En Montjuïc hoy y en el Metropolitano mañana vamos a vivir una especie de duelo LaLiga-Serie A, a cargo de dos de sus representantes más cualificados por cada parte. En otras condiciones este doble choque tendría un interés añadido, el de acumular méritos por parte de los nuestros para ganar un quinto representante en la Champions en la edición próxima, premio que tendrán los dos campeonatos con mejores resultados en esta. Pero me temo que ya es muy difícil. Después de una buena fase de grupos, sin más baja que el Sevilla, ahora han caído la Real y el Betis a las primeras de cambio, y lo mismo podemos temer del Villarreal.

En todo caso, para seguir echando cuentas será imprescindible que ganemos estos dos duelos con los italianos, empezando por el de hoy. El Barça se trajo un 1-1 del Maradona que así dicho suena bien, pero que si echamos a volar el recuerdo resulta casi pesaroso, porque el primer tiempo culé allí fue excelente, merecedor de al menos dos goles; tras el descanso sí marcó, pero al final consiguió empatar el Nápoles. El miedo es que ahora venga muy mejorado. Entonces acababa de sufrir un relevo en el banquillo, y su estrella Osimhen no estaba en su mejor momento. Ahora todo es mejor en el grupo napolitano, invicto desde que lo cogió Calzona.

El Barça tiene un boquete en el medio campo, con De Jong, Pedri y Gavi fuera de concurso, demasiadas bajas para una sola línea en la que no queda más titular real que Gündogan. Y existe cierta aprensión ante el ambiente que pueda registrar el estadio, pues se supone que, aparte de los 2.600 napolitanos que han comprado entrada en su ciudad, muchos otros lo hayan hecho en Barcelona, donde se calcula que viven 17.000, así que planea el riesgo de que se repita lo del Eintracht. A favor está el soberbio estado de forma de Lamine y el buen oficio de Lewandowski en el área. Puede bastar para una victoria que el Barça necesita dramáticamente.

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