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| Publicado el 26 abril 2024

A Ramón, taxista de Trinidad. Porque se den tus deseos.

Tenemos que quitarle al Socialismo de encima el manto de maldad con que lo recubren los enemigos de la humanidad –los capitalistas.

–Hay que distinguir el socialismo que en el MST postulamos, defendemos y por el que luchamos, del “socialismo real” que se atribuyen algunos o el que les asignan sus detractores a experiencias ya sean americanas, asiáticas o europeas.

–Hay que terminar con los miedos y dudas que causan las falsedades intencionadas para desacreditar y desvalorar el socialismo.

–Hay que establecer que el socialismo es inminente y profundamente democrático, es ajeno y odioso a la dictadura y al control por represión y miedo.

–Hay que ir trabajando en desmenuzar qué es el capitalismo en verdad, cómo nos enreda, cómo nos oculta la realidad-verdad, cómo nos hace responsables de las perversas circunstancias que provoca.

–Debemos presentar propuestas para un mejor país y explicar el carácter socialista que tienen: desde buenos trabajos y mejores condiciones (sin explotación), pasando por un retiro universal, un eficiente y adecuado plan de salud socializado, viviendas accesibles y seguras, y una educación que nos prepare para el trabajo y para ser seres humanos íntegros, dignos, solidarios y sin prejuicios sexistas, racistas, homofóbicos y de cualquier otra índole.

–Como son tantas las tareas, breguemos con estas.

Este texto es una mirada, y mi interpretación, a Cuba en 2024.

Pequeño tapiz conformado con las piezas que encontré, pero convencido de que representa lo que vive la inmensa mayoría de las y los cubanos en su país.

Viajé a Cuba en febrero de este año. Evidentemente estos comentarios no son los de una persona experta en la situación cubana, pero tampoco los de un ignorante total. Soy socialista, maestro jubilado, esposo de una maestra también jubilada, también socialista, padre de cuatro hijas y un hijo (no, no fue buscando el varón, él es el tercero), constante lector de historia, política y literatura. Al menos no me pueden dar iguana y decir que es conejo. Este escrito es fruto de las caminatas y conversaciones, es decir, de lo que vi y escuché atentamente en esos días de los y las cubanas de por ahí, con quienes tuve la oportunidad de coincidir por obra del azar.

No conocí ni de lejos la vida nocturna ni casi ningún lugar histórico o turístico reseñado por las guías. Caminé y caminé, literalmente, una gran parte de Centro Habana, La Habana Vieja y Vedado. Llegamos en taxi hasta Trinidad, que también caminé, pero mucho menos. La primera impresión que te causan estos lugares es la que se queda, porque es única y verdadera.

De Centro Habana hacia el este queda la Habana Vieja, hacia el norte, el malecón, el mar, hacia el oeste Vedado y hacia el sur, más Centro Habana, siempre caminando. En Centro Habana la gente está en las calles, mucha gente, muchas calles. Describirla para que se la imaginen (si es que no la conocen) me es complejo. Les diré de miles de edificaciones, digamos entre señoriales y opulentas, una vez magníficas, en calles y avenidas cruzadas entre sí, ahora en un estado lamentable, con fachadas muy deterioradas y balcones que se pueden desprender en cualquier momento. Los interiores, de igual talante, con un amueblado pobre y pálido.

Mujeres y hombres en un continuo vaivén, buscándoselas. Con dos o tres trabajos. Sin trabajo, pero trabajando todo el día. Sobreviviendo, pero tanteando y encontrando espacios para eso que se llama vivir. Me pareció un pueblo lleno de una intensa vitalidad. En el día a día. Con un espíritu fuerte, entusiasta y emprendedor represado por la frustración y la impotencia. También por la espera y la desesperanza. Sí, así de contradictorio. Si el mito de Sísifo tiene todavía alguna pertinencia o sirve de metáfora es en la Cuba de hoy, para demasiada gente cubana.

Cuando vas por las calles de Centro Habana encuentras decenas, hasta llegar a par de centenas, de puertas y ventanas de hogares a través de las cuales se venden buches de café negro, pizzas, cigarrillos, sándwiches, galletas, pan, zapatos, ropa, ron, cervezas y siga. En las calles se arreglan encendedores y zapatos, te llevan en bicitaxis, te venden antibióticos y sándwiches de pernil de cerdo y ensalada.

Vi cubanas y cubanos que vivían bien, cómodamente. Podían entrar a restaurantes habituales para turistas, poseen carros buenos, costosos. Hay dueños de casas convertidas en alojamientos para turistas y visitantes (David, propietario de la casa donde nos quedamos tiene cinco). El dueño del taxi que nos llevó a Trinidad pagó $56, 000 dólares de EEUU por un carrito requete usado por el gobierno (algo inconcebible e inimaginable en nuestro país, pues en Puerto Rico se pagarían por él ni $2,000). El sector pudiente (porque lo hay) puede comprar habanos Cohíba a $33.00 estadounidenses. (Una maestra gana, poco más o menos, el equivalente a $20.00 al mes. Mientras estuvimos el dólar fluctuó entre 250 y 285 pesos cubanos.) Había edificios y casas en Vedado y la Habana Vieja puestas al día, en muy buenas condiciones, bonitas, contrario a Centro Habana y a ciertas áreas de la misma Habana Vieja.

Conocí personas con mucho de personaje, como Gabriel, de la escuela de cine en San Antonio, y Raúl el Músico, de la Habana Vieja. Y personas como Ramón, el taxista, inteligente, alerta, abierto, consciente y extraordinario conversador.

Me hablaron del abusivo y dañino, largo y cruel embargo estadounidense, como fastidia sus empeños de pueblo independiente, su calidad de vida, y cómo el gobierno lo utiliza de excusa para todo, venga o no a cuento. Conversé con Ivonne, mientras me preparaba un café y un sandwichito, cuando iniciaba su turno de trabajo de 24 horas en un bar-cafetería, cada tres días. Con el jovencito de Trinidad que comienza a las 5:30 am y sigue hasta las 12:00 o 1:00 am durante tres días corridos y que gran parte de ese tiempo se la pasa en la calle ofreciendo los servicios y la comida del restaurant en que trabaja. Con Pablo, albañil, carpintero y lo que hiciera falta, encargado de la casa en que me quedé, trabajo de varios días a la semana desde las 5:00 pm hasta las 10:00 am, tarea que comparte con el que lleva a cabo para el gobierno, que no era mucho ni consistente, porque rara vez había materiales para bregar. Conocí a Danaily, con un trabajo de 7:00 am a 5:30 pm, en la cocina, limpiando cuartos y pisos en lo que espera un año para que le permitan retomar sus estudios universitarios, esos sí, gratuitos.

Hablé con gente que aún cree o espera algo de su revolución, otras personas admiran a Fidel Castro, otras están molestas porque esperaban elecciones tras su salida y lo que hizo fue heredarle a su hermano Raúl el gobierno, y este sigue en el poder detrás de la falsa escenografía. Hay gentes que descreen de la democracia cubana porque entienden que solo le sirve bien a la claque que gobierna. Cubanas y cubanos hay que repudian, y lo manifiestan, que haya ricos que se pavonean entre su pobreza y necesidad.

Vi banderas de EEUU y oí consistentemente del deseo de salir de Cuba, para donde fuera (Haití me mencionó uno, no sé si irónicamente). Nadie me dijo que se sentía socialista o comunista, que debe haber. No pregunté sobre eso. La gente habla sin tapujos sobre la situación que impera en su país y que las somete a la espera y desesperanza, como ya dije. Hacían tranquilamente sus críticas y desacuerdos con el gobierno. Más de una persona me dijo que no confiaba en el presidente y que no servía. Denunciaron las formas de bregar de sus instituciones, del descalabro del sistema de salud y de educación. De las limitaciones que les procura ser cubana, cubano, en Cuba. De ahí a ir a las calles a expresarse, es otro cantar. Aquí sabemos cómo es la cosa.

No me dejó de dar vergüenza y apuro que la gente que pasaba me viera en un restaurante al que no podía entrar ni pagar. Sabiendo que me gastaba en una cena un cuarto de mes de su sueldo, que consumía alimentos que le estaban inaccesibles, porque eran para turistas o gente cubana con recursos económicos.

No vi gente desnutrida ni macilenta. Tienen hambre, pero no mueren de hambre. Te pueden acosar para ofrecerte algo, venderte algo, negociar algo, obtener algo. La violencia está en la necesidad que las y los impulsa a eso.

Voy a Cuba consciente de la andanada perversa de la prensa y los medios anti proceso cubano, porque se apellida socialista, que gravitan entre los intereses económicos y políticos estadounidenses del capital, y porque así como están las cosas no pueden entrar. Prevenido además de la prensa y medios acríticos o que idealizan y defienden dicho proceso, y a sus gestores, por encima del pueblo –pueblo en el sentido de la sociedad mayoritaria de a pie – a quienes le escatiman la participación en las decisiones importantes.

Hay quienes aplauden, agradecen y se entusiasman con su proceso antiimperialista, tanto fuera como dentro de Cuba. Porque eso sí, este país ha enfrentado y, hasta hoy, perseverado en su rechazo al imperialismo estadounidense. Junto a Vietnam y Afganistán, Cuba posee, entre sus haberes, haber humillado al imperio más poderoso de la Tierra y seguir contándolo.

A partir de lo expuesto (y lo que me reservo), ni dentro de la concepción más amplia y extraña que pueda alguien tener del socialismo, puedo ubicar el fruto o el resultado en estos 65 años de Cuba ni como cercana. Que el estado se autodenomine socialista, por un lado, y que por otro, este estado tenga el control de aspectos económicos tan importantes como la banca, las casas de cambio de moneda, lo que se exporta y lo que se importa, las tierras, los hoteles y los edificios históricos, o que llene las calles con consignas al estilo de “Cuba, lo más grande” o “La revolución vencerá”, no hacen de Cuba una sociedad socialista.

Uno reconoce el fantasma que recorrió a Cuba con el proyecto de alfabetización y con el de acabar con la insalubridad, la discriminación y la desnutrición; con la reforma agraria, la nacionalización de tierras y su repartición a quienes no tenían; con el programa de servicios gratuitos como hospitales, medicinas, educación, espectáculos; con resolver en gran medida el problema de millones sin casa; con la defensa de la integridad del pueblo ante la invasión por Bahía de Cochinos y Playa Girón; con la tesis del hombre nuevo (y la mujer nueva, añado) para un presente y futuro distintos. Lamento profundamente que lo anhelado y logrado por la Revolución Cubana haya desembocado en lo que hoy impera.

Yo no defendería el socialismo si implica miseria y necesidad generalizada, si es sobrevivencia perpetua, si hay que estar rascándole algo a la vida día a día. No se puede hablar de socialismo si lo que se destila es desdén hacia el pueblo, si la riqueza no es distribuida equitativa, igualitaria y justamente. Si el socialismo no persigue la destrucción de la burguesía y que el poder esté en las manos del proletariado y el pueblo llano, si no persigue el final de la vieja sociedad burguesa y el establecimiento de una sociedad sin clases, no lucharía por el socialismo. Yo no lucharía por el llamado socialismo cubano. Reconozco la salvedad, les toca a las cubanas y a los cubanos.

Cuba es una mala carta de presentación para el socialismo libertario, demócrata, progresista, igualitario, equitativo y justiciero que anhelamos. Porque hay quienes consideran a Cuba un país socialista. Ni es socialista ni es una brutal dictadura, aunque lo parezcan a los ojos acostumbrados a ver los colores de las cosas sin matices. Ambos son de esos membretes que endilgamos a cualquier situación o experiencia a gusto y disgusto. En Cuba existe un marco democrático tan o más fatulo, arbitrario y engañoso que el nuestro. Evidente, con otros ribetes y con sus propios asegunes e intereses.

“La democracia” en Puerto Rico está montada para el control colonial de EEUU y para el disfrute de ganancias de empresarios, banqueros e industriales, norteamericanos y puertorriqueños, y para los amigos del alma de la clase intermediaria –los políticos. En Cuba, “la democracia” está al servicio de una nueva oligarquía y/o a allegados al partido único y en el poder.

Como en la realidad profunda y compleja de cada país, en Cuba hay casos y cosas de difícil comprensión para alguien que llega, pero aun así es imposible invisibilizar la división de clases sociales y lo terrible que lo pasa la mayoría en un país socialista mal avenido, mal establecido, mal llamado.

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QOSHE - Cuba, ¿socialista, o qué? - José Antonio Ramos
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Cuba, ¿socialista, o qué?

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26.04.2024

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| Publicado el 26 abril 2024

A Ramón, taxista de Trinidad. Porque se den tus deseos.

Tenemos que quitarle al Socialismo de encima el manto de maldad con que lo recubren los enemigos de la humanidad –los capitalistas.

–Hay que distinguir el socialismo que en el MST postulamos, defendemos y por el que luchamos, del “socialismo real” que se atribuyen algunos o el que les asignan sus detractores a experiencias ya sean americanas, asiáticas o europeas.

–Hay que terminar con los miedos y dudas que causan las falsedades intencionadas para desacreditar y desvalorar el socialismo.

–Hay que establecer que el socialismo es inminente y profundamente democrático, es ajeno y odioso a la dictadura y al control por represión y miedo.

–Hay que ir trabajando en desmenuzar qué es el capitalismo en verdad, cómo nos enreda, cómo nos oculta la realidad-verdad, cómo nos hace responsables de las perversas circunstancias que provoca.

–Debemos presentar propuestas para un mejor país y explicar el carácter socialista que tienen: desde buenos trabajos y mejores condiciones (sin explotación), pasando por un retiro universal, un eficiente y adecuado plan de salud socializado, viviendas accesibles y seguras, y una educación que nos prepare para el trabajo y para ser seres humanos íntegros, dignos, solidarios y sin prejuicios sexistas, racistas, homofóbicos y de cualquier otra índole.

–Como son tantas las tareas, breguemos con estas.

Este texto es una mirada, y mi interpretación, a Cuba en 2024.

Pequeño tapiz conformado con las piezas que encontré, pero convencido de que representa lo que vive la inmensa mayoría de las y los cubanos en su país.

Viajé a Cuba en febrero de este año. Evidentemente estos comentarios no son los de una persona experta en la situación cubana, pero tampoco los de un ignorante total. Soy socialista, maestro jubilado, esposo de una maestra también jubilada, también socialista, padre de cuatro hijas y un hijo (no, no fue buscando el varón, él es el tercero), constante lector de historia, política y literatura. Al menos no me pueden dar iguana y decir que es conejo. Este escrito es fruto de las caminatas y conversaciones, es decir, de lo que vi y escuché atentamente en esos días de los y las cubanas de por ahí, con quienes tuve la oportunidad de coincidir por obra del azar.

No conocí ni de lejos la vida nocturna ni casi ningún lugar histórico o turístico reseñado por las guías. Caminé y caminé, literalmente, una gran parte de Centro Habana, La Habana Vieja y Vedado. Llegamos en taxi hasta Trinidad, que también caminé, pero mucho menos. La primera impresión que te causan estos lugares es la que se queda, porque es única y verdadera.

De Centro Habana hacia el este queda la Habana Vieja, hacia el norte, el malecón, el mar, hacia el oeste Vedado y hacia el sur, más Centro Habana, siempre caminando. En Centro Habana la gente está en las calles, mucha gente, muchas calles. Describirla para que se la imaginen (si es que no la conocen) me es complejo. Les diré de miles de edificaciones, digamos entre señoriales y opulentas, una vez magníficas, en........

© Bandera Roja


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