Las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo no están calando en el mercado del petróleo. Este mes hace dos años, el barril de Brent se disparó un 30%, hasta los 120 dólares, tras la invasión de Ucrania. Pero tras cuatro meses de conflicto entre Israel y Gaza, ronda los 80 dólares, menos que antes de que empezara. La inquietante calma de los inversores refleja las expectativas de una demanda débil, una oferta abundante y unas sanciones laxas de EE UU a Irán. Las tres cosas podrían cambiar.

El mundo está en una situación diferente a la de 2022, cuando el auge del crecimiento pospandemia dejó la oferta de petróleo extremadamente ajustada. Los precios ya superaban los 90 dólares antes de que Putin lanzara su invasión. La economía mundial había crecido un 6% en 2021, y la OPEP+ seguía deshaciendo los recortes de producción de casi 10 millones de barriles diarios que había introducido en 2020. La perspectiva de que 5 millones de barriles diarios de crudo ruso desaparecieran del mercado disparó los precios.

En cambio, el mercado parece hoy excesivamente abastecido. El Banco Mundial prevé que la economía mundial crezca solo un 2,4% este año, y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que la demanda de petróleo crecerá en solo 1,2 millones de barriles diarios, la mitad que el año pasado, y que la oferta crecerá en 1,5 millones, gracias a los hiperactivos productores que no forman parte de la OPEP+, en particular EE UU.

El mercado también tiene incorporada una válvula de escape. Los países de la OPEP+ han estado bombeando colectivamente unos 5 millones de barriles menos al día de lo que podrían para intentar apuntalar los precios. Si se produjeran alteraciones en el mercado, Joe Biden, podría apoyarse en el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán (MbS), para abrir los grifos.

Los ataques del Mar Rojo rompen ese delicado equilibrio. Los petroleros que dan la vuelta a África llegarán dos semanas más tarde de lo previsto. También quemarán más petróleo al navegar durante más tiempo o acelerar para recuperar el perdido. El desvío de los petroleros consume 200.000 barriles diarios más, según un experto, lo que eleva el crecimiento de la demanda este año a 1,4 millones de barriles diarios.

Además, las previsiones de la AIE pueden ser erróneas. La OPEP calcula una demanda extra en 2024 de 2,25 millones de barriles diarios, debido a un aumento de las compras por parte de las refinerías petroquímicas de China y Oriente Próximo. Es muy superior al aumento previsto de la oferta no procedente de la OPEP. Un repunte del crecimiento del PIB mundial, quizá estimulado por la bajada de los tipos en EE UU, impulsaría también el consumo de petróleo.

Por último, está Irán. Las sanciones a la exportación de petróleo del país, impuestas por Donald Trump, siguen en vigor. Pero la aplicación de los frenos ha sido laxa. Las exportaciones de Irán han pasado de menos de 500.000 barriles diarios en 2020 a casi 1,5 millones, según Vortexa. Los 62.000 millones de dólares de ingresos por petróleo y gas que la AIE estima que el país generó en 2022 le dan potencia de fuego adicional para financiar a sus apoderados en el eje de la resistencia en todo Oriente Próximo, incluidos los hutíes.

En vísperas de unas elecciones presidenciales en EE UU en las que el precio de la gasolina jugará un papel importante, Biden será reacio a arriesgarse a aumentarlo reduciendo las exportaciones iraníes. Pero la presión de los republicanos podría forzarle a actuar. EE UU ya ha lanzado ataques contra los hutíes y sus aliados iraníes en Siria e Irak. Las tensiones podrían intensificarse aún más.

Como siempre, Rid tiene un papel decisivo. MbS puede ver la lógica de ayudar a Biden frenando el precio del petróleo. Pero el líder de facto del reino ha tenido sus diferencias con el presidente de EE UU. Puede que prefiera un regreso de Trump, que adoptó una línea más suave en polémicas como el asesinato de Jamal Khashoggi.

Aunque Arabia Saudí ayude, no puede garantizar un Oriente Próximo en calma. Teherán, que pese a las recientes conversaciones mediadas por China está perpetuamente en desacuerdo con Riad, podría enfurecerse si unas sanciones de EE UU más estrictas le bloquearan el acceso a los mercados asiáticos. En 2019, los ataques con cohetes contra la refinería clave saudí de Abqaiq dejaron fuera de servicio brevemente el 50% del suministro del reino. Irán negó su implicación, pero los ataques se produjeron la última vez que su petróleo fue fuertemente sancionado.

El mayor riesgo es que Irán juegue su baza y bloquee el estrecho de Ormuz, por el que circulan 21 millones de barriles de petróleo diarios, más de un quinto del consumo mundial. Eso pondría en peligro unas cuatro veces la cantidad de suministro que inicialmente se temía que estuviera en peligro por las sanciones a Rusia en 2022. Y es casi seguro que elevaría los precios sobre los 100 dólares.

Un desenlace tan extremo es improbable. De hecho, las cosas podrían tomar un giro más positivo. Israel y los principales países occidentales mantienen conversaciones sobre un alto el fuego en Gaza. De tener éxito, Hamás liberaría progresivamente a más de 100 rehenes israelíes, a cambio de un cese de las hostilidades que probablemente duraría meses. Y luego sería más difícil para Israel reiniciar la guerra. Una tregua más permanente podría llevar a Riad y a sus aliados a reconocer formalmente a Israel como Estado, algo clave para aliviar las tensiones en la región. Pero no es seguro que estas conversaciones lleguen a buen puerto. Y hacia finales de enero, los inversores empezaron a aumentar notablemente la proporción de apuestas a la subida del petróleo en el mercado de futuros. La sorprendente calma actual puede preceder a una tormenta.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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Los inversores en petróleo, a la deriva en las corrientes del Mar Rojo

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13.02.2024

Las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo no están calando en el mercado del petróleo. Este mes hace dos años, el barril de Brent se disparó un 30%, hasta los 120 dólares, tras la invasión de Ucrania. Pero tras cuatro meses de conflicto entre Israel y Gaza, ronda los 80 dólares, menos que antes de que empezara. La inquietante calma de los inversores refleja las expectativas de una demanda débil, una oferta abundante y unas sanciones laxas de EE UU a Irán. Las tres cosas podrían cambiar.

El mundo está en una situación diferente a la de 2022, cuando el auge del crecimiento pospandemia dejó la oferta de petróleo extremadamente ajustada. Los precios ya superaban los 90 dólares antes de que Putin lanzara su invasión. La economía mundial había crecido un 6% en 2021, y la OPEP seguía deshaciendo los recortes de producción de casi 10 millones de barriles diarios que había introducido en 2020. La perspectiva de que 5 millones de barriles diarios de crudo ruso desaparecieran del mercado disparó los precios.

En cambio, el mercado parece hoy excesivamente abastecido. El Banco Mundial prevé que la economía mundial crezca solo un 2,4% este año, y la Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que la demanda de petróleo crecerá en solo 1,2 millones de barriles diarios, la mitad que el año pasado, y que la oferta crecerá en 1,5 millones, gracias a los hiperactivos productores que no forman parte de la OPEP , en particular EE UU.

El mercado también tiene incorporada una válvula de escape. Los países de la OPEP han estado........

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