La mañana del 27 de abril de 1998 entré a una tienda de libros usados. Un lomo ajado y con algunas letras borradas me llamó. Era la primera edición de Las estrellas son negras, publicada en Bogotá por la Editorial Iqueima en 1949. La primera novela de Arnoldo Palacios.

Tenía una dedicatoria del autor: “A Francisco Villaveces López, un trabajador por la cultura nacional, un guardador del fuego; aquí un recuerdo de Arnoldo Palacios Bog. 27 de junio 1949″.

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Lo devoré de una sentada. No solo me conmovió la historia de Irra y Nive, sino también me impresionó la destreza en el manejo de la oralidad y la tremenda modernidad que irradiaba ese texto.

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Por esos días Arnoldo Palacios vino a Bogotá. Me enteré de que iba a estar en la Universidad Central. Dos cosas me impresionaron ese día: su risa amplia, total, y la manera con que saboreaba las palabras cuando hablaba. Al finalizar me acerqué para pedirle que me firmara el libro. Le dije:

-Don Arnoldo, ¿puede dedicármelo, por favor?

Desde ese momento empecé a llamarlo “Don Arnoldo”. ¿Por qué decirle “Don” a alguien que lo que menos hacía con los demás era establecer una distancia? No pude dejar de decirle “Don” a alguien que transmitía cercanía, elegancia, honor, dignidad y generosidad. Muy pocos transmiten esto. Es algo parecido a la verdad. Se sabe.

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-¡Pero esta es la primera edición! Yo no la tengo. Te la cambio por 10 ejemplares de la nueva, me dijo abriendo los ojos y los brazos como si intentara abarcar la distancia que hay entre París y Cértegui.

-Le propongo otra cosa: yo le prometo, le doy mi palabra, que se la voy a conseguir. No se preocupe. Yo soy librero y sé que me volverá a llegar. Lo cumplí dos años después.

Hablamos un rato sobre la novela, la literatura y su vida. Me escribió: “Para Álvaro Castillo, gran lector y, por ende, gran amigo de quien escribió estas páginas sangrantes de dolor y repletas de alegría dentro de la existencia y frente al futuro permanente. En recuerdo de este encuentro en la Universidad Central. Santafé de Bogotá 3 de junio de 1998″.

Este primer encuentro empezó a armar una historia que hizo que continuáramos viéndonos cada vez que volvía a Colombia. De alguna manera me enteraba o él me avisaba. La cosa es que no dejábamos de citarnos, siempre por la mañana, para desayunar tajadas de plátano, queso y café. Como si estuviéramos en Cértegui o Quibdó. Y seguir hablando…

A él ha sido al único escritor que le he pedido que me rededique un libro. ¿Por qué? Lo sé. Era una manera de homenajearlo y celebrar la vida que nos daba la oportunidad de reencontrarnos.

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Las estrellas son negras...dedicada cinco veces a Álvaro Castillo Granada

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05.03.2024

La mañana del 27 de abril de 1998 entré a una tienda de libros usados. Un lomo ajado y con algunas letras borradas me llamó. Era la primera edición de Las estrellas son negras, publicada en Bogotá por la Editorial Iqueima en 1949. La primera novela de Arnoldo Palacios.

Tenía una dedicatoria del autor: “A Francisco Villaveces López, un trabajador por la cultura nacional, un guardador del fuego; aquí un recuerdo de Arnoldo Palacios Bog. 27 de junio 1949″.

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Lo devoré de una sentada. No solo me conmovió la historia de Irra y Nive, sino también me impresionó la destreza en el manejo de la........

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