Volvimos con frío y sabiduría. Cuando una persona te relata su vuelta a la fe católica después de muchos años, se retuerce un hilo en el pescuezo y se afirma “habrá algo”. Por eso corrí a desayunar, al día siguiente, al eterno hotel Palace de Madrid. “No hay nada, no seas estúpido, solo hay esto”, me espetó el ectoplasma de Durruti con el primer cortado. Hace tiempo que ha renegado del Ritz, donde murió, por una “cuestión estética”, me dice. “¿Y qué hacemos con la navidad?”, le pregunto. “Pues no hacemos nada, festejar un poco el nacimiento del último cristiano. Después de Jesús, la Iglesia, y ya sabes…”. Ya sé, desde luego: mucho concilio, mucha guerra y despreciables agresiones a los infantes. Pero hay gente que se deja la vida por los demás en sitios inhóspitos, en nombre de esa iglesia y sus fanfarrias. “Su bondad no absuelve sus milenarios pecados. Por ella algunos vuelven a la fe, como tu amiga paseante nocturna, pero nada significa nada”. Desde hace tiempo, Durruti está muy sentencioso, menos dialéctico, creyéndose apodíctico. Son los años de abandono. Ya no tiene compañía; los otros ectoplasmas que deambulaban por las cercanías del congreso de los diputados han mudado de capa y de espacio. Se llevó muy bien con el de Adolfo Suárez, ya lo hemos contado: en el tiempo inmaterial que les tocó compartir, casi llegaron a las mismas conclusiones, melancolía y escepticismo.

Me escapé a la Casa de América donde se celebraba el XXIX Foro Eurolatinoamericano de Comunicación. La Asociación de Periodistas Europeos lo organiza, con la colaboración de Casa América y el patrocinio de grandes y poderosas firmas: Santander, Telefónica e Iberdrola. Muchas gracias, desde luego. Merced a todos ellos pudimos escuchar a refulgentes personas de la literatura latinoamericana: Martín Caparrós, Jorge Volpi, Karina Sainz Borgo, Santiago Roncagliolo y Pola Oloixarac. También había periodistas y pensadores varios de interesante verbo, pero a esos no les gusta ser nombrados. Comimos en la Raimunda, el restaurante de la casa que evoca a otro ectoplasma famoso pero ya decaído. “Todos pagamos el populismo”, dijo Caparrós. Porque el seminario se titulaba Populismo ¿único camino?. Me fui con mayor despiste pues creo que populismo se dice de muchas cosas y muchas veces con cierto eufemismo o voluntad de tapadera.

Y el paseo fue por la noche. La vuelta al dios padre. “Dios ha muerto hace tiempo”, creo que le dije. Lo pensé más bien. Mi educación me impidió romper la vajilla pues se trata de buscar ajuar. A la altura de Moncloa, me acordé de que los fondos de los fotógrafos Alfonso guardan más de cien mil negativos de historia del siglo XX español. Siempre que paso por delante del que fue su segundo estudio, después de la guerra incivil, en Gran Vía 20, me acuerdo de la saga. El fotoperiodismo es una pintura a modo de puñetazo realista del instante. También puede ser mágica: en un bar de copas y tapas de Chamberí, el Macondo, nos encontramos con una foto de García Márquez con la primera edición de Cien años de soledad en la cabeza. Un retrato clásico de la gran fotógrafa barcelonesa Colita como me empeñé en recordar.

No hay más cera. Los villancicos no paran de repetir el soniquete. Mañana los números de la lotería. Pasado las zambombas y las panderetas. Y el reloj de la Puerta del Sol sigue sin funcionar: se quedó parado en una noche porteña en la que a los argentinos se les pasó el asado. Vacío y entraña a la basura. Qué dolor.

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En estas noches

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21.12.2023

Volvimos con frío y sabiduría. Cuando una persona te relata su vuelta a la fe católica después de muchos años, se retuerce un hilo en el pescuezo y se afirma “habrá algo”. Por eso corrí a desayunar, al día siguiente, al eterno hotel Palace de Madrid. “No hay nada, no seas estúpido, solo hay esto”, me espetó el ectoplasma de Durruti con el primer cortado. Hace tiempo que ha renegado del Ritz, donde murió, por una “cuestión estética”, me dice. “¿Y qué hacemos con la navidad?”, le pregunto. “Pues no hacemos nada, festejar un poco el nacimiento del último cristiano. Después de Jesús, la Iglesia, y ya sabes…”. Ya sé, desde luego: mucho concilio, mucha guerra y despreciables agresiones a los infantes. Pero hay gente que se deja la vida por los demás en sitios inhóspitos, en nombre de esa iglesia y sus fanfarrias. “Su bondad no absuelve sus milenarios pecados. Por ella........

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