disminuirán las emisiones de gas de invernadero y el uso de tierras.

En energías alternativas hubo progresos. Se estrenó una planta de energía geotérmica en Nevada, y la compañía avanza con varias más, cada una genera electricidad para una ciudad completa. En el campo de la fisión nuclear aumentaron la producción y venta de miniplantas.

Por fin, y por primera vez, se inició la vacunación contra malaria en África y se repartieron 18 millones de dosis. Una segunda vacuna, más barata, pasó las pruebas y empezará a ser usada. Se usó por primera vez la edición génica para curar la anemia falciforme, y se aprobó un tratamiento similar para algunas leucemias.

En fin, si quisiera describir con apenas seis palabras cada una de esas noticias, tendría que usar diez columnas como esta y terminarían odiándome. Algunos se sentirían mal por tanto bien.

MOISÉS WASSERMAN@mwassermannl

(Lea todas las columnas de Moisés Wasserman en EL TIEMPO, aquí)

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Malas noticias: hay buenas noticias

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12.01.2024

Hoy voy a entristecer a algunas personas con una cantidad de buenas noticias. Hay varias teorías que explican por qué los humanos tenemos una fuerte inclinación por las malas noticias. Una, que alguna vez he comentado acá, es que evolutivamente se desarrolló la desconfianza como instrumento de supervivencia. El cazador en los bosques hacía bien en desconfiar de cualquier ruido.

(También le puede interesar: Fábricas de vacunas en Colombia)

Pero no creo que eso lo explique todo, sobre todo esa tendencia moderna de pensar que los malpensados, los no empáticos, son más inteligentes. O, peor aún, la tendencia creciente a relacionar la moral con la indignación. Mucha gente se siente moralmente superior si se indigna por lo que sucede, especialmente si exhibir su indignación no implica hacer esfuerzos y sí le genera aplausos. La prensa, hay que reconocerlo, no ayuda, porque hay más lectores para las notas preocupantes, y en consecuencia hay más lectores preocupados (el huevo y la gallina).

En una reciente........

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