Tal vez por cinco décadas o más hemos escuchado como un mantra que la salida de los países en vías de desarrollo está en “el aumento de las fuerzas productivas”, sin discusión y como un axioma por allí se van desde los discursos, planes y programas hasta las políticas de los gobiernos pero también de las pequeñas empresas nacionales que sienten que si no aumentan su productividad se las va a devorar la competencia galopante.

Hay que aumentar las fuerzas productivas, la cama está hecha para escuchar ofertas: quién da más, un argumento de peso para llamar y convencer a los inversionistas, una razón más para buscar una solución mágica empaquetada para disparar el desarrollo y el crecimiento económico.

La pregunta que no se suele hacer es ¿cuál aumento de las fuerzas productivas se quiere y conviene?

La forma más común y popular es aumentar las fuerzas productivas por medio del progreso tecnológico ello incidirá directamente en la mejora del desempeño de los factores de producción tales como trabajo, capital y tierra, hará más eficiente la intervención de éstos en el proceso productivo. Es decir, mejora la productividad del trabajo, del capital o de la tierra. También este progreso tecnológico pudiera ser transversal a todos estos factores, por ejemplo, Frederick W. Taylor a finales del siglo XIX y principios del XX, innovó en cómo organizar las prácticas y los procesos de producción en la industria de modo de obtener el máximo rendimiento de cada trabajador, de cada herramienta o maquinaria, de cada centavo invertido. En este caso, la innovación se enfocó en la categoría de tecnologías blandas. Posteriormente, Henry Ford agregó más reformas para optimizar la producción con la automatización (total o parcial) de prácticas y procesos dentro de la industria, el progreso en este caso mayormente se dio en la mecanización y automatización, es decir, en el hardware y el software, lo que entra dentro de la categoría de tecnologías duras. Luego, los japoneses afinaron aún más la optimización de las prácticas, los procesos y la organización de la producción con la sistematización de experiencias, con estandarización y con innovación en la gerencia centrada en la calidad total, con innovación en la gestión y manejo de inventarios y suministros conocida como “justo a tiempo”, con la mejora continua desde el mismo proceso productivo en el sitio, en caliente con la participación directa de las y los trabajadores, entre tantas otras innovaciones, logrando mayores niveles productividad; nuevamente un progreso centrado en la categoría de las tecnologías blandas.

Estas nuevas maneras de hacer se generalizaron y pasaron de la fábrica a las demás organizaciones sociales, desde las burocracias de la administración pública hasta cualquier iniciativa empresarial o individual privada, con o sin fines de lucro. Así la productividad permeó al resto de la sociedad, ya no sólo es popular y cotidiana la expresión “el tiempo es oro”, sino que se agrega al repertorio la expresión “ser productivos” como una necesidad de nuestras vidas. En tal sentido, aumentar las fuerzas productivas adopta un sentido general y se manifiesta en cualquier instancia de la sociedad.

¿Hay indicios en el pasado de rechazo del progreso tecnológico por parte de los trabajadores? Es un hecho histórico y mundialmente conocido las protestas del movimiento de artesanos ingleses en 1811-1816 contra los telares industriales y las máquinas de hilar introducidas en la primera revolución industrial porque destruirían el empleo; a este movimiento se le conoce como ludismo. Aquí se evidenció un primer impacto negativo del progreso tecnológico endógeno, por lo menos visto desde la perspectiva del primer afectado el artesano, el trabajador manual del sector.

En principio, se da por hecho que el aumento de las fuerzas productivas, entendidas en esta reflexión como productividad e impulsadas por el progreso tecnológico, impactan positivamente en la economía y en el consumo final. Cabría preguntar ¿es así siempre, desde cualquier lugar y en cualquier tiempo, en la economía real?

¿Medir este impacto sólo a través de indicadores cuantitativos macroeconómicos como PIB y empleo/desempleo es suficiente?, ¿hacen falta estudios con indicadores más finos que desagreguen los efectos por industria y por sectores relacionados, tanto en la cadena de producción o valor como en la cadena de suministros, donde se crucen datos que permitan medir efectos en países vinculados en estas cadenas?, ¿hace falta añadir indicadores cualitativos que midan la situación de las trabajadoras y trabajadores en cuanto a la polarización del empleo por perfiles y los efectos en el salario real?

¿Cuánto ha tenido que ver este aumento de las fuerzas productivas en la multiplicación y aumento de las desigualdades en el mundo en las tres últimas décadas?

¿Cuál es el impacto del aumento de las fuerzas productivas en el sector que produce bienes y servicios que están fuera del mercado pero sin los cuales la sociedad no existiría?

¿Qué pasa con los empleos desplazados o precarizados a nivel de acciones para mitigar los impactos negativos de estos progresos tecnológicos?, ¿quién los atiende, auxilia, cómo lo hacen y por cuánto tiempo?

Bajo la excusa del cambio climático se impone una agenda económica y tecnológica mundial, forzando a una migración hacia las energías limpias y energías renovables. ¿este progreso tecnológico aumenta o disminuye las fuerzas productivas?, ¿qué impacto tendrá en el empleo directo e indirecto?, las mismas interrogantes para el progreso tecnológico impulsado por la llamada “transformación digital”; quien escribe opina que también son parte de una agenda mundial impuesta, si ha sido consensuada cabe la pregunta por ¿quiénes?

¿Cómo se ve afectada la relación capital-trabajo en el aumento de las fuerzas productivas impulsadas por el progreso tecnológico?, ¿al hacer una revisión retrospectiva, ha disminuido el significado, valor y sentido del trabajo como factor de producción?

¿Cómo impacta este progreso tecnológico en la súbita y explosiva demanda de la fuerza laboral agregada con altos perfiles, muchos de los cuales no están incluidos en los programas de formación del sistema educativo de los países, formación que en ocasiones requiere de años para lograrlos?, ¿qué pasa si la novedosa tecnología, aún inmadura y sin validación de su propuesta de valor, fracasa, quién paga los platos rotos?

¿Qué hay de la transferencia tecnológica y de la propiedad intelectual de este impulsor que aumenta las fuerzas productivas?, ¿la tecnología será privativa, libre o pública?, ¿será una tecnología liberadora o un impulsor de las asimetrías (infraestructura, estructura y superestructura) entre los países del sistema mundo con sus centros/polos y periferias?

.-“Cualquier trabajador que ahora realice su tarea siguiendo instrucciones específicas puede, en principio, ser sustituido por una máquina. Esto significa que el papel de los seres humanos como factor de producción más importante está destinado a disminuir, de la misma manera que el papel de los caballos en la producción agrícola fue primero disminuido y luego eliminado con la introducción de los tractores.” Wassily Leontief (1983). Tal vez, se podría re-parafrasear: “cualquier tarea, intelectual o manual, que se pueda realizar automáticamente por una máquina será sustituida, haciendo cada vez más irrelevante el valor que agrega el trabajador o la trabajadora.”

.-Se da por hecho que el progreso tecnológico impactará el empleo, habrán cambios: reentrenamientos, desaparición y emergencias de nuevos empleos. En la reunión del Foro Económico Mundial de enero, en Davos 20024, se presentaron algunas estimaciones: casi un cuarto del empleo mundial (673 millones de empleos) se verá perturbado debido a las tendencias geoeconómicas, tecnológicas y de transición verde en los próximos cinco años. 44% de los trabajadores de mediano perfil deberán reeducarse para obtener un nuevo perfil pues serán desplazados en los próximos 4 a 5 años. (WEF, Davos 2024)

.-Pan para hoy, hambre para mañana y pasado mañana. Modelos elaborados en investigaciones recientes, 2012 y 2017, permiten sustentar la hipótesis de que “ el rápido ahorro de mano de obra debido a los avances tecnológicos generan ganancias a corto plazo para los trabajadores calificados y los propietarios de capital, pero a largo plazo, empobrecen a quienes no pueden invertir en capital físico o humano” (Autor & Salomons 2017). Fíjense la sutil diferencia del enunciado entre “propietarios de capital” que obtienen las ganancias a corto plazo y el empobrecimiento a largo plazo de “quienes no pueden invertir en el capital físico o humano”. Aquí hay una clara diferenciación entre los dueños del capital, por un lado están quienes producen y por el otro quienes financian, quienes pierden y quienes ganan.

.-Un progreso tecnológico que exige libre mercado y a la vez clama por la intervención política, y a veces hasta financiera y fiscal, de los Estados, articulada y coordinada, al unísono y mundial, por lo menos en los inicios.

.-¿El aumento de las fuerzas productivas es suficiente como objetivo estratégico?, que tal si se le agrega el ¿para qué?, el propósito, que a la vez sirva de condicionante y de marco de acción, quedando algo así como: “aumento de las fuerzas productivas, del poder adquisitivo del salario real de las trabajadoras y trabajadoras con el fin último de aumentar el buen vivir de la población toda y la sostenibilidad de la vida y el planeta”.

.-Evitar que de hecho el trabajo se convierta en comoditi de un mercado laboral y el trabajador/trabajadora en objeto.

.-Propiciar un aumento de las fuerzas productivas lo más independiente que se pueda de la economía financiarizada.

.-Prever los impactos negativos, cuantitativa y cualitativamente, de estos aumentos de las fuerzas productivas.

QOSHE - ¿Cuál aumento de las fuerzas productivas se quiere y conviene? - Alvin Lezama
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¿Cuál aumento de las fuerzas productivas se quiere y conviene?

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12.04.2024

Tal vez por cinco décadas o más hemos escuchado como un mantra que la salida de los países en vías de desarrollo está en “el aumento de las fuerzas productivas”, sin discusión y como un axioma por allí se van desde los discursos, planes y programas hasta las políticas de los gobiernos pero también de las pequeñas empresas nacionales que sienten que si no aumentan su productividad se las va a devorar la competencia galopante.

Hay que aumentar las fuerzas productivas, la cama está hecha para escuchar ofertas: quién da más, un argumento de peso para llamar y convencer a los inversionistas, una razón más para buscar una solución mágica empaquetada para disparar el desarrollo y el crecimiento económico.

La pregunta que no se suele hacer es ¿cuál aumento de las fuerzas productivas se quiere y conviene?

La forma más común y popular es aumentar las fuerzas productivas por medio del progreso tecnológico ello incidirá directamente en la mejora del desempeño de los factores de producción tales como trabajo, capital y tierra, hará más eficiente la intervención de éstos en el proceso productivo. Es decir, mejora la productividad del trabajo, del capital o de la tierra. También este progreso tecnológico pudiera ser transversal a todos estos factores, por ejemplo, Frederick W. Taylor a finales del siglo XIX y principios del XX, innovó en cómo organizar las prácticas y los procesos de producción en la industria de modo de obtener el máximo rendimiento de cada trabajador, de cada herramienta o maquinaria, de cada centavo invertido. En este caso, la innovación se enfocó en la categoría de tecnologías blandas. Posteriormente, Henry Ford agregó más reformas para optimizar la producción con la automatización (total o parcial) de prácticas y procesos dentro de la industria, el progreso en este caso mayormente se dio en la mecanización y automatización, es decir, en el hardware y el software, lo que entra dentro de la categoría de tecnologías duras. Luego, los japoneses afinaron aún más la optimización de las prácticas, los procesos y la organización de la producción con la sistematización de experiencias, con estandarización y con innovación en la gerencia centrada en la calidad total, con innovación en la gestión y manejo de inventarios y suministros conocida como “justo a tiempo”, con la mejora continua desde el mismo proceso productivo en el sitio, en caliente con la participación directa de las y los trabajadores, entre tantas otras innovaciones, logrando........

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