La primera Revolución Industrial inició en el Reino Unido en el año 1760 como resultado directo de la incorporación de nuevas tecnologías al proceso productivo. Este hecho marcó un antes y un después en el acto de la producción, dejando atrás la etapa de la producción artesanal.

La obra Historia de las doctrinas económicas, de Eric Roll, describe este periodo como la transición entre el capitalismo comercial al capitalismo industrial. La Revolución Industrial genera una transformación radical de los procesos productivos asentando las bases materiales sobre las cuales se erige la nueva forma de organización de la sociedad mediante la cual se transforma la naturaleza (relaciones sociales de producción capitalista) en bienes de consumo.

En este orden de ideas, la industrialización de un país hace referencia a una serie de cambios que aplican sobre el acto de la producción. Estos cambios se pueden resumir a: 1) Organización e implementación de los procesos, tal y como se puede apreciar en el fordismo, taylorismo, toyotismo, entre otros casos registrados en la historia económica contemporánea. 2) Cambios tecnológicos, de la producción artesanal a la producción en masa (algo como talar un árbol con una piedra afilada o hacerlo con una motosierra). En ambos casos, el conocimiento científico contenido y expresado mediante las nuevas tecnologías permiten una reducción significativa de la cantidad de horas hombre requeridas para producir, desde la óptica de la ciencia económica estamos ante una mejora de la productividad del trabajo, lo cual permite abaratar los costos asociados al proceso productivo y- en consecuencia- disminuyen los precios generando que el producto se consuma de forma masiva.

Para pensar en un proceso de industrialización en nuestra economía debemos apelar a una mirada integral que apunte hacia la integración económica, crecimiento y desarrollo con justicia social, y sobre todo, una estrategia que responda a nuestras necesidades. Una estrategia que dé lectura asertiva de la actual fase de transición hacia el nuevo orden mundial que se abre paso bajo el liderazgo de las economías emergentes Brics+.

Se trata, pues, de insertarnos acertadamente en esa dinámica de cambios para darle respuesta en una primera etapa a las necesidades más sentidas de nuestra población (crecimiento económico con justicia social) que permitan luego asentar las bases del desarrollo y el progreso del país.