Hay una serie de variables que permiten medir la capacidad política de las elites. El núcleo dirigente, zona preferente dentro de la elite, no es solo una pequeña constelación de personas importantes e influyentes.

Es ante todo un grupo que administra el escenario político y social y que, por tanto, goza para ello de cierta eficacia. En el marco de esa necesaria eficacia, las elites deben proveerse de dos fórmulas.

La fórmula política de las elites

Gaetano Mosca ha hablado de la fórmula política, esto es, aquella construcción que permite integrar a parte importante de la población en los intereses de la elite. El concepto marxista de lucha de clases plantea el escenario de una crisis de fórmula política: los intereses dominantes son vistos contradictorios con los intereses de los dominados.

Lo contrario es el caso de un escenario de alta gobernabilidad por validación de las elites. En ese caso, los intereses de la elite política estarían alineados con los intereses de la ciudadanía. Sabemos que no es el caso en Chile.

En nuestra encuesta (proyecto La Cosa Nostra) es bastante evidente que hoy se detecta un divorcio importante entre los intereses de la elite política y los intereses de la ciudadanía.

Sin embargo, ha recuperado terreno la elite económica, existiendo ya en varias mediciones un resultado favorable a la tesis de que los intereses de los más ricos son coherentes y no contradictorios con los intereses de los más pobres.

Pero, ¿de qué depende la fórmula política? ¿De qué depende que la ciudadanía pueda considerar que sus intereses están representados por el devenir de la elite?

La clave está en el contenido de esa relación, lo que podemos resumir en el concepto de ‘fórmula hegemónica’. Este punto merece una explicación.

La fórmula hegemónica

La fórmula política, según hemos dicho, es el mecanismo por el cual la elite logra darse a sí misma la prerrogativa de administrar el conflicto de clase, siendo exitosa en ese intento.

Una fórmula política es entonces un mecanismo de integración (real o aparente) de los beneficios del orden político vigente hacia grupos alejados del sector dominante. Por otro lado, la fórmula hegemónica es el conjunto de valores, matrices de percepción, conceptos y paradigmas que orientan la vida cotidiana y generan una transformación de las ideas de la clase dominante en creencias de toda la sociedad.

La fórmula hegemónica es la capacidad de producir un escenario cultural que favorezca los intereses del grupo promotor de esas ideas. Para situar con un ejemplo, la dictadura de Augusto Pinochet fue exitosa en construir una fórmula hegemónica basada en el temor al desorden y la importancia de la seguridad, lo que favorecía el autoritarismo y el foco en gobernabilidad más que en democratización.

Fue esa en gran medida la obra de Guzmán, esto es, traducir la hegemonía cultural de un régimen militar a una formación institucional que lo consagrase como un orden capaz de traducir su lógica operacional en una forma de vida en sociedad.

La búsqueda de hegemonía en la dictadura fue enfática respecto a validar el orden político. Aunque hizo esfuerzos por construir una hegemonía sobre lo económico, ellos fueron muy discretos y fue una dimensión que operó más bien como una fórmula política para integrar en la fe en el crecimiento económico a gran parte de la población.

La fórmula hegemónica tiene un cambio importante ya iniciada la transición, cuando el foco pasa a ser justificar el modelo económico. Al respecto, se construye un enjambre valorativo sumamente sofisticado, donde opera el deseo (y ya no el miedo) como base de la relación con el poder: el consumo es la práctica social más naturalizada y se convierte en el sentido de la vida.

El modelo económico triunfa así en el deseo de conseguir satisfacción en el mercado, como el deseo de diferenciación, acceso y reconocimiento personal en el servicio como cliente.

Pero volvamos a la fórmula política.

La elite política tiene nombres propios. Y dentro de los nombres propios hay siempre un olimpo, los mejores diez, por ejemplo. Los mejor evaluados, los menos rechazados, tienen una presencia fundamental.

Por ejemplo, si vamos al año 2000 (siguiente tabla) veremos a los diez mejores puntajes, esto es, el resultado más alto al restar el rechazo de un personaje político respecto a su aprobación. Por entonces, Alvear, Lavín y Lagos obtenían un delta (diferencia resultante de la resta señalada) sobre 50 puntos porcentuales.

Top ten de la política chilena diciembre del año 2000

Como se aprecia en la tabla de la encuesta CEP N° 40 del mes de diciembre en el año 2000, los top ten de la política de la época se movían entre un delta de 59 puntos (el liderazgo más alto) hasta 30 puntos (el más bajo). La media era de 44,7 puntos.

Top ten del 2023

Hagamos el ejercicio de observar el presente para hacer una comparación. La última encuesta CEP se publicó en noviembre de 2023 y nos da los siguientes resultados.

Top ten de la política chilena noviembre del año 2023

Evelyn Matthei marca un delta positivo de 23 puntos (46 de aprobación y 23 de rechazo). Este puntaje es 36 puntos más bajo que el primer lugar del año 2000. Y hay más. En la última medición solo tres casos logran tener “números azules”, es decir, son aquellos cuyo delta emerge de una aprobación mayor que el rechazo.

El resto tiene números negativos en su delta. Este dato es perturbador. Significa que entre los diez mejores políticos del país, según la evaluación de la ciudadanía, el 70% de ellos no obtiene más aprobación que rechazo. Es difícil encontrar algo equivalente.

Y es que es como imaginar que los diez mejores exponentes de los cien metros planos en el atletismo chileno, padecieran el curioso problema de terminar la carrera más atrás del punto de partida.

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El siguiente gráfico muestra la decadente evolución de la elite política en relación a su valoración por parte de la ciudadanía. Y el dato, justo antes de un plebiscito que nace para articular (aunque fuese un poco) la política y la ciudadanía, nos muestra que se mantienen los números muy malos.

Vemos en 2023 un retorno a los números azules, pero eso es porque la anterior medición mostró una recuperación, pero en rigor en la última medición de CEP esa recuperación se debilitó estructuralmente, mostrándonos un dato de -4%.

Delta de la elite política

Los números prosiguen el curso de los últimos años este 2023. El escenario de la elite política es peor que durante el estallido social de 2019 y la legitimidad del sistema político sigue en juego.

Es el fin de año y la elite política debe pensar si su repertorio tiene algún sentido.

Un elemento final: la política no es solo satisfacer la demanda, no es solo aguzar el oído y repetir los más sentidos deseos del pueblo. No es solo ir a la feria y repetir en la televisión lo mismo. La política es oferta también. Y los datos que aquí se exponen pueden estar mostrando el resultado de esa escasez de oferta política.

Los miembros de la elite política se levantan todos los días creyendo que construyen y que son importantes. Y no es ni lo uno ni lo otro. El peso específico de los actores políticos es bajísimo, tiende a cero. Y ello marca el destino de su eficacia. La elite se levanta marcando la agenda y construyendo futuro. Pero la verdad es que construye sobre arena. Y eso ya sabemos cómo termina.

Alberto Mayol

Sociólogo. Académico Universidad de Santiago

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La elite construye sobre arena

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29.11.2023

Hay una serie de variables que permiten medir la capacidad política de las elites. El núcleo dirigente, zona preferente dentro de la elite, no es solo una pequeña constelación de personas importantes e influyentes.

Es ante todo un grupo que administra el escenario político y social y que, por tanto, goza para ello de cierta eficacia. En el marco de esa necesaria eficacia, las elites deben proveerse de dos fórmulas.

La fórmula política de las elites

Gaetano Mosca ha hablado de la fórmula política, esto es, aquella construcción que permite integrar a parte importante de la población en los intereses de la elite. El concepto marxista de lucha de clases plantea el escenario de una crisis de fórmula política: los intereses dominantes son vistos contradictorios con los intereses de los dominados.

Lo contrario es el caso de un escenario de alta gobernabilidad por validación de las elites. En ese caso, los intereses de la elite política estarían alineados con los intereses de la ciudadanía. Sabemos que no es el caso en Chile.

En nuestra encuesta (proyecto La Cosa Nostra) es bastante evidente que hoy se detecta un divorcio importante entre los intereses de la elite política y los intereses de la ciudadanía.

Sin embargo, ha recuperado terreno la elite económica, existiendo ya en varias mediciones un resultado favorable a la tesis de que los intereses de los más ricos son coherentes y no contradictorios con los intereses de los más pobres.

Pero, ¿de qué depende la fórmula política? ¿De qué depende que la ciudadanía pueda considerar que sus intereses están representados por el devenir de la elite?

La clave está en el contenido de esa relación, lo que podemos resumir en el concepto de ‘fórmula hegemónica’. Este punto merece una explicación.

La fórmula hegemónica

La fórmula política, según hemos dicho, es el mecanismo por el cual la elite logra darse a sí misma la prerrogativa de administrar el conflicto de clase, siendo exitosa en ese intento.

Una fórmula política es entonces un mecanismo de integración (real o aparente) de los beneficios del orden político vigente hacia grupos alejados del sector dominante. Por otro lado, la fórmula hegemónica es el conjunto de valores, matrices de percepción, conceptos y paradigmas que orientan la vida cotidiana y generan una........

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