La riqueza del alma es la única

riqueza: los demás son fecundos dolores

LUCIANO

Me fui a la urbanización Linda (bello nombre para una perra). El tiempo ha cambiado sorpresivamente luego de varias semanas con candentes soles, pues ahora, nos encontramos disfrutando de unos días nublados y fríos. En Linda, en plena calle, hay una frondosa mata de moringa a la cual, en ocasiones, le arranco gajos, y los llevo a una casa que estoy cuidando. La urbanización se ve muy sola, en medio de un silencio solemne y melancólico. Hermosos gatos hacen sus rondas, gatos de todos los colores, andando pausados y elegantes por muros y terrenos baldíos. Llego a la casa que cuido, veo una bombilla que permanece todo el tiempo encendida, en la casa del vecino también hay un foco encendido como único guardián, y observo cómo va creciendo con furia por doquier las maniguas en el jardín, entre rosas que tardan en encenderse o está ya moribundas. Algunos grillos apaciguan el silencio que se asienta denso y solemne por todo el lugar. Traspaso dos puertas en medio de aquella inmensa soledad y me voy al patio a regar las matas, ahora escuchando a lo lejos, el sabroso cantar pájaros y gallos que invitan al descanso, al reposo. A echarse, pues, en un chinchorro de moriche que he colgado en la sala, frente al patio, y así dejar que la mente discurra a su bien parecer por los vericuetos inciertos de este amado mundo.

Ya tendido en el chinchorro, descalzo y con los pies en alto, la mente retrovisora hurga en hecho recientes que casi todo el mundo parece haber olvidado. Son cajas y cajas llenas de recuerdos, apretujadas en la memoria, que encuentran su hora propicia para aflorar y a la vez levantar un tribunal contra los indolentes, contra los quejones o llorones de todos los santos días, esos que nunca lavan ni prestan la batea. Me ubico en el 4 de julio de 2017, cuando ya teníamos decidido irnos al campo, a La Coromoto para reencontrarnos con nuestros berenjenales, allá, en los dulces, líricos y exultantes Pueblos del Sur. Repentinamente, ese 4 de julio, se pudo respirar, recuerdo, un raro armisticio, en medio de la guerra opositora. Con el último muerto en San Cristóbal producto de un auto-morterazo, van cerca de cien los caídos. Por vía twitter los diputados Requessens y Guanipa sugieren que vendrán muchas más víctimas, porque si no cómo de otro modo se podría sostener con fervor las mismas trancas, las barricadas ardientes con aceite quemado y la sensación de que este gobierno está a punto de caer.

Enchinchorrado, voy cogiendo un sueñito, y me hundo en aquellos días, cuando mi mujer decidió desafiar a los guarimberos y se dirigió a su trabajo aprovechando, que los atrancadores de vías habían dicho que la imposición de la inmovilidad vehicular sería desde la una hasta las seis de la tarde. Mi mujer, María Eugenia, desde hacía meses disfrutaba caminando docenas de kilómetros en la ciudad; acabó convirtiéndose para ella en un placer, tener que ir desde el sur hasta el centro, desde el centro al Teleférico, luego subir hasta Milla, y de allí hasta las cumbres de La Hoyada. Salía escoterona, con su botellita de agua y un bolsito, sin celular, hacia el confín de los inciertos nubarrones de las quemas de aquellos locos opositores: con los que piden libertad pero no permiten que circulen las busetas, con los que dicen tener hambre y de veras están hambrientos por quemar toneladas de comida; los que claman por tolerancia pero que son los que queman perros y negros, y amenazan con matar a todo aquel que diga que es chavista.

En aquellos días mi esposa iba cruzando guayas, saltaba por sobre escombros y aceite quemado, traspasaba cercas con alambres de púas; por entre aquel permanente festín de la muerte, de los que andan en la búsqueda de un golpe de suerte, con el incienso de los cauchos ardiendo que es la moda del momento y, en el placer de los picnics en las avenidas (en el que aprovechan los monos y las monas de la high para lucir sus vestidos de seda y… que, bueno, inútilmente, monos o monas se quedan)… El real problema es que esta gente anda metida en estos berenjenales porque no se soporta a sí misma. Es un trauma de complejos horribles que creen que es Maduro quien tiene la culpa de que ellos sean tan deshumanizados, por lo que buscan vengarse de sus deficiencias maldiciendo al otro (creyendo instituir un paraíso infinito de impunidades). Ese es el quid del asunto y no hay que darle más vueltas. Por eso, algunos chamos (incluso mulatos y zambos) le piden a Trump que venga a liberarlos de sus idioteces, cuando esto realmente es imposible. Si de veras llegaran a creer que por esa vía de quemas y destrucciones podrían resolver sus traumas tendrían que pasarse toda una matusalénica vida en una tranca. Vercia…

En medio de aquella selva de plantones de mierda, pude comunicarme con una ocasión con mi esposa para que aprovecháramos el día y compráramos en Makro comida para nuestra perra Solita y las gatas Chorita y Morisca. Estuvo de acuerdo y me pidió que la recogiera en la Avenida Tulio Febres Cordero. Así hice, y de allí, cogimos pues hacia la salida del sur de Mérida. Por la tarde, Yuri, hermana de Yesenia, nos informa que en el camino hacía Canaguá a cuatro horas de la ciudad de Mérida, propiamente en la Ye, cerca de El Molino, han montado otra tranca. Verga, a dónde han ido con las trancas. De modo que pensamos que ya el viaje a La Coromoto no se podía dar.

QOSHE - Vean por qué Dios no le dio cacho al burro… - José Sant Roz
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Vean por qué Dios no le dio cacho al burro…

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25.02.2024

La riqueza del alma es la única

riqueza: los demás son fecundos dolores

LUCIANO

Me fui a la urbanización Linda (bello nombre para una perra). El tiempo ha cambiado sorpresivamente luego de varias semanas con candentes soles, pues ahora, nos encontramos disfrutando de unos días nublados y fríos. En Linda, en plena calle, hay una frondosa mata de moringa a la cual, en ocasiones, le arranco gajos, y los llevo a una casa que estoy cuidando. La urbanización se ve muy sola, en medio de un silencio solemne y melancólico. Hermosos gatos hacen sus rondas, gatos de todos los colores, andando pausados y elegantes por muros y terrenos baldíos. Llego a la casa que cuido, veo una bombilla que permanece todo el tiempo encendida, en la casa del vecino también hay un foco encendido como único guardián, y observo cómo va creciendo con furia por doquier las maniguas en el jardín, entre rosas que tardan en encenderse o está ya moribundas. Algunos grillos apaciguan el silencio que se asienta denso y solemne por todo el lugar. Traspaso dos puertas en medio de aquella inmensa soledad y me voy al patio a regar las matas, ahora escuchando a lo lejos, el sabroso cantar pájaros y gallos que invitan al descanso, al reposo. A echarse, pues, en un chinchorro de moriche que he colgado en la sala, frente al patio, y así dejar que la mente discurra a su bien........

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