El pasado miércoles 17 de abril, la Oficina de Control de Activos Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos publicó la Licencia General 44A donde prohíbe la exportación de petróleo y gas desde Venezuela, restringe las inversiones, impide realizar pagos a proveedores en el exterior, en fin, se retoma la agenda de asedio que constituye la grotesca e ilegal política del hegemón contra el pueblo de Venezuela, ante una comunidad internacional en mutismo.
La compleja situación que se desprende de los conflictos bélicos en la actualidad -Rusia/Ucrania, la creciente lucha armada entre Irán e Israel- abren las puertas a un potencial escenario para una tercera guerra mundial. En razón de ello, los principales mercados energéticos entran en pánico generando grandes distorsiones en los precios de comercialización del petróleo y el gas.
En este contexto, la economía mundial de frágiles equilibrios -posterior a una crisis financiera de 2007 en los EEUU, extensiva al continente europeo y demás economías desarrolladas, la pandemia mundial- vislumbra un escenario sombrío donde se activa el ciclo económico guerra-destrucción-paz-reconstrucción, generando ingentes ganancias capitalizadas por los grupos de poder para reformular a su medida la neogobernanza global.
La política exterior del Gobierno de los Estados Unidos hacia Venezuela intenta contra viento y marea doblegar el carácter soberano del Gobierno nacional en cuanto a las decisiones implementadas para diversificar nuestra cartera de clientes en materia energética, apostando por Rusia, China, Vietnam, entre otros, como grandes aliados para realizar inversiones que permitan la industrialización y el desarrollo de la actividad petrolera en el país.
Disfraza sus verdaderas intenciones bajo el argumento de la democracia y los derechos humanos, en su objetivo de consolidar un gobierno títere subordinado a sus intereses para asegurar, a precio de gallina flaca, una fuente constante de la energía necesaria al funcionamiento de su economía. He aquí el gran pecado del presidente Maduro: no doblegarse ante sus intenciones manteniendo además diversificadas y soberanas relaciones económicas con el resto del mundo.
Con bloqueo o sin él, Venezuela tiene futuro. El petróleo, a despecho de algunos trasnochados, continúa siendo una poderosa herramienta para el crecimiento y desarrollo.