Propuesta socialista para el frente de la vivienda

El último ciclo político de movilizaciones ha sido enterrado. Con él, se han podido constatar claramente los límites experimentados en las diferentes expresiones de lucha que el proletariado ha llevado a cabo, desde las primeras fórmulas difundidas a finales de la primera década de 2000 hasta el cierre de este ciclo, evidenciado sin duda en la pospandemia. Una “vuelta a la normalidad” en la que la principal conclusión de este ciclo que ahora ya queda atrás ha sido la inexistencia de avances significativos, sólidos, de las posiciones revolucionarias en la lucha de clases.

Pero no sería justo dejar aquí el balance de esta etapa de la lucha de clases en el Estado y en Cataluña. El dinamismo de los movimientos sociales, el recorrido de ciertas fórmulas organizativas de base o los límites de los planteamientos político-institucionales que han jugado un papel clave, se acumulan en la experiencia de una clase que no ha conseguido asentar a algunos de estos pequeños avances realizados, cargados de potencialidad y fragilidad a partes iguales, en fuerza social organizada. Sin embargo, no es la intención de quien escribe estas líneas sumergirse en un balance histórico general de las causas y condiciones que explican este ciclo de luchas todavía reciente. La tarea es más modesta. Lo que aquí se pretende hacer es una exposición de la propuesta del Movimiento Socialista para el frente de vivienda en Cataluña, explicando las tesis políticas que la fundamentan, sus prioridades políticas, así como la función estratégica en relación a la fase de desarrollo del proyecto socialista en la actualidad y el contexto político general en el que se encuentra.

Subalternidad política: movimientos sociales e independencia de clase

Toda persona mínimamente cercana a la experiencia del último ciclo político compartirá que los movimientos sociales han sido las formas organizativas predominantes, convirtiéndose en la herramienta organizativa central en la articulación de las diferentes expresiones de lucha del proletariado. Probablemente, el Movimiento por la Vivienda ha supuesto un ejemplo paradigmático de estos movimientos sociales. Un pasado en el que la movilización de amplios sectores del proletariado y un sentido común progresista en expansión despertaron la ilusión y la esperanza de sectores militantes, al generar las condiciones políticas en las que la forma movimiento social se adapta mejor: opinión pública favorable, altos niveles de movilización, crisis de gobernabilidad y carencia de actores que pudieran canalizar estas expresiones de autoorganización por vías organizativas más sólidas. Pero como todo ciclo de luchas, éste llegó a su fin sacando a la luz la fragilidad de lo conseguido, la inestabilidad de las estructuras organizativas generadas y, sobre todo, la ausencia de un marco estratégico que dotara a estas expresiones de lucha de bases políticas sólidas. Consideraciones que a nuestro juicio, son igualmente válidas para el movimiento por la vivienda.

El balance crítico de esta etapa cobra especial importancia para quienes han experimentado sus limitaciones y se muestran decididos a superarlas. En este punto es fundamental situar el agotamiento de los movimientos sociales como principal forma de articulación político y, sobre todo, la crítica a la lógica movimentista que ha impregnado el sentido común de amplios sectores militantes.

Con agotamiento nos referimos a la constatación de que los movimientos sociales no han sido eficaces en lo que se refiere a constituir una alternativa política a la izquierda parlamentaria que consolidara un poder de clase. Estas expresiones de autoorganización proletaria han supuesto respuestas parciales a las distintas violencias y opresiones experimentadas por la clase trabajadora, limitando su capacidad de concienciación y organización a las problemáticas concretas que explicaban sus propias luchas. A pesar de los aprendizajes y la escuela de militancia que ha supuesto para ciertos sectores de la sociedad, los movimientos sociales se han mostrado incapaces de generar un sentido común en la sociedad que otorgara una mayor concreción al anticapitalismo abstracto en el que se enmarcaba. Menos aún de trabajar por su necesaria vinculación con un proyecto superador de la sociedad de clases y orientado a la construcción de una alternativa socialista a la sociedad actual. Precisamente esta indefinición, en sentido político e ideológico, ha llevado a presentar como virtud lo que realmente ha sido una de sus grandes carencias, siendo la senda de entrada que ha facilitado la consolidación del interclasismo dentro de los espacios militantes y luchas proletarias; entendiendo por interclasismo aquellos proyectos de conciliación de intereses entre clases. Esto ha provocado la dificultad de articular política proletaria a partir de las experiencias de organización de nuestra clase en el ciclo anterior, pasando a realizar un tipo de política orientada al apuntalamiento del proyecto de las clases medias en descomposición. El movimientoismo y su dimensión ideológica interclasista son un obstáculo en la recomposición del proletariado como sujeto revolucionario y la reafirmación de sus intereses como los únicos universalizables y, por tanto, los únicos a partir de los cuales edificar un proyecto emancipador.

Esa dependencia ha sido la otra gran característica del último ciclo. Dicho en otras palabras: los movimientos sociales han sido subalternos a los intereses de los partidos socialdemócratas, sirviendo como plataformas de movilización y de sensibilización pública al no poder superar nunca su dependencia política por carecer de un marco estratégico propio. Y es que como ya se ha señalado, la carencia de un marco ideológico y estratégico sólido no supone únicamente una limitación por su propio desarrollo y consolidación, sino que provoca que ese vacío pase a ser llenado por quien sí cuenta con un marco Por ello, los esfuerzos y metas de todo el ciclo político han contribuido al proceso de legitimación del proyecto socialdemócrata, independientemente de la voluntad de la militancia de base.

De esa subalternidad o dependencia se extrae una de las tesis políticas fundamentales para explicar la propuesta actual del Movimiento Socialista para la lucha por la vivienda. Un análisis en retrospectiva del recorrido histórico del movimiento por la vivienda a nivel estatal confirma esta hipótesis. El primer ciclo ascendente, que podríamos situar desde 2011 a 2015, ejemplifica esta relación de dependencia movimiento-institución. Durante aquellos años, se lograron situar demandas del movimiento como temas centrales de opinión pública, aglutinando parte del descontento contra las entidades bancarias y contra los partidos profesionales, llegando así a niveles de apoyo y legitimidad impensables hoy en día. Pero sería erróneo considerar que la totalidad del movimiento, principalmente en términos de composición militante, estaba de acuerdo en asumir esta subalternidad de forma consciente, sino que ésta se explicaba por la preeminencia de la cuestión táctica y, sobre todo, por el vacío estratégico que le acompañaba. Del mismo modo, no se puede obviar que sectores relevante del movimiento apoyaran conscientemente esta vía, asumiendo que era éste el papel de la lucha por la vivienda: reducir el movimiento a la lógica de las demandas, acotando su potencial al posibilismo dentro de los reducidos márgenes de actuación de la legalidad burguesa, imposibilitando elevar estos conflictos concretos en luchas políticas por el control y dirección de la sociedad. El cierre de esta primera fase ascendente de la lucha por la vivienda tiene un efecto desmovilizador muy fuerte en paralelo al asalto institucional. Es ilustrativo cómo en Cataluña se puede establecer esta genealogía entre movimiento por la vivienda y la consolidación del proyecto de los Comunes, con el sector representado por la PAH Barcelona como un agente clave en la apuesta de impulsar a Ada Colau al alcaldía de la ciudad.

Posteriormente, se reinicia un ciclo fuerte de movilización en el que la innovación fue representada por el surgimiento de los sindicatos de vivienda a partir de 2016, debido a los límites que había mostrado la PAH y su incapacidad de dado respuesta al estallido de la problemática que se dio en ese momento. Durante esta segunda etapa, el movimiento por la vivienda fue muy dinámico y alcanzó cuotas de conflictividad que no se habían generado hasta entonces, demostrando una capacidad de autodefensa que confirmaba el acierto y eficacia, aunque fuera de forma temporal, de estas instituciones proletarias. Sin embargo, el dinamismo de estos años no fue acompañado por la construcción de herramientas organizativas sólidas que dotaran a la lucha por la vivienda de un horizonte estratégico compartido. El impacto a nivel social y la mayor radicalidad de esta segunda fase no logró volver a imprimir el carácter de masas que había tenido en la época previa, reduciendo su grado de apertura y delimitando progresivamente su participación a minorías militantes y su vinculación con los sectores más empobrecidos del proletariado urbano, principalmente de origen migrante.

En estos años, la problemática del desahucio se encontraba en un momento crítico y además se comenzaban a vislumbrar los efectos del desplazamiento de la problemática de las hipotecas a los alquileres, a consecuencia de los cambios legislativos realizados en relación con los márgenes de ganancia de proporcionaban comparativamente. Corresponden también a esa época los avances más relevantes en términos de concienciación política y la generación de toda una capa de militantes que empezaba a ser consciente de las limitaciones del ciclo de luchas. La gran carencia aquí fue la incapacidad de dotarse de una estrategia clara que proporcionara un sentido integral a la lucha por la vivienda y la vinculara con un proyecto más amplio de disputa del poder político.

Este ciclo se cerró abruptamente con la pandemia, pero tiene su correlato en cómo los partidos institucionales de ámbito catalán aprovecharon el dinamismo de la lucha para situarse como representantes de ésta. Esto se explica por la capacidad del movimiento de seguir situando en la opinión pública la problemática, lo que no habría sido posible sin los niveles de conflictividad generados en base a ingentes cantidades de esfuerzos militantes. Por ello, la apuesta que se realiza a nivel institucional por la ley de regulación de alquileres no es fruto del interés genuino de la dirección de partidos profesionales, sino que es la consecuencia lógica de entender los movimientos sociales como plataformas de movilización ciudadana desde las que realizar propaganda con finalidad electoral. Y aquí, de nuevo, la apuesta por la regulación de alquiler, impulsada a nivel de movimiento por el Sindicato de Alquiladores, prefiguró el cierre de esta segunda fase en la que no se logró superar la relación de dependencia entre movimiento y partidos institucionales. Los efectos de esta reforma legislativa no son objeto de este texto, que cada uno saque sus propias conclusiones respecto a su impacto real y los avances que ha supuesto en términos de correlación de fuerzas.

Este balance del recorrido del movimiento por la vivienda es el que explica la necesidad de dar un salto cualitativo en la lucha por la vivienda. Un salto que pasa por situar la independencia política como objetivo estratégico de la fase actual del desarrollo de la lucha de clases, para romper de una vez por todas con la subalternidad a la que se han visto abocados esfuerzos ingentes y no pocas dosis de esperanza militante. Porque el punto de partida en la actualidad es el de la derrota histórica del comunismo como proyecto posible y deseable por el proletariado, lo que implica primeramente apostar por la reconstitución de su independencia política: rearticular al proletariado en clase independiente como única vía para hacer posible la construcción de una alternativa política a la sociedad de clases. Quien quiera entender ese objetivo de relevancia estratégica fundamental como simple discurso, como una consigna vacía, quizá no esté entendiendo su importancia. O eso, o no lo comparte. No habrá proyecto alternativo de sociedad, proyecto comunista, sin que éste se asiente primero en la independencia política de la clase que debe llevarlo a cabo, desde donde realidad progresivamente los avances, en el plano ideológico-cultural y organizativo, necesarios para sentar las bases del futuro Partido Comunista de Masas que debe disputar la dirección de la sociedad en la clase dominante.

Función estratégica del frente de la vivienda para el proyecto comunista

Es necesario resaltar brevemente la función que consideramos que tiene el sindicalismo en general y la lucha por la vivienda en particular, dentro de una estrategia revolucionaria. Entendemos a los sindicatos como herramientas de autodefensa del proletariado, instituciones en las que a partir de la organización y defensa de las condiciones de vida se constituyen núcleos incipientes de poder obrero desde los que disputar el acceso y proporción de las diferentes formas de salario por parte de la clase trabajadora. Hablamos de diferentes formas de salario para no reducir la forma sindical a su modelo clásico, vinculado a las luchas por conseguir mejores condiciones de venta de la fuerza de trabajo desde la organización en la esfera de la producción, entendiendo las diferentes luchas salariales que tienen lugar en la esfera de la distribución también como formas de sindicalismo. Es desde ese enfoque que entendemos el sindicalismo de vivienda.

Así, los sindicatos representarían las primeras formas de asociación entre trabajadores surgidas por compartir unos intereses inmediatos y la necesidad de defenderlos de forma colectiva. Ahora bien, en el debate histórico sobre el papel del sindicalismo, una de las principales posiciones es la que encarnaba la tradición revisionista de la II Internacional; unas posiciones que han limitado estas formas de poder obrero a un plan eminentemente económico, desligándose del proceso de disputa general por el poder político. Esta reducción a disputas meramente económicas ha facilitado históricamente su integración dentro de los márgenes de la institucionalidad capitalista y su asimilación por parte de los diferentes representantes del Partido de la Reforma, que debe entenderse como la suma de las posiciones abocadas a la lógica de las reformas en su pretensión de gobierno del Estado, de promoción de proyectos de conciliación entre clases y que contribuyen a la naturalización de la política burguesa como único terreno posible de disputa política. Ante esta tendencia hacia la integración y asimilación, siempre presente en los debates históricos del sindicalismo y que remite a la discusión clásica entre economía y política, se propone desde el marxismo revolucionario dotar de un carácter más político a los sindicatos para que sirvan así como instrumentos del movimiento revolucionario del proletariado. Por otra parte, es también importante señalar aquellas posiciones que sí contemplaban como prioridad la dimensión política de las luchas económicas y su vinculación a un horizonte revolucionario, como sería el caso del sindicalismo revolucionario que abogaba por la neutralidad de los sindicatos en oposición a su vinculación partidaria.

En esta línea, consideramos que el sindicalismo puede tener un papel fundamental en organizar en diferentes sectores de la clase trabajadora frente a la fragmentación política y social existente hoy en día. Sin embargo, cabe destacar un aspecto importante: el desarrollo de un movimiento sindical, sólido, de clase, debe estar acompañado por la regeneración del movimiento comunista como requisito necesario para la reconstitución de la independencia política del proletariado . Sin proyecto comunista no será posible dotar a los trabajadores de su forma política más terminada, constituirnos en Partido de Masas en fase de ofensiva, resultado de la acumulación de fuerzas realizada a través de la lucha cultural y la generalización de la conciencia socialista entre las masas. Y el sindicalismo puede contribuir a ese objetivo. Porque desde la efectividad de la actividad sindical las victorias conseguidas pueden ser entendidas por los trabajadores como avances que legitiman el proyecto comunista frente a las masas y refuerzan la convicción de ir más allá en la acción revolucionaria. Por tanto, los sindicatos deben ser espacios abiertos a la clase trabajadora, independientemente de su ideología y filiación política, con la obvia excepción de la reproducción de diferentes formas de violencia y opresión. Apertura que se justifica por la improrrogable labor de educación política de las organizaciones independientes del proletariado y su decisiva aportación en la expansión de la conciencia socialista. Porque ayer al igual que hoy, la labor de los comunistas en los sindicatos será la de explicar la dimensión de clase de cada conflicto desde unas coordenadas propias, promoviendo la organización y concienciación del proletariado para convertirlo en la base sobre la misma que edificar la nueva organización de la vida económica.

Esta vinculación con un proceso de acumulación de fuerzas que rearticule política y organizativamente al proletariado, orientándolo a la realización del programa revolucionario, es debatida también por algunos sectores militantes que afirman la necesidad de mantener la autonomía sindical de los sindicatos. Este posicionamiento tiene su origen en la tradición del sindicalismo revolucionario, como decía más arriba, corriente que abogaba por la neutralidad política de los sindicatos en contraposición a la fórmula Partido. Una neutralidad que, en última instancia, favorecía a la hegemonía burguesa y apuntalaba el control político por parte de los partidos socialdemócratas sobre los sindicatos en cuestión. En su traducción al debate actual en el movimiento por la vivienda en Cataluña, y con las diferencias evidentes a nivel de contexto histórico, consideramos que reafirmar la autonomía sindical mantiene la lucha en una posición de debilidad al no poder desplegar una acción sindical con una orientación estratégica global, por mucho que esta carencia se revista con planteamientos tácticos más o menos radicales. Esta posición es la que hoy representaría el anticapitalismo abstracto con el que se identifican algunos sectores militantes del movimiento por la vivienda y es a esa posición que reafirma la autonomía sindical y su supuesta neutralidad a la que oponemos la independencia política como orientación estratégica. Un camino que debe conducir a la materialización de la realidad política y organizativa del proyecto comunista en la forma de Partido; concretamente, en la forma de Partido Comunista de Masas como cristalización de las fuerzas acumuladas a partir de la unión de todas las organizaciones de clase revolucionarias, pasa necesaria para que el proletariado pueda situarse en la ofensiva y disputar el control de la sociedad en las clases dominantes.

Por eso, la apuesta del Movimiento Socialista para el frente de la vivienda es, de forma simplificada, la apuesta por su vinculación a la consecución del socialismo a partir de la recomposición de las fuerzas dispersas en el movimiento por la vivienda sobre una nueva base política. Se pretende con ello relanzar la dinámica de lucha en el frente a partir de unas nuevas coordenadas político-estratégicas que implican, por un lado, la construcción de una organización propia a nivel nacional y, por otra, la vinculación estratégica al Proceso Socialista como propuesta política revolucionaria. Este objetivo toma como punto de partida las conclusiones expuestas respecto a la falta de independencia política y la centralidad de los movimientos sociales en el plano organizativo, teniendo en común ambos elementos la inexistencia de un planteamiento estratégico que permita superar las limitaciones. Esta perspectiva estratégica es la que pretende aportar en la actualidad el Movimiento Socialista en relación con las luchas salariales, lo que les otorga un marco de comprensión común, contribuyendo de forma consciente a un proceso político mayor: la expansión del proyecto comunista.

Para que esto sea posible no es suficiente con enunciar la existencia de una estrategia sino que ésta debe tener una plasmación en los objetivos, prioridades y orientación de las diferentes luchas. Aquí es donde se ubica la importancia de la centralización estratégica como forma de garantizar una dirección unitaria para la táctica general desplegada, asegurando la coherencia entre ésta y la línea política. El concepto de centralización estratégica tiene una relevancia fundamental porque se opone al sentido común de sectores militantes sobre la coordinación de distintos planos de lucha. Esta apuesta por la coordinación, fruto de la actual fragmentación política y social y de la relevancia de los movimientos sociales como expresión lógica de dicha fragmentación, es la perspectiva estratégica que algunos defienden como forma de superación de la parcialidad. En el caso del sindicalismo de vivienda esta perspectiva representa una visión economicista del conflicto para reducir su papel en la defensa de las condiciones de vida en relación al acceso a la vivienda, la ampliación de derechos en este sector o el cambio de sentido común respecto a la cuestión inmobiliaria. Cuestiones todas ellas de importancia pero impotentes en lo que se refiere a construir un poder de clase independiente vinculado a un programa revolucionario.

Por el contrario, la vinculación de la lucha por la vivienda al socialismo desde la perspectiva de la centralización estratégica, consideramos que puede realizar dos contribuciones fundamentales a la reconstitución de la independencia política del proletariado, dado el momento actual de desarrollo del proyecto comunista y la correlación de fuerzas general. Por un lado, situar el debate estratégico como la cuestión clave para el avance del movimiento y la unificación de los sectores militantes más avanzados y, por otro, contribuir al plano de la lucha cultural desde la intervención política. Esta contribución se desglosa en tres elementos: la propaganda estratégica, la construcción de un poder territorial y la apuesta por la construcción de una organización socialista por el frente de la vivienda.

El primero de ellos, la propaganda estratégica, debe entenderse desde la prioridad que debe tener la lucha cultural en la actualidad para erigir una alternativa revolucionaria asumida conscientemente por amplias capas del proletariado. Asumir como tesis la derrota histórica del comunismo lleva a situar como prioritario regenerar la fuerza social que debe llevarlo a cabo, sentando las bases de una cosmovisión propia que le sirva como fundamento. Y es que la hegemonía de la cosmovisión burguesa en la sociedad está ampliamente extendida entre las masas, lo que sumado a la evidente derrota de posiciones revolucionarias, nos sitúa en una posición defensiva para la expansión del proyecto comunista y la constitución un bloque proletario como fuerza social antagónica. Por eso la prioridad de la lucha cultural debe ser transversal a la fase movimiento en la que nos encontramos, ya que en las sociedades capitalistas desarrolladas el control de la dirección de la sociedad no será posible mientras la hegemonía cultural esté en manos de las clases dominantes. La propaganda estratégica, combinada con los métodos de agitación adecuados, es el medio por el que el proyecto comunista debe presentarse a la sociedad, difundiendo nuestras tesis políticas a partir de su traducción a un plano discursivo que permita relanzar la tarea de hegemonización entre las masas trabajadoras. Esta tarea nos permite generar un bloque de oposición a los partidos de izquierdas institucionales, para frenar su capacidad de asimilación, además de combatir internamente tendencias hacia posiciones reformistas al dotarnos de una guía para que la acción cotidiana politice en una dirección clara, y no sólo a partir de la experiencia vivida que por sí misma no apuntala un horizonte revolucionario.

En esta línea, deslegitimar al poder político burgués desde la imposibilidad de garantizar el acceso a la vivienda, confrontar a élites políticas y financieras por su papel en el sector inmobiliario, situar la necesidad de la expropiación de viviendas para que pasen a manos de los trabajadores, la eliminación de la deuda hipotecaria o la relación de renta que supone el alquiler, son elementos a señalar desde nuestra actividad política. Cuestiones todas ellas que delimitan una línea política y dificultan su asimilación por parte del Partido de la Reforma. Contribuciones que a su vez apuntan al objetivo estratégico principal como es la instauración del Estado socialista como única garantía de poner fin a estas problemáticas y garantizar un acceso universal a la vivienda. Es una prioridad de primer orden empezar a incidir en la lucha cultural con agencia propia, no sólo como respuesta a la deriva reaccionaria actual, sino sobre todo como forma de asentar las bases culturales e ideológicas necesarias que deben acompañar al despliegue político y organizativo del proyecto comunista.

El segundo elemento sería la construcción de un poder territorial. El sindicalismo de vivienda debe saber combinar diferentes escalas organizativas en relación a la intervención política que se realice en cada caso, tratando de que éstas se vinculen a las estructuras de organización socialista a nivel territorial. En esta vinculación reside la posibilidad de empezar a tejer la base social entre la que debe generalizarse la conciencia socialista, estimulando su desarrollo desde una dimensión pedagógica en el trabajo político y la actividad sindical, así como extender unas coordenadas políticas y culturales propias; que la vinculación sea posible dependerá sobre todo de la eficiencia conseguida en la actividad que se despliegue. La difusión de un sentido común comunista no cuenta con el apoyo de una experiencia compartida que haya demostrado en la práctica una forma de civilización superior a la sociedad capitalista, por eso tiene una importancia vital demostrar una capacidad organizativa eficiente, que sitúe a las organizaciones socialistas como herramientas de referencia para el proletariado donde el poder socialista se convierta en efectivo. En su despliegue territorial, el sindicalismo de vivienda debe contribuir a superar la fragmentación en la que se articulan hoy en día las diferentes problemáticas de acceso a la vivienda, diversificando sus métodos organizativos y teniendo la capacidad de enunciar victorias que hagan real el proceso de acumulación de fuerzas sedimentándolas territorialmente: espacios de poder socialista donde empezar a tejer la base social simpatizante y vinculada orgánicamente al Movimiento Socialista.

El último de estos elementos, y como condición necesaria para la realización de los otros dos, sería la apuesta por la construcción de una organización socialista para el frente de la vivienda: el Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya. Una organización sindical que trabajará por la vinculación de esa lucha con la consecución del socialismo desde unos principios políticos y un planteamiento estratégico sólidos. Las posiciones socialistas en el movimiento por la vivienda no contaban hasta ahora con una estructura organizativa centralizada que las acompañara en su intervención. Las capacidades generadas durante años de sindicalismo de base, al encontrarse descentralizadas y sin dirección unificada, no permitían desarrollar una táctica general compartida; desde esa perspectiva, en el desarrollo político y organizativo del Movimiento Socialista en su intervención en el frente de la vivienda era necesario superar ambas limitaciones. La apuesta por la creación de una organización sindical centralizada de ámbito nacional, en la que los sindicatos de vivienda actúan como bases políticas territorializadas de dicha organización, consideramos que contribuye a una intervención más eficaz y unificada en términos sindicales así como garantiza la existencia de las posiciones comunistas en la guerra cultural en curso.

Ahora bien, la apuesta por la estructura sindical socialista debe suponer un avance cualitativo de las capacidades políticas y técnicas requeridas para una intervención sindical eficiente, que explore los cambios organizativos y pedagógicos necesarios para fusionar el proyecto comunista con el proletariado. Porque este momento de reflujo generalizado debe aprovecharse para consolidar posiciones frente al más que probable surgimiento de futuros estallidos social, contexto en el que debemos estar preparados para avanzar posiciones en la lucha de clases. No podemos permitirnos que frente a futuros ciclos de movilización, el proyecto comunista vuelva a estar desaparecido y vuelva a quedar relegado a la subalternidad de la socialdemocracia populista y al resistencialismo impotente de los movimientos sociales. La organización sindical socialista será un altavoz para el proyecto comunista en cuestiones de coyuntura, relacionando las problemáticas concretas en las que intervenga con su imposibilidad de resolverse dentro del sistema capitalista y señalando al Estado socialista como única garantía para el acceso de los trabajadores en la vivienda de forma universal. Intervención en la coyuntura desde posiciones comunistas, herramienta eficiente para el proletariado, contribución a la propaganda estratégica como parte del proceso de expansión del proyecto comunista en la sociedad, consolidación de una base social partidaria de una alternativa socialista: éstas son las tareas del Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya.

Sindicato de Vivienda Socialista de Cataluña e intervención política revolucionaria

Esperamos que estas líneas hayan contribuido al debate abierto en el frente de la vivienda. A modo de conclusión nos gustaría resumir las principales tareas que se derivan de la propuesta que lanzamos. Un resumen que desde nuestro punto de vista responde a la siguiente perspectiva: llegado a cierto punto, el debate alcanza límites de contraste racional que sólo pueden ser resueltos si se corrobora la efectividad de las posiciones en la intervención directa. Y a partir de ahí se podrán verificar los aciertos, los errores, o los nuevos nudos e interrogantes a resolver. El debate en el seno de la lucha por la vivienda en Catalunya ha llegado a este punto, al menos por nuestra parte. Es hora de empezar una nueva fase. El Sindicato de Vivienda Socialista de Cataluña nace con la pretensión de constituirse como un agente político de referencia en el ámbito de la vivienda por el proletariado de Cataluña.

En este sentido, el principal reto que nos proponemos es recomponer política y organizativamente, en un sentido revolucionario, las fuerzas sociales que laten a la problemática de la vivienda. Para abordar el reto, planteamos levantar un sindicato vinculado a la estrategia socialista, que dé lugar a un centro político y sindical desde el que relanzar la lucha y una base sólida construida con una prioridad: combatir el economicismo y reformismo derivados de la cosmovisión burguesa, a partir de la socialización práctica, lucha a lucha, del programa comunista por la vivienda. Concretamente, desplazar la influencia de la izquierda electoral de los sectores de la clase trabajadora afectados por la problemática, así como del debate público en general.

Por eso, esta organización partirá de la suma de los sindicatos locales en adhesión a la propuesta, pero tendrá que ser algo más: una herramienta sindical útil para todos los perfiles afectados por la problemática de la vivienda donde se encuentren. Aquí gana especial importancia las posibilidades que ofrece el sindicalismo de vivienda a la hora de organizar en los sectores migrantes del proletariado, fundamentales para la recomposición del proletariado en sujeto revolucionario en la actualidad. En esta línea, se profundizará y expandirá el trabajo práctico desarrollado hasta el día de hoy para explorar formas de conflictos, acción sindical y organización que sean capaces de dar respuestas y golpear más allá de la forma movimiento social o comunidad en lucha, aportando así en el adelanto de posiciones en la lucha por la defensa de las condiciones de vida del proletariado. A nivel táctico, la propuesta socialista para el frente de la vivienda se concreta en la vinculación de los problemas inmediatos que sufre el proletariado en relación con el acceso a la vivienda con el objetivo final del socialismo. Así, algunas líneas de despliegue táctico consistirán en intervenir y desarrollar con profundidad la guerra cotidiana del desbocado mercado de alquiler, canalizando el conflicto existente en torno a los alquileres hacia posiciones comunistas, combinando escala sectorial y territorial según los conflictos. Superar la fase defensiva y el aislamiento que está acorralando la herramienta de la paralización de los desahucios o asentar vías para encauzar toda la frustración y conflicto social de los barrios periféricos y degradados. Será relevante también dar la vuelta a las relaciones con la administración planteando una serie de disputas que saquen a la luz la convergencia de objetivos de la burguesía inmobiliaria y la política profesional, por ejemplo, de cara al nuevo ciclo especulativo de vivienda” asequible” en colaboración público-privada.

Asimismo, y en coherencia con nuestra posición, no creemos que al intervenir en los diferentes tipos de problemáticas esté la clave para romper la segmentación existente en el conflicto de clase de la vivienda, tampoco para avanzar en la lucha de clases. El sujeto unitario, la recomposición de los distintos perfiles en una aportación unitaria y revolucionaria será la suma de diferentes elementos. En primer lugar, trabajo sindical cotidiano. En segundo lugar, conflictos tácticos elegidos con un criterio proporcional a las fuerzas y coyuntura de cada momento. En tercero, una fuerte orientación política, intervención pública en el debate en los distintos ámbitos de socialización de nuestra clase. Sólo con fuertes dosis de artificio político podemos recosir lo que espontáneamente, por ahora, se da como conflictos segmentados y en ocasiones incluso contrapuestos en un mismo ámbito de la vida social como la vivienda.

Por último, y no menos importante, cada uno de estos desarrollos se darán teniendo en cuenta la existencia del debate abierto, tanto en la práctica como en las ideas, en torno a la lucha por la vivienda. A pesar de que las dos posiciones principales hoy sean las que representan el Sindicato de Alquiladores y el Movimiento Socialista, y aunque creamos que la forma movimiento está agotada políticamente, no olvidemos la diversidad y complejidad existente en los colectivos en lucha en Cataluña. En coherencia con nuestra propuesta planteada en el 2º Congreso de un espacio de coordinación, proponemos que este espacio tome la forma de una mesa sindical en la que se puedan dar cuerpo a las necesidades de coordinación entre organizaciones sindicales diferentes. Un espacio que, frente a la ausencia de acuerdos estratégicos, sea de utilidad como órgano unitario a través del cual llegar a posiciones de mínimos para la unidad de acción necesaria. Nuestra prioridad será poner sobre la mesa propuestas que incentiven el debate en torno a las vías de construcción de la independencia de clase, de afrontar la represión del Estado y de demandas y propuestas que comporten la confrontación con la izquierda institucional.

Estos son los retos que presenta el Sindicato de Vivienda Socialista de Catalunya por esta nueva etapa; una etapa que aunque se manifieste como defensiva, tendrá carácter de preparación ante los efectos, difíciles de predecir exactamente, de la evolución económica y social de las distintas tendencias ligadas a la problemática de la vivienda. ¿Preparación para qué? Para nuevas oleadas masivas de conflicto social en las que la vivienda tenga un papel relevante y esté aportando en un sentido revolucionario, y no vuelva a ser asimilado y anulado por parte de la burguesía. Ésta es nuestra hipótesis: que la demostración práctica la ponga en su sitio.

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Proposta socialista per al front de l’habitatge

L’últim cicle polític de mobilitzacions ha estat enterrat. Amb ell, s’han pogut constatar clarament els límits experimentats en les diferents expressions de lluita que el proletariat ha portat a terme, des de les primeres fórmules difoses a finals de la primera dècada dels 2000 fins al tancament d’aquest cicle, evidenciat sens dubte en la postpandèmia. Una “tornada a la normalitat” en què la conclusió principal d’aquest cicle que ara ja queda enrere ha estat la inexistència d’avenços significatius, sòlids, de les posicions revolucionàries en la lluita de classes.

Però no seria just deixar aquí el balanç d’aquesta etapa de la lluita de classes a l’Estat i a Catalunya. El dinamisme dels moviments socials, el recorregut de certes fórmules organitzatives de base o els límits dels plantejaments polític-institucionals que han jugat un paper clau, s’acumulen a l’experiència d’una classe que no ha aconseguit assentar alguns d’aquests petits avenços realitzats, carregats de potencialitat i fragilitat a parts iguals, en força social organitzada. Malgrat això, no és la intenció de qui escriu aquestes línies submergir-se en un balanç històric general de les causes i condicions que expliquen aquest cicle de lluites encara recent. La tasca és més modesta. El que aquí es pretén fer és una exposició de la proposta del Moviment Socialista per al front d’habitatge a Catalunya, explicant les tesis polítiques que la fonamenten, les seves prioritats polítiques, així com la funció estratègica en relació amb la fase de desenvolupament del projecte socialista en l’actualitat i el context polític general en què es troba.

Subalternitat política: moviments socials i independència de classe

Tota persona mínimament propera a l’experiència de l’últim cicle polític compartirà que els moviments socials han estat les formes organitzatives predominants, esdevenint l’eina organitzativa central en l’articulació de les diferents expressions de lluita del proletariat. Probablement, el Moviment per l’Habitatge ha significat un exemple paradigmàtic d’aquests moviments socials. Un passat en què la mobilització d’amplis sectors del proletariat i un sentit comú progressista en expansió despertaren la il·lusió i l’esperança de sectors militants, en generar les condicions polítiques en què la forma moviment social s’adapta millor: opinió pública favorable, alts nivells de mobilització, crisi de governabilitat i manca d’actors que poguessin canalitzar aquestes expressions d’autoorganització per vies organitzatives més sòlides. Però com tot cicle de lluites, aquest arribà a la seva fi traient a la llum la fragilitat d’allò aconseguit, la inestabilitat de les estructures organitzatives generades i, sobretot, l’absència d’un marc estratègic que dotés a aquestes expressions de lluita de bases polítiques sòlides. Consideracions que al nostre parer, són igualment vàlides pel moviment per l’habitatge.

El balanç crític d’aquesta etapa cobra especial importància per als qui han experimentat les seves limitacions i es mostren decidits a superar-les. En aquest punt és fonamental situar l’esgotament dels moviments socials com a forma principal d’articulació polític i, sobretot, la crítica a la lògica movimentista que ha impregnat el sentit comú d’amplis sectors militants.

Amb esgotament ens referim a la constatació que els moviments socials no han estat eficaços en allò que fa referència a constituir una alternativa política a l’esquerra parlamentària que consolidés un poder de classe. Aquestes expressions d’autoorganització proletària han suposat respostes parcials a les diferents violències i opressions experimentades per la classe treballadora, limitant la seva capacitat de conscienciació i organització a les problemàtiques concretes que explicaven les seves pròpies lluites. A pesar dels aprenentatges i l’escola de militància que ha suposat per a certs sectors de la societat, els moviments socials s’han mostrat incapaços de generar un sentit comú en la societat que atorgués una major concreció a l’anticapitalisme abstracte en què s’emmarcava. Encara menys de treballar per la seva necessària vinculació amb una projecte superador de la societat de classes i orientat a la construcció d’una alternativa socialista a la societat actual. Precisament aquesta indefinició, en sentit polític i ideològic, ha portat a presentar com a virtut el que realment ha estat una de les seves grans carències, sent la via d’entrada que ha facilitat la consolidació de l’interclassisme dins dels espais militants i lluites proletàries; entenent per interclassisme aquells projectes de conciliació d’interessos entre classes. Això ha provocat la dificultat d’articular política proletària a partir de les experiències d’organització de la nostra classe en el cicle anterior, passant a fer un tipus de política orientada a l’apuntalament del projecte de les classes mitjanes en descomposició. El movimentisme i la seva dimensió ideològica interclassista són un obstacle en la recomposició del proletariat com a subjecte revolucionari i la reafirmació dels seus interessos com els únics universalitzables i, per tant, els únics a partir dels quals edificar un projecte emancipador.

Aquesta dependència ha estat l’altra gran característica de l’últim cicle. Dit en altres paraules: els moviments socials han estat subalterns als interessos dels partits socialdemòcrates, servint com a plataformes de mobilització i de sensibilització pública en no poder superar mai la seva dependència política per mancar d’un marc estratègic propi. I és que com ja s’ha assenyalat, la manca d’un marc ideològic i estratègic sòlid no suposa únicament una limitació pel seu propi desenvolupament i consolidació, sinó que provoca que aquest buit passi a ser omplert per qui sí que compta amb un marc. És per això que els esforços i fites de tot el cicle polític han contribuït al procés de legitimació del projecte socialdemòcrata, independentment de la voluntat de la militància de base.

D’aquesta subalternitat o dependència se n’extreu una de les tesis polítiques fonamentals per a explicar la proposta actual del Moviment Socialista per a la lluita per l’habitatge. Una anàlisi en retrospectiva del recorregut històric del moviment per l’habitatge a nivell estatal confirma aquesta hipòtesi. El primer cicle ascendent, que podríem situar des de 2011 a 2015, exemplifica aquesta relació de dependència moviment-institució. Durant aquells anys, s’aconseguiren situar demandes del moviment com a temes centrals d’opinió pública, aglutinant part del descontentament contra les entitats bancàries i contra els partits professionals, arribant així a nivells de suport i legitimitat impensables avui dia. Però seria erroni considerar que la totalitat del moviment, principalment en termes de composició militant, estava d’acord en assumir aquesta subalternitat de forma conscient, si no que aquesta s’explicava per la preeminència de la qüestió tàctica i, sobretot, pel buit estratègic que l’acompanyava. De la mateixa manera, no es pot obviar que sectors rellevant del moviment donaren suport conscientment a aquesta via, assumint que era aquest el paper de la lluita per l’habitatge: reduir el moviment a la lògica de les demandes, acotant el seu potencial al possibilisme dins dels reduïts marges d’actuació de la legalitat burgesa, impossibilitant elevar aquests conflictes concrets en lluites polítiques pel control i direcció de la societat. El tancament d’aquesta primera fase ascendent de la lluita per l’habitatge té un efecte desmobilitzador molt fort en paral·lel a l’assalt institucional. És il·lustratiu com a Catalunya es pot establir aquesta genealogia entre moviment per l’habitatge i la consolidació del projecte dels Comuns, amb el sector representat per la PAH Barcelona com un agent clau en l’aposta d’impulsar a Ada Colau a l’alcaldia de la ciutat.

Posteriorment, es reinicia un cicle fort de mobilització en què la innovació fou representada pel sorgiment dels sindicats d’habitatge a partir de 2016, a causa dels límits que havia mostrat la PAH i la seva incapacitat de donat resposta a l’esclat de la problemàtica que es va donar en aquell moment. Durant aquesta segona etapa, el moviment per l’habitatge va ser molt dinàmic i va arribar a quotes de conflictivitat que no s’havien generat fins llavors, demostrant una capacitat d’autodefensa que confirmava l’encert i eficàcia, encara que fos de forma temporal, d’aquestes institucions proletàries. No obstant això, el dinamisme d’aquests anys no va ser acompanyat per la construcció d’eines organitzatives sòlides que dotessin a la lluita per l’habitatge d’un horitzó estratègic compartit. L’impacte a nivell social i la major radicalitat d’aquesta segona fase no va aconseguir tornar a imprimir el caràcter de masses que havia tingut en l’època prèvia, reduint el seu grau d’apertura i delimitant progressivament la seva participació a minories militants i la seva vinculació amb els sectors més empobrits del proletariat urbà, principalment d’origen migrant.

En aquests anys, la problemàtica del desnonament es trobava en un moment crític i a més es començaven a entreveure els efectes del desplaçament de la problemàtica de les hipoteques als lloguers, a conseqüència dels canvis legislatius realitzats en relació amb els marges de guany de proporcionaven comparativament. Corresponen també a aquesta època els avanços més rellevants en termes de conscienciació política i la generació de tota una capa de militants que començava a ser conscient de les limitacions del cicle de lluites. La gran mancança aquí fou la incapacitat de dotar-se d’una estratègia clara que proporcionés un sentit integral a la lluita per l’habitatge i la vinculés amb un projecte més ampli de disputa del poder polític.

Aquest cicle es tancà abruptament amb la pandèmia, però té el seu correlat en com els partits institucionals d’àmbit català aprofitaren el dinamisme de la lluita per a situar-se com a representants d’aquesta. Això s’explica per la capacitat del moviment de seguir situant a l’opinió pública la problemàtica, la qual cosa no hauria estat possible sense els nivells de conflictivitat generats en base a ingents quantitats d’esforços militants. És per això que l’aposta que es realitza a nivell institucional per la llei de regulació de lloguers no és fruit de l’interès genuí de la direcció de partits professionals, sinó que és la conseqüència lògica d’entendre els moviments socials com a plataformes de mobilització ciutadana des de les quals fer propaganda amb finalitat electoral. I aquí, novament, l’aposta per la regulació de lloguer, impulsada a nivell de moviment pel Sindicat de Llogaters, va prefigurar el tancament d’aquesta segona fase en què no es va aconseguir superar la relació de dependència entre moviment i partits institucionals. Els efectes d’aquesta reforma legislativa no són objecte d’aquest text, que cadascú tregui les seves pròpies conclusions respecte al seu impacte real i els avanços que ha suposat en termes de correlació de forces.

Aquest balanç del recorregut del moviment per l’habitatge és el que explica la necessitat de fer un salt qualitatiu en la lluita per l’habitatge. Un salt que passa per situar la independència política com a objectiu estratègic de la fase actual del desenvolupament de la lluita de classes, per rompre d’una vegada per totes amb la subalternitat a què s’han vist abocats esforços ingents i no poques dosis d’esperança militant. Perquè el punt de partida en l’actualitat és el de la derrota històrica del comunisme com a projecte possible i desitjable pel proletariat, cosa que implica primerament apostar per la reconstitució de la seva independència política: rearticular el proletariat en classe independent com a única via per fer possible la construcció d’una alternativa política a la societat de classes. Qui vulgui entendre aquest objectiu de rellevància estratègica fonamental com a simple discurs, com una consigna buida, potser no està entenent la seva importància. O això, o no el comparteix. No hi haurà projecte alternatiu de societat, projecte comunista, sense que aquest s’assenti primer en la independència política de la classe que ha de portar-lo a terme, des d’on realitat progressivament els avenços, en el pla ideològic-cultural i organitzatiu, necessaris per a establir les bases del futur Partit Comunista de Masses que ha de disputar la direcció de la societat a la classe dominant.

Funció estratègica del front de l’habitatge per al projecte comunista

És necessari ressaltar breument la funció que considerem que té el sindicalisme en general, i la lluita per l’habitatge en particular, dins d’una estratègia revolucionària. Entenem els sindicats com eines d’autodefensa del proletariat, institucions en què a partir de l’organització i defensa de les condicions de vida es constitueixen nuclis incipients de poder obrer des dels quals disputar l’accés i proporció de les diferents formes de salari per part de la classe treballadora. Parlem de diferents formes de salari per no reduir la forma sindical al seu model clàssic, vinculat a les lluites per aconseguir millors condicions de venda de la força de treball des de l’organització en l’esfera de la producció, entenent les diferents lluites salarials que tenen lloc en l’esfera de la distribució també com a formes de sindicalisme. És des d’aquest enfocament que entenem el sindicalisme d’habitatge.

Així, els sindicats representarien les primeres formes d’associació entre treballadors sorgides pel fet de compartir uns interessos immediats i la necessitat de defensar-los de forma col·lectiva. Ara bé, en el debat històric sobre el paper del sindicalisme, una de les posicions principals és la que encarnava la tradició revisionista de la II Internacional; unes posicions que han limitat aquestes formes de poder obrer a un pla eminentment econòmic, deslligant-se del procés de disputa general pel poder polític. Aquesta reducció a disputes merament econòmiques ha facilitat històricament la seva integració dins dels marges de la institucionalitat capitalista i la seva assimilació per part dels diferents representants del Partit de la Reforma, que cal entendre’l com la suma de les posicions abocades a la lògica de les reformes en la seva pretensió de govern de l’Estat, de promoció de projectes de conciliació entre classes i que contribueixen a la naturalització de la política burgesa com a únic terreny possible de disputa política. Davant d’aquesta tendència cap a la integració i assimilació, sempre present en els debats històrics del sindicalisme i que remet a la discussió clàssica entre economia i política, es proposa des del marxisme revolucionari dotar d’un caràcter més polític als sindicats perquè serveixin així com a instruments del moviment revolucionari del proletariat. Per altra banda, és també important assenyalar aquelles posicions que sí que contemplaven com a prioritat la dimensió política de les lluites econòmiques i la seva vinculació a un horitzó revolucionari, com seria el cas del sindicalisme revolucionari que advocava per la neutralitat dels sindicats en oposició a la seva vinculació partidària.

En aquesta línia, considerem que el sindicalisme pot tenir un paper fonamental en organitzar a diferents sectors de la classe treballadora davant de la fragmentació política i social existent avui dia. Malgrat això, s’ha de destacar un aspecte important: el desenvolupament d’un moviment sindical, sòlid, de classe, ha d’estar acompanyat per la regeneració del moviment comunista com a requisit necessari per a la reconstitució de la independència política del proletariat. Sense projecte comunista no serà possible dotar als treballadors de la seva forma política més acabada, constituir-nos en Partit de Masses en fase d’ofensiva, resultat de l’acumulació de forces realitzada a través de la lluita cultural i la generalització de la consciència socialista entre les masses. I el sindicalisme pot contribuir a aquest objectiu. Perquè des de l’efectivitat de l’activitat sindical les victòries aconseguides poden ser enteses pels treballadors com avenços que legitimen el projecte comunista davant de les masses i reforcen la convicció d’anar més enllà en l’acció revolucionària. Per tant, els sindicats han de ser espais oberts a la classe treballadora, independentment de la seva ideologia i filiació política, amb l’òbvia excepció de la reproducció de diferents formes de violència i opressió. Obertura que es justifica per la improrrogable tasca d’educació política de les organitzacions independents del proletariat i la seva decisiva aportació en l’expansió de la consciència socialista. Perquè ahir igual que avui, la tasca dels comunistes en els sindicats serà la d’explicar la dimensió de classe de cada conflicte des d’unes coordenades pròpies, promovent l’organització i conscienciació del proletariat per a convertir-lo en la base sobre la qual edificar la nova organització de la vida econòmica.

Aquesta vinculació amb un procés d’acumulació de forces que rearticuli políticament i organitzativa al proletariat, orientant-lo a la realització del programa revolucionari, és debatuda també per alguns sectors militants que afirmen la necessitat de mantenir l’autonomia sindical dels sindicats. Aquest posicionament té el seu origen en la tradició del sindicalisme revolucionari, com deia més amunt, corrent que advocava per la neutralitat política dels sindicats en contraposició a la fórmula Partit. Una neutralitat que, en última instància, afavoria a l’hegemonia burgesa i apuntalava el control polític per part dels partits socialdemòcrates sobre els sindicats en qüestió. En la seva traducció al debat actual en el moviment per l’habitatge a Catalunya, i amb les diferències evidents a nivell de context històric, considerem que reafirmar l’autonomia sindical manté la lluita en una posició de debilitat en no poder desplegar una acció sindical amb una orientació estratègica global, per molt que aquesta mancança es revesteixi amb plantejaments tàctics més o menys radicals. Aquesta posició és la que avui representaria l’anticapitalisme abstracte amb què s’identifiquen alguns sectors militants del moviment per l’habitatge i és a aquesta posició que reafirma l’autonomia sindical i la seva suposada neutralitat a la qual oposem la independència política com a orientació estratègica. Un camí que ha de conduir a la materialització de la realitat política i organitzativa del projecte comunista en la forma de Partit; concretament, en la forma de Partit Comunista de Masses com a cristal·lització de les forces acumulades a partir de la unió de totes les organitzacions de classe revolucionàries, passa necessària perquè el proletariat pugui situar-se a l’ofensiva i disputar el control de la societat a les classes dominants.

Per això, l’aposta del Moviment Socialista per al front de l’habitatge és, de forma simplificada, l’aposta per la seva vinculació a la consecució del socialisme a partir de la recomposició de les forces disperses en el moviment per l’habitatge sobre una nova base política. Es pretén amb això rellançar la dinàmica de lluita en el front a partir d’unes noves coordenades políticoestratègiques que impliquen, per un costat, la construcció d’una organització pròpia a nivell nacional i, per l’altre, la vinculació estratègica al Procés Socialista com a proposta política revolucionària. Aquest objectiu pren com a punt de partida les conclusions exposades respecte a la falta d’independència política i la centralitat dels moviments socials en el plànol organitzatiu, tenint en comú ambdós elements la inexistència d’un plantejament estratègic que permeti superar les limitacions. Aquesta perspectiva estratègica és la que pretén aportar en l’actualitat el Moviment Socialista en relació a les lluites salarials, cosa que les atorga un marc de comprensió comú, contribuint de forma conscient a un procés polític major: l’expansió del projecte comunista.

Perquè això sigui possible no n’hi ha prou amb enunciar l’existència d’una estratègia sinó que aquesta ha de tenir una plasmació en els objectius, prioritats i orientació de les diferents lluites. Aquí és on se situa la importància de la centralització estratègica com a forma de garantir una direcció unitària per a la tàctica general desplegada, assegurant la coherència entre aquesta i la línia política. El concepte de centralització estratègica té una rellevància fonamental perquè s’oposa al sentit comú de sectors militants sobre la coordinació de diferents plànols de lluita. Aquesta aposta per la coordinació, fruit de la fragmentació política i social actual i de la rellevància dels moviments socials com expressió lògica de la dita fragmentació, és la perspectiva estratègica que alguns defensen com a forma de superació de la parcialitat. En el cas del sindicalisme d’habitatge aquesta perspectiva representa una visió economicista del conflicte per reduir el seu paper a la defensa de les condicions de vida en relació a l’accés a l’habitatge, l’ampliació de drets en aquest sector o el canvi de sentit comú respecte a la qüestió immobiliària. Qüestions totes elles d’importància però impotents pel que fa a construir un poder de classe independent vinculat a un programa revolucionari.

Per contra, la vinculació de la lluita per l’habitatge al socialisme des de la perspectiva de la centralització estratègica, considerem que pot realitzar dues contribucions fonamentals a la reconstitució de la independència política del proletariat, atès al moment actual de desenvolupament del projecte comunista i la correlació de forces general. Per un costat, situar el debat estratègic com la qüestió clau per a l’avenç del moviment i la unificació dels sectors militants més avançats i, per l’altre, contribuir al plànol de la lluita cultural des de la intervenció política. Aquesta contribució es desglossa en tres elements: la propaganda estratègica, la construcció d’un poder territorial i l’aposta per la construcció d’una organització socialista pel front de l’habitatge.

El primer d’ells, la propaganda estratègica, s’ha d’entendre des de la prioritat que ha de tenir la lluita cultural en l’actualitat per a erigir una alternativa revolucionària assumida conscientment per àmplies capes del proletariat. Assumir com a tesis la derrota històrica del comunisme porta a situar com a prioritari regenerar la força social que ha de portar-lo a terme, establint les bases d’una cosmovisió pròpia que li serveixi com a fonament. I és que l’hegemonia de la cosmovisió burgesa en la societat està àmpliament estesa entre les masses, la qual cosa sumada a l’evident derrota de posicions revolucionàries, ens situa en una posició defensiva per a l’expansió del projecte comunista i la constitució d’un bloc proletari com a força social antagònica. És per això que la prioritat de la lluita cultural ha de ser transversal a la fase moviment en què ens trobem, ja que en les societats capitalistes desenvolupades el control de la direcció de la societat no serà possible mentre l’hegemonia cultural estigui en mans de les classes dominants. La propaganda estratègica, combinada amb els mètodes d’agitació adequats, és el mitjà pel qual el projecte comunista ha de presentar-se a la societat, difonent les nostres tesis polítiques a partir de la seva traducció a un plànol discursiu que permeti rellançar la tasca d’hegemonització entre les masses treballadores. Aquesta tasca ens permet generar un bloc d’oposició als partits d’esquerres institucionals, per frenar la seva capacitat d’assimilació, a més de combatre internament tendències cap a posicions reformistes en dotar-nos d’una guia perquè l’acció quotidiana polititzi en una direcció clara, i no únicament a partir de l’experiència viscuda que per si mateixa no apuntala un horitzó revolucionari.

En aquesta línia, deslegitimar el poder polític burgès des de la impossibilitat de garantir l’accés a l’habitatge, confrontar a elits polítiques i financeres pel seu paper en el sector immobiliari, situar la necessitat de l’expropiació d’habitatges perquè passin a mans dels treballadors, l’eliminació del deute hipotecari o la relació de renda que suposa el lloguer, són elements a assenyalar des de la nostra activitat política. Qüestions totes elles que delimiten una línia política i dificulten la seva assimilació per part del Partit de la Reforma. Contribucions que a la vegada apunten a l’objectiu estratègic principal com és la instauració de l’Estat socialista com a única garantia de posar fi a aquestes problemàtiques i garantir un accés universal a l’habitatge. És una prioritat de primer ordre començar a incidir en la lluita cultural amb agència pròpia, no només com a resposta a la deriva reaccionaria actual, sinó sobretot com a forma d’assentar les bases culturals i ideològiques necessàries que han d’acompanyar el desplegament polític i organitzatiu del projecte comunista.

El segon element seria la construcció d’un poder territorial. El sindicalisme d’habitatge ha de saber combinar diferents escales organitzatives en relació a la intervenció política que es realitzi en cada cas, tractant que aquestes es vinculin a les estructures d’organització socialista a nivell territorial. En aquesta vinculació resideix la possibilitat de començar a teixir la base social entre la qual s’ha de generalitzar la consciència socialista, estimulant el seu desenvolupament des d’una dimensió pedagògica en el treball polític i l’activitat sindical, així com estendre unes coordenades polítiques i culturals pròpies; que la vinculació sigui possible dependrà sobretot de l’eficiència aconseguida en l’activitat que es desplegui. La difusió d’un sentit comú comunista no compta amb el suport d’una experiència compartida que hagi demostrat a la pràctica una forma de civilització superior a la societat capitalista, per això té una importància vital demostrar una capacitat organitzativa eficient, que situï a les organitzacions socialistes com a eines de referència per al proletariat allà on el poder socialista esdevingui efectiu. En el seu desplegament territorial, el sindicalisme d’habitatge ha de contribuir a superar la fragmentació en què s’articulen avui en dia les diferents problemàtiques d’accés a l’habitatge, diversificant els seus mètodes organitzatius i tenint la capacitat d’enunciar victòries que facin real el procés d’acumulació de forces sedimentant-les territorialment: espais de poder socialista on començar a teixir la base social simpatitzant i vinculada orgànicament al Moviment Socialista.

L’últim d’aquests elements, i com a condició necessària per a la realització dels altres dos, seria l’aposta per la construcció d’una organització socialista per al front de l’habitatge: el Sindicat d’Habitatge Socialista de Catalunya. Una organització sindical que treballarà per la vinculació d’aquesta lluita amb la consecució del socialisme des d’uns principis polítics i un plantejament estratègic sòlids. Les posicions socialistes al moviment per l’habitatge no comptaven fins ara amb una estructura organitzativa centralitzada que les acompanyés en la seva intervenció. Les capacitats generades durant anys de sindicalisme de base, en trobar-se descentralitzades i sense una direcció unificada, no permetien desenvolupar una tàctica general compartida; des d’aquesta perspectiva, en el desenvolupament polític i organitzatiu del Moviment Socialista en la seva intervenció en el front de l’habitatge era necessari superar ambdues limitacions. L’aposta per la creació d’una organització sindical centralitzada d’àmbit nacional, en què els sindicats d’habitatge actuen com a bases polítiques territorialitzades de la dita organització, considerem que contribueix a una intervenció més eficaç i unificada en termes sindicals així com garanteix l’existència de les posicions comunistes en la guerra cultural en curs.

Ara bé, l’aposta per l’estructura sindical socialista ha de suposar un avenç qualitatiu de les capacitats polítiques i tècniques requerides per a una intervenció sindical eficient, que explori els canvis organitzatius i pedagògics necessaris per a fusionar el projecte comunista amb el proletariat. Perquè aquest moment de reflux generalitzat s’ha d’aprofitar per a consolidar posicions davant del més que probable sorgiment de futurs esclats social, context en què hem d’estar preparats per avançar posicions en la lluita de classes. No podem permetre’ns que davant de futurs cicles de mobilització, el projecte comunista torni a estar desaparegut i torni a quedar relegat a la subalternitat de la socialdemocràcia populista i al resistencialisme impotent dels moviments socials. L’organització sindical socialista serà un altaveu pel projecte comunista en qüestions de conjuntura, relacionant les problemàtiques concretes en què intervingui amb la seva impossibilitat de resoldre’s dins del sistema capitalista i assenyalant a l’Estat socialista com a única garantia per l’accés dels treballadors a l’habitatge de forma universal. Intervenció en la conjuntura des de posicions comunistes, eina eficient per al proletariat, contribució a la propaganda estratègica com a part del procés d’expansió del projecte comunista en la societat, consolidació d’una base social partidària d’una alternativa socialista: aquestes són les tasques del Sindicat d’Habitatge Socialista de Catalunya.

Sindicat d’Habitatge Socialista de Catalunya i intervenció política revolucionària

Esperem que aquestes línies hagin contribuït al debat obert en el front de l’habitatge. A tall de conclusió ens agradaria resumir les principals tasques que es deriven de la proposta que llencem. Un resum que des del nostre punt de vista respon a la següent perspectiva: arribat a un cert punt, el debat arriba a límits de contrast racional que només poden ser resolts si es corrobora l’efectivitat de les posicions en la intervenció directa. I a partir d’allà es podran verificar els encerts, els errors, o els nous nusos i interrogants a resoldre. El debat al si de la lluita per l’habitatge a Catalunya ha arribat a aquest punt, almenys per part nostra. És hora de començar una nova fase. El Sindicat d’Habitatge Socialista de Catalunya neix amb la pretensió de constituir-se com un agent polític de referència en l’àmbit de l’habitatge pel proletariat de Catalunya.

En aquest sentit, el principal repte que ens proposem és recompondre políticament i organitzativa, en un sentit revolucionari, les forces socials que bateguen a la problemàtica de l’habitatge. Per a abordar el repte, plantegem aixecar un sindicat vinculat a l’estratègia socialista, que doni lloc a un centre polític i sindical des del qual rellançar la lluita i una base sòlida construïda amb una prioritat: combatre l’economicisme i reformisme derivats de la cosmovisió burgesa, a partir de la socialització pràctica, lluita a lluita, del programa comunista per l’habitatge. Concretament, desplaçar la influència de l’esquerra electoral dels sectors de la classe treballadora afectats per la problemàtica, així com del debat públic en general.

Per això, aquesta organització partirà de la suma dels sindicats locals en adhesió a la proposta, però haurà de ser alguna cosa més: una eina sindical útil per a tots els perfils afectats per la problemàtica de l’habitatge allà on es troben. Aquí guanya especial importància les possibilitats que ofereix el sindicalisme d’habitatge a l’hora d’organitzar als sectors migrants del proletariat, fonamentals per a la recomposició del proletariat en subjecte revolucionari en l’actualitat. En aquesta línia, s’aprofundirà i s’expandirà el treball pràctic desenvolupat fins al dia d’avui per explorar formes de conflictes, acció sindical i organització que siguin capaces de donar respostes i colpejar més enllà de la forma moviment social o comunitat en lluita, aportant així a l’avenç de posicions en la lluita per la defensa de les condicions de vida del proletariat. A nivell tàctic, la proposta socialista per al front de l’habitatge es concreta en la vinculació dels problemes immediats que pateix el proletariat en relació a l’accés a l’habitatge amb l’objectiu final del socialisme. Així, algunes línies de desplegament tàctic consistiran a intervenir i desenvolupar amb profunditat la guerra quotidiana del desbocat mercat de lloguer, canalitzant el conflicte existent entorn dels lloguers cap a posicions comunistes, combinant escala sectorial i territorial segons els conflictes. Superar la fase defensiva i l’aïllament que està acorralant l’eina de la paralització dels desnonaments o assentar vies per a canalitzar tota la frustració i conflicte social dels barris perifèrics i degradats. Serà rellevant també donar la volta a les relacions amb l’administració plantejant una sèrie de disputes que treguin a la llum la convergència d’objectius de la burgesia immobiliària i la política professional, per exemple, de cara al nou cicle especulatiu d’habitatge “assequible” en col·laboració publicoprivada.

Així mateix, i en coherència amb la nostra posició, no creiem que en intervenir en els diferents tipus de problemàtiques hi sigui la clau per rompre la segmentació existent en el conflicte de classe de l’habitatge, tampoc per avançar en la lluita de classes. El subjecte unitari, la recomposició dels diferents perfils en una aportació unitària i revolucionària serà la suma de diferents elements. En primer lloc, treball sindical quotidià. En segon lloc, conflictes tàctics triats amb un criteri proporcional a les forces i la conjuntura de cada moment. En tercer, una forta orientació política, intervenció pública en el debat en els diferents àmbits de socialització de la nostra classe. Només amb fortes dosis d’artifici polític podem recosir el que espontàniament, ara per ara, es dona com a conflictes segmentats i a vegades fins i tot contraposats en un mateix àmbit de la vida social com l’habitatge.

Finalment, i no menys important, cadascun d’aquests desenvolupaments es donaran tenint en compte l’existència del debat obert, tant en la pràctica com en les idees, al voltant de la lluita per l’habitatge. Malgrat que les dues posicions principals avui en siguin les que representen el Sindicat de Llogaters i el Moviment Socialista, i encara que creguem que la forma moviment està esgotada políticament, no oblidem la diversitat i complexitat existent als col·lectius en lluita a Catalunya. En coherència amb la nostra proposta plantejada al 2n Congrés d’un espai de coordinació, proposem que aquest espai prengui la forma d’una taula sindical en què es puguin donar cos a les necessitats de coordinació entre organitzacions sindicals diferents. Un espai que, davant de l’absència d’acords estratègics, sigui d’utilitat com a òrgan unitari a través del qual arribar a posicions de mínims per a la unitat d’acció necessària. La nostra prioritat serà posar damunt de la taula propostes que incentivin el debat al voltant de les vies de construcció de la independència de classe, d’afrontar la repressió de l’Estat i de demandes i propostes que comportin la confrontació amb l’esquerra institucional.

Aquests són els reptes que presenta el Sindicat d’Habitatge Socialista de Catalunya per aquesta nova etapa; una etapa que tot i que es manifesti com a defensiva, tindrà caràcter de preparació davant dels efectes, difícils de predir exactament, de l’evolució econòmica i social de les diferents tendències lligades a la problemàtica de l’habitatge. Preparació per a què? Per a noves onades massives de conflicte social en què l’habitatge tingui un paper rellevant i estigui aportant en un sentit revolucionari, i no torni a ser assimilat i anul·lat per part de la burgesia. Aquesta és la nostra hipòtesi: que la demostració pràctica la posi al seu lloc.

(Horitzó Socialista)

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Propuesta socialista para el frente de la vivienda

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07.05.2024

Propuesta socialista para el frente de la vivienda

El último ciclo político de movilizaciones ha sido enterrado. Con él, se han podido constatar claramente los límites experimentados en las diferentes expresiones de lucha que el proletariado ha llevado a cabo, desde las primeras fórmulas difundidas a finales de la primera década de 2000 hasta el cierre de este ciclo, evidenciado sin duda en la pospandemia. Una “vuelta a la normalidad” en la que la principal conclusión de este ciclo que ahora ya queda atrás ha sido la inexistencia de avances significativos, sólidos, de las posiciones revolucionarias en la lucha de clases.

Pero no sería justo dejar aquí el balance de esta etapa de la lucha de clases en el Estado y en Cataluña. El dinamismo de los movimientos sociales, el recorrido de ciertas fórmulas organizativas de base o los límites de los planteamientos político-institucionales que han jugado un papel clave, se acumulan en la experiencia de una clase que no ha conseguido asentar a algunos de estos pequeños avances realizados, cargados de potencialidad y fragilidad a partes iguales, en fuerza social organizada. Sin embargo, no es la intención de quien escribe estas líneas sumergirse en un balance histórico general de las causas y condiciones que explican este ciclo de luchas todavía reciente. La tarea es más modesta. Lo que aquí se pretende hacer es una exposición de la propuesta del Movimiento Socialista para el frente de vivienda en Cataluña, explicando las tesis políticas que la fundamentan, sus prioridades políticas, así como la función estratégica en relación a la fase de desarrollo del proyecto socialista en la actualidad y el contexto político general en el que se encuentra.

Subalternidad política: movimientos sociales e independencia de clase

Toda persona mínimamente cercana a la experiencia del último ciclo político compartirá que los movimientos sociales han sido las formas organizativas predominantes, convirtiéndose en la herramienta organizativa central en la articulación de las diferentes expresiones de lucha del proletariado. Probablemente, el Movimiento por la Vivienda ha supuesto un ejemplo paradigmático de estos movimientos sociales. Un pasado en el que la movilización de amplios sectores del proletariado y un sentido común progresista en expansión despertaron la ilusión y la esperanza de sectores militantes, al generar las condiciones políticas en las que la forma movimiento social se adapta mejor: opinión pública favorable, altos niveles de movilización, crisis de gobernabilidad y carencia de actores que pudieran canalizar estas expresiones de autoorganización por vías organizativas más sólidas. Pero como todo ciclo de luchas, éste llegó a su fin sacando a la luz la fragilidad de lo conseguido, la inestabilidad de las estructuras organizativas generadas y, sobre todo, la ausencia de un marco estratégico que dotara a estas expresiones de lucha de bases políticas sólidas. Consideraciones que a nuestro juicio, son igualmente válidas para el movimiento por la vivienda.

El balance crítico de esta etapa cobra especial importancia para quienes han experimentado sus limitaciones y se muestran decididos a superarlas. En este punto es fundamental situar el agotamiento de los movimientos sociales como principal forma de articulación político y, sobre todo, la crítica a la lógica movimentista que ha impregnado el sentido común de amplios sectores militantes.

Con agotamiento nos referimos a la constatación de que los movimientos sociales no han sido eficaces en lo que se refiere a constituir una alternativa política a la izquierda parlamentaria que consolidara un poder de clase. Estas expresiones de autoorganización proletaria han supuesto respuestas parciales a las distintas violencias y opresiones experimentadas por la clase trabajadora, limitando su capacidad de concienciación y organización a las problemáticas concretas que explicaban sus propias luchas. A pesar de los aprendizajes y la escuela de militancia que ha supuesto para ciertos sectores de la sociedad, los movimientos sociales se han mostrado incapaces de generar un sentido común en la sociedad que otorgara una mayor concreción al anticapitalismo abstracto en el que se enmarcaba. Menos aún de trabajar por su necesaria vinculación con un proyecto superador de la sociedad de clases y orientado a la construcción de una alternativa socialista a la sociedad actual. Precisamente esta indefinición, en sentido político e ideológico, ha llevado a presentar como virtud lo que realmente ha sido una de sus grandes carencias, siendo la senda de entrada que ha facilitado la consolidación del interclasismo dentro de los espacios militantes y luchas proletarias; entendiendo por interclasismo aquellos proyectos de conciliación de intereses entre clases. Esto ha provocado la dificultad de articular política proletaria a partir de las experiencias de organización de nuestra clase en el ciclo anterior, pasando a realizar un tipo de política orientada al apuntalamiento del proyecto de las clases medias en descomposición. El movimientoismo y su dimensión ideológica interclasista son un obstáculo en la recomposición del proletariado como sujeto revolucionario y la reafirmación de sus intereses como los únicos universalizables y, por tanto, los únicos a partir de los cuales edificar un proyecto emancipador.

Esa dependencia ha sido la otra gran característica del último ciclo. Dicho en otras palabras: los movimientos sociales han sido subalternos a los intereses de los partidos socialdemócratas, sirviendo como plataformas de movilización y de sensibilización pública al no poder superar nunca su dependencia política por carecer de un marco estratégico propio. Y es que como ya se ha señalado, la carencia de un marco ideológico y estratégico sólido no supone únicamente una limitación por su propio desarrollo y consolidación, sino que provoca que ese vacío pase a ser llenado por quien sí cuenta con un marco Por ello, los esfuerzos y metas de todo el ciclo político han contribuido al proceso de legitimación del proyecto socialdemócrata, independientemente de la voluntad de la militancia de base.

De esa subalternidad o dependencia se extrae una de las tesis políticas fundamentales para explicar la propuesta actual del Movimiento Socialista para la lucha por la vivienda. Un análisis en retrospectiva del recorrido histórico del movimiento por la vivienda a nivel estatal confirma esta hipótesis. El primer ciclo ascendente, que podríamos situar desde 2011 a 2015, ejemplifica esta relación de dependencia movimiento-institución. Durante aquellos años, se lograron situar demandas del movimiento como temas centrales de opinión pública, aglutinando parte del descontento contra las entidades bancarias y contra los partidos profesionales, llegando así a niveles de apoyo y legitimidad impensables hoy en día. Pero sería erróneo considerar que la totalidad del movimiento, principalmente en términos de composición militante, estaba de acuerdo en asumir esta subalternidad de forma consciente, sino que ésta se explicaba por la preeminencia de la cuestión táctica y, sobre todo, por el vacío estratégico que le acompañaba. Del mismo modo, no se puede obviar que sectores relevante del movimiento apoyaran conscientemente esta vía, asumiendo que era éste el papel de la lucha por la vivienda: reducir el movimiento a la lógica de las demandas, acotando su potencial al posibilismo dentro de los reducidos márgenes de actuación de la legalidad burguesa, imposibilitando elevar estos conflictos concretos en luchas políticas por el control y dirección de la sociedad. El cierre de esta primera fase ascendente de la lucha por la vivienda tiene un efecto desmovilizador muy fuerte en paralelo al asalto institucional. Es ilustrativo cómo en Cataluña se puede establecer esta genealogía entre movimiento por la vivienda y la consolidación del proyecto de los Comunes, con el sector representado por la PAH Barcelona como un agente clave en la apuesta de impulsar a Ada Colau al alcaldía de la ciudad.

Posteriormente, se reinicia un ciclo fuerte de movilización en el que la innovación fue representada por el surgimiento de los sindicatos de vivienda a partir de 2016, debido a los límites que había mostrado la PAH y su incapacidad de dado respuesta al estallido de la problemática que se dio en ese momento. Durante esta segunda etapa, el movimiento por la vivienda fue muy dinámico y alcanzó cuotas de conflictividad que no se habían generado hasta entonces, demostrando una capacidad de autodefensa que confirmaba el acierto y eficacia, aunque fuera de forma temporal, de estas instituciones proletarias. Sin embargo, el dinamismo de estos años no fue acompañado por la construcción de herramientas organizativas sólidas que dotaran a la lucha por la vivienda de un horizonte estratégico compartido. El impacto a nivel social y la mayor radicalidad de esta segunda fase no logró volver a imprimir el carácter de masas que había tenido en la época previa, reduciendo su grado de apertura y delimitando progresivamente su participación a minorías militantes y su vinculación con los sectores más empobrecidos del proletariado urbano, principalmente de origen migrante.

En estos años, la problemática del desahucio se encontraba en un momento crítico y además se comenzaban a vislumbrar los efectos del desplazamiento de la problemática de las hipotecas a los alquileres, a consecuencia de los cambios legislativos realizados en relación con los márgenes de ganancia de proporcionaban comparativamente. Corresponden también a esa época los avances más relevantes en términos de concienciación política y la generación de toda una capa de militantes que empezaba a ser consciente de las limitaciones del ciclo de luchas. La gran carencia aquí fue la incapacidad de dotarse de una estrategia clara que proporcionara un sentido integral a la lucha por la vivienda y la vinculara con un proyecto más amplio de disputa del poder político.

Este ciclo se cerró abruptamente con la pandemia, pero tiene su correlato en cómo los partidos institucionales de ámbito catalán aprovecharon el dinamismo de la lucha para situarse como representantes de ésta. Esto se explica por la capacidad del movimiento de seguir situando en la opinión pública la problemática, lo que no habría sido posible sin los niveles de conflictividad generados en base a ingentes cantidades de esfuerzos militantes. Por ello, la apuesta que se realiza a nivel institucional por la ley de regulación de alquileres no es fruto del interés genuino de la dirección de partidos profesionales, sino que es la consecuencia lógica de entender los movimientos sociales como plataformas de movilización ciudadana desde las que realizar propaganda con finalidad electoral. Y aquí, de nuevo, la apuesta por la regulación de alquiler, impulsada a nivel de movimiento por el Sindicato de Alquiladores, prefiguró el cierre de esta segunda fase en la que no se logró superar la relación de dependencia entre movimiento y partidos institucionales. Los efectos de esta reforma legislativa no son objeto de este texto, que cada uno saque sus propias conclusiones respecto a su impacto real y los avances que ha supuesto en términos de correlación de fuerzas.

Este balance del recorrido del movimiento por la vivienda es el que explica la necesidad de dar un salto cualitativo en la lucha por la vivienda. Un salto que pasa por situar la independencia política como objetivo estratégico de la fase actual del desarrollo de la lucha de clases, para romper de una vez por todas con la subalternidad a la que se han visto abocados esfuerzos ingentes y no pocas dosis de esperanza militante. Porque el punto de partida en la actualidad es el de la derrota histórica del comunismo como proyecto posible y deseable por el proletariado, lo que implica primeramente apostar por la reconstitución de su independencia política: rearticular al proletariado en clase independiente como única vía para hacer posible la construcción de una alternativa política a la sociedad de clases. Quien quiera entender ese objetivo de relevancia estratégica fundamental como simple discurso, como una consigna vacía, quizá no esté entendiendo su importancia. O eso, o no lo comparte. No habrá proyecto alternativo de sociedad, proyecto comunista, sin que éste se asiente primero en la independencia política de la clase que debe llevarlo a cabo, desde donde realidad progresivamente los avances, en el plano ideológico-cultural y organizativo, necesarios para sentar las bases del futuro Partido Comunista de Masas que debe disputar la dirección de la sociedad en la clase dominante.

Función estratégica del frente de la vivienda para el proyecto comunista

Es necesario resaltar brevemente la función que consideramos que tiene el sindicalismo en general y la lucha por la vivienda en particular, dentro de una estrategia revolucionaria. Entendemos a los sindicatos como herramientas de autodefensa del proletariado, instituciones en las que a partir de la organización y defensa de las condiciones de vida se constituyen núcleos incipientes de poder obrero desde los que disputar el acceso y proporción de las diferentes formas de salario por parte de la clase trabajadora. Hablamos de diferentes formas de salario para no reducir la forma sindical a su modelo clásico, vinculado a las luchas por conseguir mejores condiciones de venta de la fuerza de trabajo desde la organización en la esfera de la producción, entendiendo las diferentes luchas salariales que tienen lugar en la esfera de la distribución también como formas de sindicalismo. Es desde ese enfoque que entendemos el sindicalismo de vivienda.

Así, los sindicatos representarían las primeras formas de asociación entre trabajadores surgidas por compartir unos intereses inmediatos y la necesidad de defenderlos de forma colectiva. Ahora bien, en el debate histórico sobre el papel del sindicalismo, una de las principales posiciones es la que encarnaba la tradición revisionista de la II Internacional; unas posiciones que han limitado estas formas de poder obrero a un plan eminentemente económico, desligándose del proceso de disputa general por el poder político. Esta reducción a disputas meramente económicas ha facilitado históricamente su integración dentro de los márgenes de la institucionalidad capitalista y su asimilación por parte de los diferentes representantes del Partido de la Reforma, que debe entenderse como la suma de las posiciones abocadas a la lógica de las reformas en su pretensión de gobierno del Estado, de promoción de proyectos de conciliación entre clases y que contribuyen a la naturalización de la política burguesa como único terreno posible de disputa política. Ante esta tendencia hacia la integración y asimilación, siempre presente en los debates históricos del sindicalismo y que remite a la discusión clásica entre economía y política, se propone desde el marxismo revolucionario dotar de un carácter más político a los sindicatos para que sirvan así como instrumentos del movimiento revolucionario del proletariado. Por otra parte, es también importante señalar aquellas posiciones que sí contemplaban como prioridad la dimensión política de las luchas económicas y su vinculación a un horizonte revolucionario, como sería el caso del sindicalismo revolucionario que abogaba por la neutralidad de los sindicatos en oposición a su vinculación partidaria.

En esta línea, consideramos que el sindicalismo puede tener un papel fundamental en organizar en diferentes sectores de la clase trabajadora frente a la fragmentación política y social existente hoy en día. Sin embargo, cabe destacar un aspecto importante: el desarrollo de un movimiento sindical, sólido, de clase, debe estar acompañado por la regeneración del movimiento comunista como requisito necesario para la reconstitución de la independencia política del proletariado . Sin proyecto comunista no será posible dotar a los trabajadores de su forma política más terminada, constituirnos en Partido de Masas en fase de ofensiva, resultado de la acumulación de fuerzas realizada a través de la lucha cultural y la generalización de la conciencia socialista entre las masas. Y el sindicalismo puede contribuir a ese objetivo. Porque desde la efectividad de la actividad sindical las victorias conseguidas pueden ser entendidas por los trabajadores como avances que legitiman el proyecto comunista frente a las masas y refuerzan la convicción de ir más allá en la acción revolucionaria. Por tanto, los sindicatos deben ser espacios abiertos a la clase trabajadora, independientemente de su ideología y filiación política, con la obvia excepción de la reproducción de diferentes formas de violencia y opresión. Apertura que se justifica por la improrrogable labor de educación política de las organizaciones independientes del proletariado y su decisiva aportación en la expansión de la conciencia socialista. Porque ayer al igual que hoy, la labor de los comunistas en los sindicatos será la de explicar la dimensión de clase de cada conflicto desde unas coordenadas propias, promoviendo la organización y concienciación del proletariado para convertirlo en la base sobre la misma que edificar la nueva organización de la vida económica.

Esta vinculación con un proceso de acumulación de fuerzas que rearticule política y organizativamente al proletariado, orientándolo a la realización del programa revolucionario, es debatida también por algunos sectores militantes que afirman la necesidad de mantener la autonomía sindical de los sindicatos. Este posicionamiento tiene su origen en la tradición del sindicalismo revolucionario, como decía más arriba, corriente que abogaba por la neutralidad política de los sindicatos en contraposición a la fórmula Partido. Una neutralidad que, en última instancia, favorecía a la hegemonía burguesa y apuntalaba el control político por parte de los partidos socialdemócratas sobre los sindicatos en cuestión. En su traducción al debate actual en el movimiento por la vivienda en Cataluña, y con las diferencias evidentes a nivel de contexto histórico, consideramos que reafirmar la autonomía sindical mantiene la lucha en una posición de debilidad al no poder desplegar una acción sindical con........

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