“La vida es ahora”, escribió Llucia Ramis en su artículo dedicado a Anna Pérez (Opinión, 3/IV/2024) en el que aludía, desde el título “Una cena pendiente”, a los encuentros que ya no podrían tener lugar con su amiga Anna y recordaba la extraordinaria afectuosidad de la periodista cultural. En especial, sus abrazos, en los que, en efecto, te sentías envuelta, cobijada, a salvo de cualquier intemperie. Había algo maternal en los abrazos de Anna, en la manera de aprisionarte y estrujarte durante unos largos instantes y a la vez algo muy fraternal. Anna no solo quería transmitirte su cariño, demostrarte lo importante que eras para ella, sino también lo cómplice que se sentía contigo. Eran los suyos, igualmente, abrazos de sororidad.

La vida es ahora y cuanto con ella hemos trajinado hasta aquí, con nosotros. A menudo, desgraciadamente, poblada de ausencias. El pasado 23 de abril no solo sentí, hasta dolerme, la de Anna Pérez, sino también y de manera muy profunda la de otra Ana, en este caso con una sola n, puesto que ella, Ana María Moix, siempre firmó en castellano.

Ana Moix, contrariamente a su tocaya Anna Pérez, era poco proclive a pasearse el día de Sant Jordi. A veces solo podías arrastrarla a las fiestas previas al 23 de Continuarà, ya desaparecida, o a la del hotel Alma, organizada por este periódico. Las multitudes no la atraían nada y se sentía agobiada. Pero como era la persona más generosa que he conocido, por acompañarte, accedía a ir contigo.

De la muerte de Ana Moix el pasado febrero se cumplieron diez años. El tiempo corre veloz, ustedes perdonen por la obviedad manifiesta. Parece que fue ayer, que ya enferma, seguía bromeando, con su enorme sentido del humor, incluso en la cama del hospital, donde la vi por última vez.

De Anna Pérez guardo algunas postales de sus viajes, cuando todavía, en aquellos tiempos que se nos antojan remotos, la gente enviaba postales. Una la tengo ahora delante. Se trata de una reproducción de la Primavera de Botticelli, comprada en la Galería de los Uffizi y enviada desde Florencia, para recordarme que, como ocurre en mi primera novela, Una primavera para Domenico Guarini, que ella había leído muy bien, el cuadro guarda enigmas que solo los iniciados pueden resolver.

De Ana Moix conservo una amplia correspondencia, que a menudo releo. Nos conocimos gracias a Pere Gimferrer –por cierto, autoridades culturales del país, ¿no se acuerdan de que este gran poeta merece el Nobel? Hagan algo, por favor– y nos hicimos amigas cuando las dos empezábamos a escribir. Recuerdo con qué atención escuché por radio, desde Mallorca, las votaciones del premio Nadal cuando ella, recién escrita Julia , presentó la novela al concurso.

Julia , después editada pero inencontrable, se ha publicado de nuevo. También ha aparecido su Poesía completa, la reedición de sus magníficas entrevistas en Tele/eXpres con el título Conversaciones en el tiempo y un texto inédito precioso, Detrás del telón, con sus apuntes para un curso en la Menéndez y Pelayo y sus crónicas sobre fútbol.

Además, desde hace unos días una biblioteca barcelonesa lleva su nombre. Y eso, el pasado Sant Jordi me sirvió de consuelo, en especial, cuando, abriéndome paso entre las aglomeraciones del centro de la ciudad, pude llegar a la zona del Eixample, a la biblioteca de la plaza Fort Pienc, Ana María Moix.

Ciertamente, me paseé el 23, con la ausencia de mis Anas junto a mí, pero con su presencia muy adentro, abrazada al corazón.

QOSHE - Anna y Ana - Carme Riera
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Anna y Ana

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28.04.2024

“La vida es ahora”, escribió Llucia Ramis en su artículo dedicado a Anna Pérez (Opinión, 3/IV/2024) en el que aludía, desde el título “Una cena pendiente”, a los encuentros que ya no podrían tener lugar con su amiga Anna y recordaba la extraordinaria afectuosidad de la periodista cultural. En especial, sus abrazos, en los que, en efecto, te sentías envuelta, cobijada, a salvo de cualquier intemperie. Había algo maternal en los abrazos de Anna, en la manera de aprisionarte y estrujarte durante unos largos instantes y a la vez algo muy fraternal. Anna no solo quería transmitirte su cariño, demostrarte lo importante que eras para ella, sino también lo cómplice que se sentía contigo. Eran los suyos, igualmente, abrazos de sororidad.

La vida es ahora y cuanto con ella hemos trajinado hasta aquí, con nosotros. A menudo, desgraciadamente, poblada de ausencias. El pasado 23 de........

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