El 8 de mayo de 2004, cuando mataron a Giandoménico Puliti de un tiro en la cabeza, la gente pensó en el libro «Obispos o demonios». Se desató una gran ira en el pueblo merideño, corrieron mensajes por las calles denunciando a sicarios y a paramilitares, y hubo quienes dijeron: «Ahora van por Sant Roz». Ese día 8 de mayo, Giandoménico estaba invitado a un programa de televisión para hablar del libro que ambos habíamos escrito «Obispos o demonios» y me pidió que lo acompañara a Tovar. Como ya no le quedaba un ejemplar de este libro, yo le facilité uno al entrevistador Néstor Sánchez (quien entonces dirigía en Televisora Comunitaria, el programa Punto de Cuenta).

Dos horas antes de que lo ASESINARAN, un grupo de camaradas estuvimos departiendo con Giandoménico en la Asociación de Profesores de la ULA (APULA). Yo salí cerca de las 10 de la noche, y al ver el sector desolado y oscuro, tomé una vía que poco frecuento, pensando en los criminales que nos andaban acechando. Giandoménico más confiado, se fue a su trabajo en el Centro Cultural Tulio Febres Cordero, arregló un material para un gabinete de gobierno que debía atender al día siguiente, y salió con un grupo de amigos; nadie se explica todavía, cómo pudo coger hacia uno de los sectores más peligrosos de Mérida, inclusive de día, El Mirador, cerca de la Pedregosa Sur, en las afueras de la ciudad. Sin ninguna duda, para mí, que se le tendió una celada a la que él se dirigió confiadamente.

Esa madrugada, estaba Giandoménico en su carro, con los vidrios ahumados cerrados. Iba acompañado de una joven, cuando un tipo en una moto se le acerca y le descerraja un tiro en la cabeza. Las versiones policiales dicen que el vehículo estaba en movimiento cuando le disparan, lo cual resulta imposible dada la dirección de la bala. Yo denuncié por Radio Nacional de Venezuela el caso como un acto de paramilitarismo, y causalmente al día siguiente en Aló Presidente, el comandante Chávez anuncia la captura de varios paramilitares en una hacienda de El Hatillo.

Como digo, en todas partes se me veía como a un fantasma, como a un sentenciado a muerte. Muchos amigos me llamaron para que me cuidara. Pero uno no puede dejar de hacer para lo que ha nacido. Si no pudiera escribir más, ni pudiera decir mis verdades, sinceramente que me mataría. Y tenía sobre mi escritorio el libro «Gustavo Cisneros al desnudo», esperando por unos retoques. La única manera de vengar la muerte de Puliti es seguir diciendo nuestras verdades, me dije. Y apresuré el envío del libro de Cisneros a la imprenta. Menos mal que mis trabajos los pago yo, los asumo y yo los distribuyo por cuantos medios populares tengo a mi alcance. No dependo de editoriales ni de distribuidoras, e incluso ni siquiera de imprentas. Y otra vez desafío a los mafiosos como lo vengo haciendo desde hace treinta años. Pero confieso que nada me ha golpeado tanto, en los cinco últimos años, como el suicido de mi hermano Argenis y el asesinato en la persona de Giandoménico.

No hay frente de bandidos que no haya desafiado: a la banda de los que se han cogido las universidades para robarlas, para convertirlas en cuarteles de sus mafias, lo hice con el libro «Capos de Toga y Birrete». He atacado a los dueños de los medios con «Las Putas de los Medios» y «Las Jineteras»; a los maulas de la oposición los desnudé en «Los Verdaderos Golpistas». Por ahí ya está circulando la tercera edición de «La CIA en Venezuela», y vengo escribiendo contra los Cisneros desde 1985. Se me aconsejó, conociendo el poder de los Cisneros, que publicara este trabajo, pero firmándolo con otro nombre; yo eso nunca lo he hecho. Mi estilo es inconfundible, y todo lo firmo con ese nombre, que está en el registro de Mérida, José Sant Roz. Además, lo que digo está respaldado por documentos. Y en definitiva, no sé por qué voy a tener miedo de decirle la verdad a ese gran asesino del 11-A.

No tengo remedio ni tampoco pienso «regenerarme», adecentarme, según los patrones de los vendidos, de los lacayos. Imposible.

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A casi 20 años del asesinato de Giandoménico Puliti… un crimen que el viento se llevó…

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05.01.2024

El 8 de mayo de 2004, cuando mataron a Giandoménico Puliti de un tiro en la cabeza, la gente pensó en el libro «Obispos o demonios». Se desató una gran ira en el pueblo merideño, corrieron mensajes por las calles denunciando a sicarios y a paramilitares, y hubo quienes dijeron: «Ahora van por Sant Roz». Ese día 8 de mayo, Giandoménico estaba invitado a un programa de televisión para hablar del libro que ambos habíamos escrito «Obispos o demonios» y me pidió que lo acompañara a Tovar. Como ya no le quedaba un ejemplar de este libro, yo le facilité uno al entrevistador Néstor Sánchez (quien entonces dirigía en Televisora Comunitaria, el programa Punto de Cuenta).

Dos horas antes de que lo ASESINARAN, un grupo de camaradas estuvimos departiendo con Giandoménico en la Asociación de Profesores de la ULA (APULA). Yo salí cerca de las 10 de la noche, y al ver el sector desolado y oscuro, tomé una vía que poco frecuento, pensando en los criminales que nos andaban acechando. Giandoménico más........

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