Nos despertamos juntas a las 5:00. Aún nos cubre la oscuridad de la noche mientras observo sus ojos entreabrirse buscándome para alimentarse. Luego de algunos balbuceos y sonrisas, sus párpados se cierran y vuelve a los brazos de Morfeo sin abandonar los míos. Con toda la pena de mi corazón debo soltarla para prepararme a enfrentar la jornada laboral.

A las 7:00 le doy un beso en la frente mientras duerme y me despido dejando mi corazón a su lado. Es una rutina que lleva ya tres meses, pero aún me cuesta mucho separarme de ella.

Soy una madre trabajadora, como muchas otras que seguro vivieron lo mismo que yo siento ahora: esa lucha entre el deseo de volver a hacer aquello que nos permite sentirnos realizadas profesionalmente y el anhelo de no perdernos ni un segundo de la vida de nuestros bebés. Es una disyuntiva que intenté resolver desde unas dos a tres semanas antes de que termine la baja materna, pero aún no consigo manejarlo por completo.

Todavía pasan mil cosas por mi cabeza. ¿La cuidarán bien?, ¿qué hago si algo le pasa?, ¿cómo saber si come o duerme bien?, etc., etc., etc. Pero uno de los mayores pesares era no estar ahí. Lloré mucho antes de volver a trabajar, pero más aún cuando ella, como anticipándose a mi retorno laboral, dejó de aceptar el biberón. La angustia fue mayor, porque me necesitaba para comer. A este pesar que ocurrió en la lactancia le dedicaré otra columna más adelante. Por ahora quiero enfocarme en esta separación.

Sé que muchas se sentirán identificadas, porque es como estar suspendida en un universo paralelo. De pronto me encontraba en mi ambiente laboral, pero con la mente y el corazón en mi casa, con mi bebé. Nadie de mi entorno comprendía lo que esto significaba. Más aún porque trabajo con adolescentes que ni por asomo entienden la locura que vivo y tampoco los culpo o demando su comprensión, es parte de esta realidad.

Fue muy difícil, y aún lo es, concentrarme sólo en el trabajo cuando estoy con mis estudiantes. Me ha costado mucho volver al ritmo y me he encontrado en varias ocasiones como si fuese mi primer día de clases, lo cual también es muy frustrante. El cansancio me ha superado en varias ocasiones y los pechos cargados de leche me llegaron a doler al punto de no poder hacer movimientos bruscos.

Mi pareja me ha acompañado en este proceso y eso ayudó mucho, mi profunda admiración a las mujeres que deben hacerlo solas. Sin embargo, varias veces pensé que quizá, si tuviera la holgura económica, me daría la oportunidad de no tener que ir a trabajar, pero a la vez, si lo hiciera así creo que también sentiría que me falta algo. Qué complicado.

Pero más allá de toda esta complicación de la vuelta al trabajo, hay algo que atesoro. Puedo tener un día fatal en el trabajo, quedarme afónica de tanto dar clases y cansada de estar parada, pero la sonrisa que me recibe en casa me revitaliza, me devuelve vida y paz.

Su mirada alegre y su entusiasmo al recibirme hace que todo esfuerzo valga la pena. Atesoro con mayor profundidad el tiempo al lado de mi pequeña y disfruto hasta los pañales sucios.

Quedémonos con esos gestos, con esos instantes que dan sentido a esta locura maravillosa que es la maternidad y diluyen la cuestión de ser o no ser madre trabajadora.

QOSHE - Ser o no ser madre trabajadora - Lorena Amurrio Montes
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Ser o no ser madre trabajadora

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10.04.2024

Nos despertamos juntas a las 5:00. Aún nos cubre la oscuridad de la noche mientras observo sus ojos entreabrirse buscándome para alimentarse. Luego de algunos balbuceos y sonrisas, sus párpados se cierran y vuelve a los brazos de Morfeo sin abandonar los míos. Con toda la pena de mi corazón debo soltarla para prepararme a enfrentar la jornada laboral.

A las 7:00 le doy un beso en la frente mientras duerme y me despido dejando mi corazón a su lado. Es una rutina que lleva ya tres meses, pero aún me cuesta mucho separarme de ella.

Soy una madre trabajadora, como muchas otras que seguro vivieron lo mismo que yo siento ahora: esa lucha entre el deseo de volver a hacer aquello que nos permite sentirnos realizadas profesionalmente y el anhelo de no perdernos ni un segundo de la vida de nuestros bebés. Es una........

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