Hay un incómodo eterno retorno cada 31 de diciembre. Siempre lo siento igual: marineritos en la puerta del Sol ¿Qué hacen tan lejos de sus embarcaciones? Me lo preguntaba de infante impertinente. Ahora ya no porque han sido expulsados de la plaza, hace años. Las castas tradiciones con cierta nota de perversidad en forma de no-traje femenino y esperpento masculino. Y las crónicas del día siguiente que en el mundo digital son casi inmediatas, ¡pobres cronistas! De todo esto que ya es pasado, se me repitió como ajo a lo Victoria Beckam mientras hacía cola para que me repararan un neumático pinchado. Con Victoria me crucé, años ha, en la sala bonita (Guillermo Noguerol dixit) de la T4 del aeropuerto de Barajas. Me pidió un autógrafo –me confundió desde luego- se lo di sin rechistar sobre un ejemplar de The Guardian del día anterior. En realidad, hubo intercambio de firmas: ella me estampó la suya en la tercera página de un libro de Toni Negri, “El tren de Finlandia”. “¿Es italiano?” preguntó. “Sí, como Armani” le contesté. “Giorgio me encanta, sobre todo cuando sonríe” me respondió desde sus inmensos tacones y con dos o tres niños colgados por la espalda y el carrito del equipaje. Para añadir esencias al tarro, sobrevino una incipiente gripe, catarro más bien, que me nubló la vista y me facilitó este ensueño. Al rescate, Frenadol y Jacqui McShee, la cantante de Pentangle que susurró “Cruel Sister” como en los viejos tiempos: “There lived a lady by the North Sea shore” y “dos hijas fueron los bebés que ella dio a luz.” Como persistía el delirio, le dije a Jacqui que era una pena que no estuviera con nosotros John Renbourn, “¿pero no oyes su guitarra?” advirtió. La oía, en el autobús que tome el primer día del año después de comer un menú en la calle Princesa. El segundo, compré por fin una agenda, con forma de las imitadas libretas de Bruce Chatwin y Ernest Hemingway (uno siempre se cree lo que no es porque el hábito no hace al monje.)

¿Dónde la continuidad de Pentangle? En The Cranberries, aunque se murió muy joven Dolores O’Riordan, la voz de todas las voces. No tanto como Janis: tremenda en un documental de no sé qué canal, no cabía en el fotograma. En mi ciudad de nacimiento, Coruña, hacen todos los años un calendario, y ya llevan cincuenta y ocho, con fotos del pasado y del presente. En la edición de 2024, la primera foto antigua es de 1939, la avenida de Linares Rivas, igual que me la encontré cuando nací casi veinte años después. El Frenadol creo que lleva una pequeña dosis de ácido de aquel que me llevó de la calle Fernando de Barcelona a Travesera de Gracia de un salto. Me empujó una porteña mientras me contaba cómo había sido torturada por los perros del general Lanusse: el efecto se multiplicó. Si abrimos un concurso en Canarias sobre expresiones célebres, nadie recordará la de “¿un champacito?” pero yo identifico al autor y a su sombra, que aparece en la última novela de Vargas Llosa, entres valsecitos y denuestos demasiado peruanos.

Como consecuencia de todo lo anterior, la banda sonora de 2024 serán Pentangle y The Cranberries, seguro que no se oirán ni en Ferraz ni en Génova en una simetría imposible. El médico también me ha prohibido las citas pero no pienso hacerle caso. Vaya pues la primera: “No leeré más a ningún autor al que se le note que ha querido escribir un libro: sino sólo a aquellos cuyos pensamientos se han convertido imprevistamente en un libro.” Federico Nietzsche, reiteramos.

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QOSHE - Insólita impaciencia - José María Noguerol
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Insólita impaciencia

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03.01.2024

Hay un incómodo eterno retorno cada 31 de diciembre. Siempre lo siento igual: marineritos en la puerta del Sol ¿Qué hacen tan lejos de sus embarcaciones? Me lo preguntaba de infante impertinente. Ahora ya no porque han sido expulsados de la plaza, hace años. Las castas tradiciones con cierta nota de perversidad en forma de no-traje femenino y esperpento masculino. Y las crónicas del día siguiente que en el mundo digital son casi inmediatas, ¡pobres cronistas! De todo esto que ya es pasado, se me repitió como ajo a lo Victoria Beckam mientras hacía cola para que me repararan un neumático pinchado. Con Victoria me crucé, años ha, en la sala bonita (Guillermo Noguerol dixit) de la T4 del aeropuerto de Barajas. Me pidió un autógrafo –me confundió desde luego- se lo di sin rechistar sobre un ejemplar de The Guardian del día anterior. En realidad, hubo intercambio de firmas: ella me........

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