El ascensor social funcionó en España durante unos cuantos años, pero parece haberse estropeado. ¿Qué ha sucedido?
El ascensor social es un concepto que no es sencillo de comprender porque tiene una dimensión relativa y otra más absoluta. En España el ascensor social funcionó muy bien en términos absolutos en la década de 1960 y 1970, cuando hubo un proceso de desarrollo económico y social acelerado. Aparecieron fábricas en torno a las grandes ciudades y hubo un movimiento demográfico muy grande entre regiones pobres, como Andalucía, Extremadura y Galicia, hacia Madrid y Barcelona. Eso hizo que las capas más bajas de la población tuvieran oportunidades de ocupar posiciones incluso altas en las empresas y aumentar sus niveles de bienestar. El problema es que cuando se acaba ese proceso de fuerte expansión económica y social, las oportunidades de nuevos yacimientos de empleo en niveles son mucho más limitadas. Eso hace que en las sociedades desarrolladas se reduzca la posibilidad de ascender socialmente de ese modo y que la movilidad tenga que ser relativa. ¿Qué significa esto? Que para que la población que está en posiciones bajas de ingresos pueda acceder a posiciones altas, los que están en posiciones altas tienen que bajar.

¿Qué dicen los últimos datos?
Todos los indicadores nos dicen que el ascensor social se está ralentizando, aunque, desgraciadamente, las fuentes de datos de que disponemos son muy limitadas. En el último informe de la OCDE, España se colocaba en un grupo intermedio-alto entre los países europeos en lo que se refiere a cuánto determinan las rentas de los padres las rentas de los hijos. Lo que estamos detectando es que esa correlación entre la renta de los padres y de los hijos está aumentando; es decir, la cola baja de la distribución tiene cada vez más dificultades para situarse en posiciones superiores.

¿Qué medidas son necesarias para reactivar el ascensor social?
Las medidas fundamentales tienen que ver con el sistema educativo, que es el principal origen de las diferencias de ingresos en la vida adulta. Es preciso cambiar las tendencias actuales en la segregación por origen social en la educación financiada con fondos públicos, tanto pública como concertada. Estamos concentrando a los niños de origen social bajo en unos colegios y a los niños de origen social alto y medio en otros. En los últimos 15 años hemos visto un aumento de la segregación escolar en determinadas comunidades autónomas, en particular en Madrid y, en menor medida, en Cataluña. Otra política crucial es la que sostiene a las familias con menores dependientes. El ingreso mínimo vital, dirigido a aquellas familias con ingresos tremendamente bajos, tenía el objetivo de cubrir al 10% más pobre de la población, pero mucha gente que tendría derecho a recibirlo está teniendo serias dificultades para conseguirlo.

¿Cree conveniente aumentar los impuestos a las rentas más altas para financiar políticas públicas que ayuden a que el ascensor social funcione mejor?
Por supuesto, pero yo voy más allá. Cuando hablamos de subir los impuestos a las rentas más altas hay, al menos, dos cosas cruciales. Primero, la reforma fiscal no necesita solo incrementar los tipos impositivos a las rentas más altas, sino considerar las rentas del capital de la misma manera que las rentas del trabajo. Hablamos de los rendimientos que vienen del capital, que tienen que ver básicamente con alquileres y rendimientos del ahorro, que están muy bien tratados en estos momentos en el IRPF en relación con los del trabajo. También es preciso mantener los impuestos sobre el patrimonio o, incluso, integrarlos en el impuesto sobre la renta. Ahora bien, esto no es lo único. El sistema fiscal necesita más ingresos y, por ello, es posible que haya que aumentar también los impuestos de zonas medias y bajas de la distribución para poder ofrecer servicios de sanidad y educación de calidad que son capitales para el ascensor social. Porque sin buena calidad sanitaria y buena calidad educativa no es posible mantener el ascensor social engrasado.

Usted ha escrito que reducir las desigualdades no es una cuestión de justicia social, sino de eficiencia económica. ¿Por qué?
No es que lo diga yo; el FMI, la OCDE y otras organizaciones comprueban que la desigualdad tiene efectos negativos sobre el crecimiento económico. Con un sistema que va a necesitar cada vez más trabajadores especializados, mejor formados y más flexibles, es crucial que tengamos más igualdad. Con una población sin herramientas para mantener su nivel de salud o para seguir mejorando sus conocimientos es imposible seguir desarrollándonos. Si miramos en el mapa mundial qué países tienen mejor productividad —entendida esta como el valor añadido que da cada trabajador por hora de trabajo— los países más desiguales son menos productivos.

España sigue siendo un país de salarios bajos. ¿Qué impacto tiene este hecho en las desigualdades?
Los salarios bajos impiden que las personas puedan desarrollar sus capacidades a medio y largo plazo, porque, al final, se quedan atrapadas en un nivel de ingresos que no les permite ni siquiera dedicar una parte de su tiempo a la formación. Eso hace que esa población esté siempre en niveles bajos tanto salariales como de productividad y no salga del bucle. Si una parte importante de nuestra población tiene niveles educativos y salariales bajos, no tendremos capacidad para hacer la transición energética y tecnológica que tenemos que hacer.

¿Qué impacto están teniendo la automatización de tareas y la inteligencia artificial en las desigualdades?
Están desapareciendo muchas ocupaciones intermedias, lo que significa que aumenta el peso relativo de las ocupaciones más bajas y las más altas. En principio, esto nos llevaría a mayores desigualdades, es decir, a más gente con salarios bajos y más gente con salarios altos. Es difícil prever el efecto final de la automatización, pero, desde luego, no parece un efecto igualador. Parece más bien que estamos ante un efecto desigualador.

Las desigualdades hacen que la gente, especialmente los jóvenes, pierdan la confianza en el estado de bienestar. ¿Qué consecuencias tiene esa pérdida de confianza?
Cada vez es más difícil para los jóvenes acumular riqueza, sobre todo por el cambio radical que se ha producido en el mercado de la vivienda en los últimos 30 años. Si las generaciones jóvenes no confían en tener una vivienda adecuada y cierto ahorro para su jubilación, el sistema no se sostiene, porque el sistema necesita de la confianza. Y para generar confianza son esenciales políticas de ayuda a la emancipación y medidas de apoyo a las familias que vayan directamente a la decisión de tener hijos, porque muchas familias querrían tener más hijos y no los tienen. Una dinámica negativa en ambas cosas nos puede llevar a una seria crisis de confianza en el estado de bienestar.

¿Hay muchas diferencias entre comunidades autónomas en cuanto a niveles de desigualdad?
Entre las comunidades pobres en renta per cápita hay algunas con niveles de desigualdad altos, como Andalucía y Castilla-La Mancha, y otras mucho más igualitarias, como Extremadura.

Y que entre las comunidades ricas en renta per cápita hay algunas muy desiguales, como Madrid, y otras con niveles de desigualdad bajos como el País Vasco. Claramente, hay políticas que a medio plazo conducen a niveles de desigualdad más altos y otras, en cambio, a otros más bajos. Las diferencias entre comunidades reflejan distintas opciones de política, tanto en el sistema educativo y sanitario como en el mercado de trabajo.

Doctora en Economía por el Instituto Universitario Europeo de Florencia y catedrática de Economía en la Universidad de Alcalá de Henares. Es una de las mayores expertas españolas en economía del bienestar y desigualdad.

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Olga Cantó Sánchez : “Sin sanidad y educación de calidad el ascensor social no funciona”

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04.12.2023

El ascensor social funcionó en España durante unos cuantos años, pero parece haberse estropeado. ¿Qué ha sucedido?
El ascensor social es un concepto que no es sencillo de comprender porque tiene una dimensión relativa y otra más absoluta. En España el ascensor social funcionó muy bien en términos absolutos en la década de 1960 y 1970, cuando hubo un proceso de desarrollo económico y social acelerado. Aparecieron fábricas en torno a las grandes ciudades y hubo un movimiento demográfico muy grande entre regiones pobres, como Andalucía, Extremadura y Galicia, hacia Madrid y Barcelona. Eso hizo que las capas más bajas de la población tuvieran oportunidades de ocupar posiciones incluso altas en las empresas y aumentar sus niveles de bienestar. El problema es que cuando se acaba ese proceso de fuerte expansión económica y social, las oportunidades de nuevos yacimientos de empleo en niveles son mucho más limitadas. Eso hace que en las sociedades desarrolladas se reduzca la posibilidad de ascender socialmente de ese modo y que la movilidad tenga que ser relativa. ¿Qué significa esto? Que para que la población que está en posiciones bajas de ingresos pueda acceder a posiciones altas, los que están en posiciones altas tienen que bajar.

¿Qué dicen los últimos datos?
Todos los indicadores nos dicen que el ascensor social se está ralentizando, aunque, desgraciadamente, las fuentes de datos de que disponemos son muy limitadas. En el último informe de la OCDE, España se colocaba en un grupo intermedio-alto entre los países europeos en lo que se refiere a cuánto determinan las rentas de los padres las rentas de los hijos. Lo que estamos detectando es que esa correlación entre la renta de los padres y de los hijos está aumentando; es decir, la cola baja de la distribución tiene cada vez más dificultades para situarse en posiciones superiores.

¿Qué medidas son necesarias para reactivar el ascensor social?
Las medidas........

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