Las declaraciones del ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, en las que afirmaba que el entonces candidato Javier Milei había aparecido en una entrevista bajo los efectos de la “ingesta de no sé qué sustancias”, han provocado una crisis diplomática entre el Gobierno de España y el de Argentina. La respuesta desde la Oficina del ahora presidente Javier Milei, con un comunicado oficial de rechazo a las “calumnias e injurias” de Puente, elevó el tono al pronunciarse sobre temas candentes de la política española, como las diligencias abiertas contra la esposa del presidente Pedro Sánchez, con afirmaciones bastante distantes del decoro diplomático: “Por el bien del Reino de España, esperamos que la justicia actúe con celeridad para esclarecer semejante escándalo de corrupción que afecta directamente la estabilidad de su Nación y, por consiguiente, las relaciones con nuestro país”.

Pero el comunicado fue más allá en su respuesta opinando sobre la figura del presidente del Gobierno español y realizando otras valoraciones sobre sus políticas económicas. Acusaba al Gobierno de coalición de Sánchez de ser un proyecto “que ha puesto en peligro a la clase media con sus políticas socialistas que solo traen pobreza y muerte”. Por el contrario, “los argentinos elegimos cambiar el modelo que nos trajo miseria y decadencia. El mismo modelo que aplica el Partido Socialista Obrero Español en su país”. Y concluía: “Esperamos que el pueblo español pronto vuelva a elegir vivir en libertad”.

Puente ha admitido que sus palabras fueron un error y que se arrepiente de haberlas pronunciado. La crisis diplomática puede estar formalmente zanjada, por la voluntad recíproca de no hacerla escalar, pero la respuesta de Milei permite reflexionar sobre cómo la derecha radical lleva tiempo haciendo política y construyendo la imagen del adversario sobre premisas que poco se asemejan a la realidad. Una lógica discursiva que va más allá del uso de la mentira y que tiene que ver con una especie de juego de la ventana de Overton.

En este caso, la derecha radical no trata sólo de normalizar ideas extremas que antes podían ser inconcebibles, por discriminatorias o políticamente incorrectas, sino de cerrar la ventana de posibilidad a otras ideas de la tradición de la izquierda que antes eran asumidas como normales o moderadas pero que, reinterpretadas desde el prisma de la ultraderecha, son colocadas en un extremo susceptible de ser expulsado del horizonte político.

Tildando las políticas socialdemócratas o social liberales del PSOE como “políticas socialistas que solo traen pobreza y muerte”, Milei convierte el reformismo en extremo y excluye, de paso, la posibilidad de defender auténticas políticas socialistas como alternativa política. Coloca al Gobierno de coalición español en un espectro ideológico que no le corresponde y, con ello, provoca un desplazamiento, todavía mayor, hacia la derecha en el debate público. La escala de posibilidad se reduce haciendo desaparecer de la contienda política otras opciones ideológicas en el flanco de la izquierda al confundirlas con políticas socialistas que no son tales si atendemos en puridad a la contribución histórica de la teoría socialista.

Mientras, los medios de comunicación no se cansan de hablarnos de la polarización como un fenómeno de contraposición entre dos bloques ideológicos antagónicos que está cada día más presente en la vida política. Su omnipresencia mediática es tal que el término polarización fue elegido por la Fundación del Español Urgente (Fundéu) en 2023 como palabra del año. El propio presidente Pedro Sánchez ha utilizado el concepto de polarización asimétrica para denunciar cómo desde la derecha y ultraderecha española se sigue una estrategia de crispación que no encuentra equivalente en el lado de la izquierda. Una característica que, sin duda, se puede apreciar en las derechas radicales a escala mundial.

Pero la polarización asimétrica no es tanto un choque eminentemente de formas, como interpreta Sánchez, sino la existencia de una ultraderecha que defiende, de manera abierta y sin complejos, su agenda política frente a una izquierda anticapitalista que es barrida del mapa y otra izquierda alternativa que asume posiciones netamente moderadas. De hecho, para que haya polarización política se requiere la existencia de dos polos que confronten dos modelos políticos y económicos antagónicos. Y este antagonismo es difícil de apreciar entre proyectos políticos que no proponen salir en ningún caso del marco de posibilidad del capitalismo.

El choque discursivo y, por supuesto, posturas contrapuestas y diferenciadas en la agenda de la ultraderecha y la izquierda socialdemócrata en muchos temas que tienen que ver con los derechos civiles o con el papel del Estado en la economía no deberían hacernos olvidar que hay vida más allá de los márgenes de posibilidad en que se está planteando la disputa política actual y su traslación en los grandes medios.

Palabras como las de Milei contribuyen a limitar dichos márgenes. Cuando califica las políticas de intervención estatal de la tradición socialdemócrata o, incluso, la moderación social liberal como alternativas en clave de transformación socialista, que sólo tienen presencia en pocos partidos comunistas y movimientos minoritarios autodenominados anticapitalistas, invisibiliza a estos y deslegitima las ideas que representan. Lógicamente, no se trata sólo de una simple confusión producto del desconocimiento sino, sobre todo, de establecer así los límites del tablero de juego político.

De esta manera, un extremo o polo, el de la derecha radical, convierte la moderación del otro lado en extremo, cuando no lo es en absoluto, dejando fuera del marco de posibilidad, y legitimidad, de paso, las ideas y proyectos políticos que sí están en el espectro diametralmente opuesto de su concepción, en este caso el anticapitalismo. Dentro de éste encontramos, de hecho, el cuestionamiento de los mecanismos del sistema económico y político que permiten el surgimiento de estas fuerzas antidemocráticas de la derecha radical. Una impugnación radical que sí constituye un bloque antagonista, tanto a la derecha más extrema como a las posturas que defienden el orden existente desde la moderación.

Quizás por ello, y no obstante la naturaleza antagónica entre las propuestas de defensa del capitalismo de la derecha radical y la propuesta de superación del capitalismo de la izquierda socialista y comunista, ambos polos son presentados por el propio sistema como dos ejemplos de extremos igualmente rechazables. Se homologa ser de ultraderecha con ser de ultraizquierda, ser fascista o antifascista, ser nazi o comunista, como si los principios y objetivos políticos que se encuentran detrás de cada una de las ideologías que dan cuerpo teórico a estos posicionamientos fueran éticamente equiparables.

El resultado parece evidente: una ultraderecha envalentonada, que tiene correlato político en partidos mayoritarios amparados por el sistema mediático hegemónico mientras, enfrente, la izquierda otrora alternativa asume posiciones de mayor moderación discursiva para no ser arrumbada a posiciones de marginalidad en el debate público. Una parte de esta izquierda ha caído en la trampa asumiendo los parámetros que la ultraderecha ha ayudado a construir. Su claudicación está haciendo emerger a otros movimientos que, sin complejos, se autodenominan socialistas y están ocupando, desde la base, un espacio que va a constituir la polarización política de un futuro no tan lejano.

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Hablemos de polarización

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10.05.2024

Las declaraciones del ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, en las que afirmaba que el entonces candidato Javier Milei había aparecido en una entrevista bajo los efectos de la “ingesta de no sé qué sustancias”, han provocado una crisis diplomática entre el Gobierno de España y el de Argentina. La respuesta desde la Oficina del ahora presidente Javier Milei, con un comunicado oficial de rechazo a las “calumnias e injurias” de Puente, elevó el tono al pronunciarse sobre temas candentes de la política española, como las diligencias abiertas contra la esposa del presidente Pedro Sánchez, con afirmaciones bastante distantes del decoro diplomático: “Por el bien del Reino de España, esperamos que la justicia actúe con celeridad para esclarecer semejante escándalo de corrupción que afecta directamente la estabilidad de su Nación y, por consiguiente, las relaciones con nuestro país”.

Pero el comunicado fue más allá en su respuesta opinando sobre la figura del presidente del Gobierno español y realizando otras valoraciones sobre sus políticas económicas. Acusaba al Gobierno de coalición de Sánchez de ser un proyecto “que ha puesto en peligro a la clase media con sus políticas socialistas que solo traen pobreza y muerte”. Por el contrario, “los argentinos elegimos cambiar el modelo que nos trajo miseria y decadencia. El mismo modelo que aplica el Partido Socialista Obrero Español en su país”. Y concluía: “Esperamos que el pueblo español pronto vuelva a elegir vivir en libertad”.

Puente ha admitido que sus palabras fueron un error y que se arrepiente de haberlas pronunciado. La crisis diplomática puede estar formalmente zanjada, por la voluntad recíproca de no hacerla escalar, pero la respuesta de Milei permite reflexionar sobre cómo la derecha radical lleva tiempo haciendo política y construyendo la imagen del adversario sobre premisas que poco se asemejan a la........

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