Enseñar y aprender es un ejercicio de exigencia existencial, una búsqueda remozada en cada quién. Las enseñanzas vinculadas al ejercicio profesional son fundamentales, pero existen otras ligadas al ejercicio de ser mejores personas. Estas últimas tienen que ver con el “aprender a ser” del legendario Informe Delors “La educación encierra un tesoro”, donde se asume la diversidad y la pertenencia múltiple como una riqueza.

Si bien ese informe —presentado a la Unesco por la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI— fue una fuente de inspiración para los docentes al finalizar el siglo XX, hoy las realidades educativas muestran, en ese mismo espíritu, que es necesario avistar un desarrollo humano donde hagamos frente en el aula a las exclusiones, los prejuicios y las incomprensiones.

Es preciso reconocer que los docentes, en general, hemos estado expuestos a enseñanzas únicas por parte de nuestros estudiantes. Una de las enseñanzas más importantes, fue la que me procuraron un par de estudiantes gais en mi clase de la universidad pública paceña, hace unos años. Recién se daba espacio a las diversidades sexuales y tanto mis estudiantes como yo misma discutíamos poco del tema.

Cuando llegaron estos dos jóvenes que eran pareja, sentí que la atmósfera de la clase no era de las mejores así que me propuse conversar con ellos para conocerlos. Al inicio de la clase, a manera de introducción, tocábamos diferentes temáticas acerca de lo que acontecía en el mundo. Uno de ellos participaba activamente de los debates. Era elocuente y reflexivo. Al final del curso tenían que realizar un ensayo que conllevará reflexiones que se pudieran compartir, para ser leídas en clase. Cuando le tocó el turno al estudiante referido, él habló sobre las dificultades de ser gay en un mundo que no estaba preparado para la inclusión y la tolerancia a las diversidades.

Sus palabras convincentes y nítidas ganaron la atención del auditorio. Toda la clase se quedó en silencio, estábamos asistiendo a la mejor lección sobre el respeto, en contraposición al desencanto de Sennett (2003) de que “la sociedad moderna carece de expresiones positivas de respeto y reconocimiento de los demás”. Fue el mejor aprendizaje del semestre. Quizás aprendí más de lo que enseñé.

He contado varias veces esa historia, con diversos matices, en un esfuerzo por amplificar la mirada de mis estudiantes hacia la noción de respeto que entraña no menoscabar la dignidad de los demás, en un mundo, ya de por sí, tremendamente desigual.

Un punto clave y positivo en la educación universitaria es el reconocimiento de la diversidad sexual. Es un valor político que reivindica a la diferencia desde una ética de convivencia humana y en la filosofía de los derechos humanos de la quinta generación. Es imprescindible que los profesores y profesoras en las universidades, reconozcamos la diversidad y aprendamos de ella la tolerancia, el respeto, la empatía. Esta última en el sentido de una empatía que se compromete con el otro en términos de que se lo considera valioso, merecedor de interés, y respeto comprensivo que crea confianza.

Se ha avanzado en alguna medida en la universidad con relación al respeto por las diversidades, pero los avances no son suficientes. La diversidad es una riqueza única para reinstalar un humanismo necesario. Un humanismo que se enraíza en el descubrimiento del otro, para lo cual el aprendizaje necesario es el autoexamen permanente de sí mismo, como bien señala Edgar Morin.

Ponerse en el lugar de los demás es una enseñanza básica que pasa necesariamente por interiorizar la tolerancia como una elección ética que permite la aceptación de la expresión de las ideas, convicciones, elecciones y orientaciones diferentes a las nuestras.

Maya Angelou, una estadounidense escritora y activista por los derechos civiles, lo sintetiza de manera magnífica: “La diversidad crea un rico tapiz y todos los hilos del tapiz son iguales en valor”.

QOSHE - Enseñanza y diversidad - Nelly Balda Cabello
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Enseñanza y diversidad

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29.03.2024

Enseñar y aprender es un ejercicio de exigencia existencial, una búsqueda remozada en cada quién. Las enseñanzas vinculadas al ejercicio profesional son fundamentales, pero existen otras ligadas al ejercicio de ser mejores personas. Estas últimas tienen que ver con el “aprender a ser” del legendario Informe Delors “La educación encierra un tesoro”, donde se asume la diversidad y la pertenencia múltiple como una riqueza.

Si bien ese informe —presentado a la Unesco por la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI— fue una fuente de inspiración para los docentes al finalizar el siglo XX, hoy las realidades educativas muestran, en ese mismo espíritu, que es necesario avistar un desarrollo humano donde hagamos frente en el aula a las exclusiones, los prejuicios y las incomprensiones.

Es preciso reconocer que los docentes, en general, hemos estado expuestos a enseñanzas únicas por parte de nuestros estudiantes. Una de las enseñanzas más importantes, fue la........

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