El desastre social en Argentina, secuela del macrismo, de las primeras medidas “anarcocapitalistas” y del gobiernito de Fernández, es evidencia de la vitalidad del liberalismo, siempre proteccionista de los intereses y privilegios de los dueños. Milei amenazó durante toda la campaña electoral a la “casta” política, ofreció sangre, sudor y lágrimas a los pobres. Pero nada de libre mercado para los ricos. Con esa promesa electoral logró el 56% de la votación de un país que tiene entre sus fortalezas la economía del conocimiento, cuyo motor es la clase media, donde está el voto duro de Milei. Ese dedo de Cristina y su risa ante el bastón de mando, recién tallado de perritos, dice lo que viene.

No es que aquí en Venezuela estemos como para andar muertos de la risa, con menos inflación y crecimiento macroeconómico. Más o menos sabemos lo que pasa políticamente: la oposición o las oposiciones, como está de moda decir, es una mierda. O no se opone o se opone a todo, que termina siendo igual. De allí que no hay ninguna alternativa en la que se pueda pensar seriamente o graciosamente, no importa. La alternancia no es signo de democracia.

Pero es que ni siquiera hay humor, una vaina que provoque risa metiéndose con el gobierno. Puro chistes malos, racistas y clasistas. Habiendo tanta vaina que criticar
y de que reírse, porque si algo es realmente digno de burla es el poder, cualquier poder. Esté usted de acuerdo o no con él, en general las cosas que se hacen desde el poder, cuando no son totalmente trágicas, pueden ser muy graciosas. Lo primero que causa hilaridad es esa postura sobria y ceremonial a la que deben someterse quienes lo detentan.

Son actitudes y comportamientos totalmente contranatural. Tanta compostura, tanta rigidez, tanto culo apretado son eventos tremendamente graciosos. Pero aquí, además, tienen un salero especial.

Un alto funcionario en franelita, exhibiendo sus bíceps y tríceps inyectados, al lado de otro de flux cerrado, firmando unos convenios de alta política. Uno de los dos se estaba
burlando del otro.

Los adornos navideños públicos siempre han sido objeto de crítica y sabemos que en este país hay muchos osos polares, pero creo que es la primera vez que los vemos en plazas y paseos de la ciudad, lejos de la frialdad de sus botellas. Yo no voy a estar criticando en serio esas incongruencias. Vamo a reir un poco.