CAMAGÜEY.- Quienes vivimos en edificios muy altos necesitamos un mínimo de aseguramiento, y no se trata de lujos: hay que contar con el servicio de corriente eléctrica, de agua y de elevadores.

Cuando falla la electricidad viene el efecto dominó y comienza el serio problema. No hay agua. No hay ascensores. En mi edificio contamos con uno inservible producto de una época de apagones constantes. El otro está bastante maltrecho, remendado por la misma causa y con una pieza en préstamo de otro edificio; de romperse el de aquel, tendríamos que devolverla y chirrín chirrán, por las escaleras hasta el infinito. Ambos elevadores fueron instalados muy nuevos, muy lindos, con musiquita y todo, en plena pandemia, a un precio muy elevado que asumió el Estado. Ante los inesperados apagones el “sobreviviente” sufre de roturas o quedan personas atrapadas, por lo que se requiere del cuerpo de salvamento y rescate de los bomberos. Saber la hora de las afectaciones podría ahorrarnos tales sustos.

Los residentes en estos edificios nos acostamos y nos levantamos con el credo en la boca. ¿Tendremos apagón?, ¿podremos bajar sin quedarnos atrapados?, ¿si bajamos tendremos que agarrar las escaleras al regreso? Y cuando no tenemos electricidad muchos evitamos el descenso, ni siquiera vamos a buscar el pan de cada día, u otras necesidades elementales. Apunto aquí un dato necesario: el 50 % de los residentes pasamos de los 60 años de edad con todas las consecuencias que traen los años consigo.

En época de festejos nos libramos del dolor de cabeza de la falta de corriente; sin embargo, nos viene encima otra catástrofe psíquica. Desde el 2014, como área del San Juan, comenzaron a plantarse enfrente las tarimas y equipos de audio —en una de las torres se sienten dentro de los dormitorios—y así fueron agregando otras y otras fechas. Resulta que aquí se celebra el inicio de año, el 1ro. de Mayo, se espera el Día de las Madres, el San Juan, el verano —julio y agosto—, y las navidades... todo con música a altísimo volumen aunque no haya una sola persona en el lugar. Existen fotos y vídeos que lo evidencian.

Dejé la Semana de la Cultura en un aparte a propósito. Este año se anunció que desde el 1ro. de febrero y hasta el día 7 tendrían lugar estos festejos por el Aniversario 510 de la fundación de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, y comenzó la preocupación inevitable: demasiados días de no dormir. Pues el 27 de enero ya estaba dispuesta la tarima, como la Espada de Damocles. ¿Qué se celebraría a partir del 27 de enero, tras intensos apagones de alrededor de cinco horas? El día 1ro. comenzó la bulla, digo, la música, extendida a veces por 10 horas con término a las cuatro de la madrugada. Todo un martirio.

Aclaro que el Síndrome del Edificio Enfermo (SEE), es una definición de especialistas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) debido a las inseguridades y consecuencias aparejadas al solo hecho de vivir en edificios muy altos a nivel global, no es privativo para Cuba, solo que cada país tiene sus propias características.

Leo que la violencia acústica clasifica como una forma de violencia ejercida a través del sonido y me pregunto: ¿Cuándo podremos vivir con menos sobresaltos?, ¿cuándo podremos dormir?, ¿ante quiénes podremos quejarnos y que nos escuchen?, ¿cómo proteger a los ancianos de este entorno?, ¿cómo proteger a los niños y trabajadores de la comunidad?... sin olvidar que durante todo el año tenemos el ataque sónico del Centro Recreativo-Cultural Casino y del Club de la UNAICC... En su momento acudimos a especialistas de la Salud y a la delegación provincial del Citma y expresaron, en el primer caso, que no contaban con los medios para medir los decibeles y en el segundo, que no tenían que ver con ese asunto.

¿Quién curará el Síndrome del Edificio Enfermo?

QOSHE - Vivo en un edificio enfermo - Olga Lilia Vilató De Varona
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Vivo en un edificio enfermo

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12.03.2024

CAMAGÜEY.- Quienes vivimos en edificios muy altos necesitamos un mínimo de aseguramiento, y no se trata de lujos: hay que contar con el servicio de corriente eléctrica, de agua y de elevadores.

Cuando falla la electricidad viene el efecto dominó y comienza el serio problema. No hay agua. No hay ascensores. En mi edificio contamos con uno inservible producto de una época de apagones constantes. El otro está bastante maltrecho, remendado por la misma causa y con una pieza en préstamo de otro edificio; de romperse el de aquel, tendríamos que devolverla y chirrín chirrán, por las escaleras hasta el infinito. Ambos elevadores fueron instalados muy nuevos, muy lindos, con musiquita y todo, en plena pandemia, a un precio muy elevado que asumió el Estado. Ante los inesperados apagones el “sobreviviente” sufre de roturas o quedan personas atrapadas, por lo que se requiere del cuerpo de salvamento y rescate de los bomberos. Saber la hora de las afectaciones podría........

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