Leo con tristeza que ese gran periodista que es Juan Soto Ivars se marcha con su familia de Cataluña. Las razones son obvias. Juan tiene hijos y no quiere que crezcan en una sociedad desesperadamente monocolor, monotemática, triste, irascible, autoritaria e implacable con la disidencia. Comprendo perfectamente su postura, como en su día comprendí que mi hermano Juan Carlos Girauta dijera desde la tribuna de oradores unas palabras que son la sentencia de los procesistas al afirmar que se iba de Cataluña, de la tierra que le vio nacer, poque estaba harto de los separatistas, porque no los aguantaba más, porque quería vivir en libertad. Como ustedes podrán imaginarse no son los únicos en haber tomado la decisión de partir, porque no han sido solo cuatro mil empresas las que han decidido volar de aquí, ni tampoco la infinidad de negocios que prefieren instalarse en otras partes de España más acogedoras y normales. El auténtico drama del exilio de todo ese ingente capital humano es que se ha ido para nunca más volver. Se cuentan por miles los jóvenes que instalan sus primeros negocios, tan cargados de ilusión como de entusiasmo, en Madrid, principalmente, pero también en Valencia o en Sevilla o en Málaga. Las personas que quieren tener un futuro que no dependa de la paguita de la administración autonómica, previo corretaje lingüístico y político, se van. Huyen, sería la palabra más adecuada.

Es tristísimo, porque todas las razones que se exponen para ello son reales, palpables, tristemente instaladas en el cuerpo social de la sociedad catalana que, reconozcámoslo, está muerta hace mucho tiempo. El virus inoculado por Pujol con la asistencia de socialistas y comunistas ha hecho de las instituciones autonómicas en Cataluña una fortaleza inexpugnable, de ahí que gane quien gane este domingo el vencedor será el mismo Pujol que despotricaba sobre los andaluces. Todos los posibles vencedores han mamado de su discurso y en lo sustancial no difieren ni una coma del mismo. Es mucho tiempo aguantando ese paternalismo de terrateniente que considera a sus braceros como animales de carga como para no plantarse un buen día y hacer las maletas.

No intentaré, Dios me libre, disuadir a nadie de que se vaya. Debo reconocer que yo mismo siento algunas veces un pinchazo que me susurra al oído que estaría mucho mejor en cualquier otra parte que en el sitio en el que nací, en el que me casé y en el que tengo enterrados a mis padres y a mis suegros. Pero entonces, un cornetín de órdenes resuena en mis adentros y me da las razones para quedarme. Porque soy tan catalán como esos separatistas. Porque no me da la gana de darles el gusto de ver como uno de los que tenemos una tara en el ADN, según ellos, recoge armas y bagajes y se retira. Porque la obligación de un demócrata es plantar cara allí donde la libertad está en juego. Porque todos tenemos la obligación de dejar este mundo mejor de cómo lo encontramos. Porque no podría volver a mirar a los ojos a quienes se quedan en la Resistencia a pesar de los pesares. Porque, aun sintiéndome en mi casa en cualquier lugar de España, pues español soy, añoraría este lugar. Y, fundamentalmente, porque sé que les toca mucho lo que no suena que este domingo la gente como yo, empadronada aquí, viviendo aquí, observado y padeciendo todo lo que sucede aquí, vayamos a depositar nuestro voto en unas elecciones que quisieran solo de ellos. Añadiré otro motivo: cumplir modestamente con el Espíritu de Combate del Credo Legionario que dice que la Legión pedirá siempre, siempre, combatir, sin turno, sin contar los días, ni los meses ni los años. Yo añado que la Legión no se retira, no rehúye la lucha. La Legión avanza, quizá hasta que no quede un legionario en pie, pero va siempre hacia adelante. Así pues, y repitiendo que comprendo la postura de quien se va debo decirles a los puigdemones variopintos que ni me rindo ni me voy.

¡Viva el Rey, Visca Catalunya, viva España, viva la Legión!

QOSHE - Carta abierta a los que se van de Cataluña - Miquel Giménez
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Carta abierta a los que se van de Cataluña

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10.05.2024

Leo con tristeza que ese gran periodista que es Juan Soto Ivars se marcha con su familia de Cataluña. Las razones son obvias. Juan tiene hijos y no quiere que crezcan en una sociedad desesperadamente monocolor, monotemática, triste, irascible, autoritaria e implacable con la disidencia. Comprendo perfectamente su postura, como en su día comprendí que mi hermano Juan Carlos Girauta dijera desde la tribuna de oradores unas palabras que son la sentencia de los procesistas al afirmar que se iba de Cataluña, de la tierra que le vio nacer, poque estaba harto de los separatistas, porque no los aguantaba más, porque quería vivir en libertad. Como ustedes podrán imaginarse no son los únicos en haber tomado la decisión de partir, porque no han sido solo cuatro mil empresas las que han decidido volar de aquí, ni tampoco la infinidad de negocios que prefieren instalarse en otras partes de España más acogedoras y normales. El auténtico drama del exilio de todo ese ingente capital humano es que........

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