Es propio de un gobierno realzar sus logros económicos e igual propio de la oposición el negarlos. Se explica así que la descripción que hacen unos y otros sobre las finanzas del país resulten tan discrepantes que parecen referirse a países distintos. Luego está lo que percibe la ciudadanía, en general, y cada individuo, en particular, que tampoco ha de ser coincidente porque, tal y como expresa el viejo dicho, "cada uno habla de la feria según le va".

Sí hay algún indicativo que transmite sensaciones algo más objetivas de cuál es el tono vital de la infantería social. Algunos de ellos son la hostelería, en general, y la restauración, en particular. En este campo, cualquier foráneo que se diera una vuelta por los bares y restaurantes del país podría colegir que aquí atamos los perros con longanizas. En la actualidad, ningún sector económico proyecta una imagen tan exultante como la de los hosteleros en sus variadas expresiones. Ya se sabe que "no es oro todo lo que reluce" "ni todo el monte es orégano", pero coincidirán conmigo en que aquellos que sufrieron como nadie el parón de la pandemia parecen estar resarciéndose a lo grande. Lo hacen con la necesaria complicidad de una gran mayoría de los ciudadanos que tras verle las orejas al lobo con la covid tomaron la determinación de apostar por el carpe diem no vaya a ser que venga otra y se los lleve por delante.

Los hoteles viven un momento dulce de ocupación; para esta Semana Santa casi no hay una cama libre porque, además de aumentar la afluencia de extranjeros, el turismo interior ha experimentado un crecimiento extraordinario a pesar del incremento desorbitado de los precios. Casi un 17% subió la tarifa media de una habitación en 2022 y cerca del 25% en el 2023. El sector lo justifica por el aumento en los costes de los servicios ligados al turismo, lo que en tamaña proporción resulta discutible.

A la restauración también le han subido los costes de la energía y de los productos que manejan y hemos visto cómo lo repercuten en las cartas que ofertan, aunque no todos en igual medida. Están los que mantienen de manera casi heroica unos precios razonables y quienes decidieron aprovechar la circunstancia inflacionista para subirse a la parra y forrarse. A los resistentes, el público se lo agradece llenando sus barras y terrazas en muchas de las cuales hay que esperar cola para pillar una mesa. Lo sorprendente es que la mayoría de los restaurantes caros e incluso los carísimos también llenan como si este fuera un país de ricos. Son locales donde ordeñan al cliente y le cobran hasta por respirar. Lo cierto es que cada establecimiento tiene la potestad de poner el precio que quiera por los servicios que prestan y los productos que aparecen en la carta siempre que lo especifiquen claramente y no oculten nada.

El turismo interior ha experimentado un crecimiento extraordinario a pesar del incremento desorbitado de los precios

Por eso conviene agarrarse a la cartera cuando el que toma nota trata de meter con calzador lo que tiene fuera de carta, eso que no sabes lo que te va a costar hasta que llega la cuenta. Una práctica que con frecuencia esconde rejonazos capaces de alterar la digestión de lo ingerido. Luego están los suplementos en apariencia menores como el cubierto –que es ilegal cobrarlo al estar incluido en el precio–, el pan o los aperitivos, que algunos cobran sin haberlos pedido. Lo de la jarra de agua del grifo, que en los restaurantes de París te ponen de oficio, aquí son reacios a servirla y hasta los hay que se niegan a pesar de ser obligatorio ponerla gratis. Todo esto ocurre con frecuencia y son pocos los que protestan como si el dinero les sobrara. Me temo que esta Semana Santa el gran penitente será el bolsillo.

QOSHE - Semana Santa y muy cara - Alejandro González Vizuete
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Semana Santa y muy cara

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22.03.2024

Es propio de un gobierno realzar sus logros económicos e igual propio de la oposición el negarlos. Se explica así que la descripción que hacen unos y otros sobre las finanzas del país resulten tan discrepantes que parecen referirse a países distintos. Luego está lo que percibe la ciudadanía, en general, y cada individuo, en particular, que tampoco ha de ser coincidente porque, tal y como expresa el viejo dicho, "cada uno habla de la feria según le va".

Sí hay algún indicativo que transmite sensaciones algo más objetivas de cuál es el tono vital de la infantería social. Algunos de ellos son la hostelería, en general, y la restauración, en particular. En este campo, cualquier foráneo que se diera una vuelta por los bares y restaurantes del país podría colegir que aquí atamos los perros con longanizas. En la actualidad, ningún sector económico proyecta una imagen tan exultante como la de los hosteleros en sus variadas........

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