El 31 de octubre de 2022, minutos después de que Lula da Silva fuera declarado vencedor de las elecciones de Brasil, las redes sociales bolsonaristas empezaron a pedir 72 horas de resistencia. Mostrar fuerza en las calles durante tres días, insinuaban los mensajes, era el camino para facilitar una intervención militar. Impelidos por la llamada, los bolsonaristas más radicales acamparon frente a cuarteles del Ejército de todo el país. João Cezar de Castro Rocha, profesor de Literatura Comparada en la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ) y especialista en extrema derecha, definió aquellas 72 horas en una entrevista como un “plazo mítico” y al bolsonarismo como un movimiento mesiánico milenarista. La profecía falló. Y se lanzó de nuevo. Y se mantuvo viva, renovada durante meses. Las 72 horas de rebelión y esperanza desataron la fatídica jornada del 8 de enero de 2023.

El libro When Prophecy Fails (1956), de Leon Festinger, Henry Riecken y Stanley Schachter acuñó el concepto de la “disonancia cognitiva”, tras estudiar a una secta de Chicago que auguraba el apocalipsis a finales de 1954. Los investigadores detectaron que una profecía fallida, a veces, puede reforzar la fe de sus creyentes y provocar un nuevo anuncio. “En Brasil, existe un fenómeno inédito, la producción de disonancia cognitiva colectiva deliberada, por medio de las redes sociales digitales. Creo que un núcleo radicalizado seguirá hasta las últimas consecuencias. La mayoría tenderá a alejarse, porque las profecías que no se cumplen, en algún momento, se agotan”, afirmaba Castro Rocha en la citada entrevista.

El porcentaje que considera mejor el gobierno de Bolsonaro que el de Lula alcanzó el 38% en diciembre

Contra todo pronóstico, el bolsonarismo concluyó 2023 con un inesperado vigor. Una encuesta de Datafolha de septiembre reveló que el 25% de los brasileños se declaraba “bolsonarista raíz” (núcleo duro). El porcentaje que considera mejor el gobierno de Bolsonaro que el de Lula alcanzó el 38% en diciembre, según PoderData (el 49% piensa lo contrario). ¿Por qué la diáspora del bolsonarismo preconizada por Castro Rocha está siendo tan lenta?, ¿si apenas un 10% de los votantes de Jair Bolsonaro defendían a mediados de enero de 2023 los ataques a la sede de los tres poderes, por qué la extrema derecha no se desinfla?

El peso de la ley

El susto de los altercados del 8 de enero de 2023 en Brasilia y la incertidumbre de un posible golpe de Estado se esfumaron en pocos días. La invocación del espíritu democrático desembocó en un afinado rodillo político judicial. El Supremo Tribunal Federal (STF) asumió el timón. 1.418 personas involucradas en los incidentes del 8 de enero fueron detenidas en cuestión de días. La clase política escenificó, casi sin excepciones, una firme defensa de las instituciones democráticas. Sin embargo, buena parte de los presos fueron liberados en el primer semestre de 2023 por motivos humanitarios (enfermedad, madres de niños pequeños, enajenación mental). Algunos se autoincriminaron a cambio de pagar multas leves, de realizar trabajos comunitarios o de usar tobilleras electrónicas. Una sospecha de fondo comenzaba a emerger: la mayoría de los detenidos eran ciudadanos comunes y corrientes, radicalizados en los años de polarización. Los peces gordos estaban lejos del dedo acusador.

El esperado primer juicio contra los protagonistas del asalto a los tres poderes de Brasilia ocurrió el 14 de septiembre. El STF condenó a Aécio Lúcio Costa Pereira a 17 años de reclusión, acusado, entre otros crímenes, de golpe de Estado y asociación criminal. Alexandre de Moraes, juez del tribunal y azote contra los golpistas, consiguió imponer la línea dura judicial. Aécio Lúcio, respetado funcionario de una empresa pública de São Paulo y presidente de su comunidad de vecinos, recibió una condena superior a un homicidio común (12 años) o una violación (10). Los compañeros de trabajo del condenado elogiaron su dedicación, aunque revelaron el crecimiento de su terraplanismo. Sus vecinos describieron un aumento de su carácter autoritario. Aécio Lúcio, que en su declaración negó haber causado daños al patrimonio público, había divulgado un vídeo en Twitter desde la mesa del Senado: “Mira dónde estoy, en la mesa del presidente. Todo va a salir bien, no desistáis. Tomad las calles”, dijo, usando una camiseta con el lema “Intervenção Militar Já. El vídeo-selfie le costó 17 años de cárcel. Hasta el momento, otros treinta detenidos han sido condenados a penas de cárcel. De todos los acusados, solo 66 siguen presos. Todas las quinielas apuntan a penas de cárcel.

El peso de la ley está cayendo sobre lo que denominan bagres (especies de peces que viven en el fango) y no contra los peces gordos, sobre todo contra los militares

Aunque el establishment y las izquierdas justifican las condenas de los implicados en los altercados del 8 de enero, aumentan las voces críticas. En el ensayo 8/1 A Rebelião dos manés (Hedra), Pedro Fiori Arantes, Fernando Frias y Maria Luiza Meneses alertan sobre el riesgo del punitivismo. “Las penas excesivas crean mártires, permiten la denuncia de persecución política, estimulando a que los extremistas se reafirmen en sus narrativas”, escriben los autores. Su principal crítica es que el peso de la ley está cayendo sobre lo que denominan bagres (especies de peces que viven en el fango) y no contra los peces gordos, sobre todo contra los militares. Hay evidencias suficientes, como las aportadas por la Revista Piauí, de la participación del alto comando del ejército en la jornada del 8 de enero, así como la infiltración de kids pretos (boinas negras). Sin embargo, con la excepción de Walter Braga Neto, ministro de Defensa de Jair Bolsonaro, inhabilitado en el ámbito electoral, ningún militar del alto escalón ha sido incriminado. “El sistema procura algún equilibrio, reducir tensiones, dar amnistía a cambio de gobernabilidad. Por eso la pax Lulista es temporalmente necesaria y deseada: todos quieren algún tipo de conciliación”, escriben Pedro Fiori Arantes, Fernando Frias y Maria Luiza Meneses.

Cuando concluyan los juicios en el STF (primer trimestre de 2024) y el protagonismo contra los actos antidemocráticos recaiga en la justicia ordinaria, pueden aparecer algunas líneas de fuga a la pax Lulista. En primer lugar, dos investigaciones de la Policía Federal (PF) –la de las fake news y la de milicias digitales, que incluyen la incitación al golpismo– acumulan pruebas contra la familia Bolsonaro. Por otro lado, el acuerdo con la justicia del ex teniente coronel Mauro Cid, que trabajó directamente bajo las órdenes del expresidente, puede provocar problemas a la élite bolsonarista. Cid declaró el año pasado que tanto Michelle Bolsonaro (ex primera dama) como Eduardo Bolsonaro (hijo mayor de Jair Bolsonaro) defendieron un golpe de Estado tras la derrota electoral. ¿Las revelaciones de Cid pueden colocar al expresidente en prisión?, ¿la persecución judicial no es precisamente lo que desea Waldemar Costa Neto, presidente del Partido Liberal (PL), que quiere usar el victimismo para conseguir el 20% de cargos electos en las elecciones municipales de 2024?, ¿la caza de los bagres no es lo que sostiene a flote a la extrema derecha?. “El bolsonarismo tiene fuerza institucionalizada, mueve engranajes del poder, de la economía y de la sociedad. Sabe luchar, en las redes, en las calles, en el campo. La parcela dura de la derecha, radicalizada, no va a deshacerse en el aire”, afirman Pedro Fiori Arantes y Fernando Frias en declaraciones a CTXT.

Un rescoldo de mesianismo profético

El episodio 72 Horas, del prestigioso podcast Radio Novelo, emitido tres días antes de los altercados de Brasilia, insistía en el vínculo del fundamentalismo cristiano con el movimiento rebelde que no aceptaba el resultado electoral. Un periodista explica en ese espacio que en 2001 fue testigo de otra profecía de 72 horas, cerca de la triple frontera amazónica entre Perú, Brasil y Colombia. La Asociación Evangélica de la Misión Israelita del Nuevo Pacto Universal (AEMINPU) hizo entonces una profecía: su fallecido líder Gamonal resucitaría en 72 horas. A diferencia de Jesucristo, que volvió a vivir a los tres días, Gamonal nunca regresó. Jair Bolsonaro tampoco retornó de Florida, donde viajó tras su derrota electoral, para dar un golpe de Estado. “En noviembre de 2022 proyecté un escenario equivocado. Necesitamos, pues, refinar el análisis. Una propuesta: el aspecto político e ideológico es menos importante que la combinación de los dos elementos”, asegura João Cezar de Castro Rocha. El investigador apunta a la mediosfera extremista, “un verdadero problema colectivo de salud mental”, como probable causa de la resistencia bolsonarista. “En este mesianismo de baja trascendencia, líderes extremistas alimentan un sentimiento de eterno apocalipsis”, matiza.

En 2017, la TV Record estrenó la telenovela Apocalipse. La viñeta de apertura presentaba una Brasilia en llamas, siendo bombardeada por meteoritos. TV Record, en manos del obispo Edir Macedo, capo supremo de la Igreja Universal do Reino de Deus, línea dura del neopentecostalismo, transformaba Brasilia, un trasunto de Sodoma y Gomorra repleto de corrupción. En aquellos tiempos, Jair Bolsonaro ya exhibía el nombre “Messias” que ganó cuando se bautizó en el río Jordán de Israel en mayo de 2016, a manos de un pastor evangélico, mientras el Senado votaba la tramitación del impeachment contra Dilma Rousseff. Jair Messias Bolsonaro, adalid de la pureza de la nación, estaba listo para cabalgar hacia el imaginario de la destrucción de Brasilia abierto por la TV Record. Recibido en la calle a gritos de “mito”, era el elegido para restaurar una paz arcaica anterior a la propia democracia.

La acampada de los 300 do Brasil contaba con personas armadas, uniformadas, preparadas para la guerra

En 2020, la TV Record exhibió de nuevo Apocalipse. Precisamente ese mismo año, mientras el Supremo frenaba algunos desmanes del Gobierno de Bolsonaro, nacía la iniciativa 300 de Brasil. Clavada en la mismísima explanada de los ministerios de Brasilia, se autodefinía como “la mayor acampada contra la corrupción y la izquierda del mundo”. Los 300 do Brasil remitían a la historia bélica de los 300 de Esparta de la Grecia clásica, todo un taquillazo de Hollywood. La acampada se inspiraba a su vez en los “300 de Gideon”, el grupo de guerreros del Antiguo Testamento escogidos por Dios para liberar a los israelitas. La acampada de los 300 do Brasil contaba con personas armadas, uniformadas, preparadas para la guerra. “Ese imaginario de la inminencia del exterminio, del miedo-pánico que exige acción inmediata, es un ethos fundamental del movimiento de la extrema derecha de Brasil. Es estimulado y fermentado por pastores, políticos, militares”, matizan Fiori y Frias. 8/1 A Rebelião dos manés otorga a la acampada de los 300 do Brasil la responsabilidad del secuestro definitivo de las tácticas históricas de la insurgencia de la izquierda brasileña. El espíritu de la oleada global de acampadas de Occupy, afirman, también comenzó en Brasil “a tomar facciones neofascistas y mesiánicas”.

El bolsonarismo, radicalizado por el militarismo de los 300 do Brasil y la predicación apocalíptica neopentecostal, llegó a los actos antidemocráticos del 8 de enero de 2023 con una nueva visceralidad. “El mesianismo profético fue saliendo de la esfera religiosa para tornarse una fuerza política: transformar a todo bolsonarista en un guerrero preparado para combatir con enemigos, en las urnas, en las calles, con balas. La lógica neofascista de Brasil es un ideario político simple, violento y directo, dispuesto a pasar a la acción, con guerreros listos para morir por el Capitán Bolsonaro”, aseguran Pedro Fiori Arantes y Fernando Frias a este medio.

Apropiación de la insurgencia

Entre el material gráfico de las múltiples convocatorias del acto del 8 de enero de 2023, una frase se repetía: “Levante dos Manés” (algo así como “el levantamiento de los pringados”). Cuando Luís Roberto Barroso, ministro del STF, fue abordado por un bolsonarista en la calle tras las elecciones, le respondió, “perdeu, mané (perdiste, pringado)”. Tras un aluvión de memes irónicos, un columnista de la influyente Jovem Pan decretó “A Revolta dos Manés”. La extrema derecha se apropiaba así del insulto y lo transformaba en elemento empoderante. Una táctica habitual en movimientos sociales de izquierda. En España, el colectivo de jubilados Yayoflautas acuñó su nombre sobre el término despectivo usado para describir a los participantes del 15M (“perroflautas”). En 2013, en Brasil y Turquía, los manifestantes se reivindicaron como vândalos y chapullers (literalmente, vándalos) respectivamente, para revertir su estigma.

8/1 A rebelião dos manés repasa cómo los deseos antisistema asociados a la izquierda han cambiado de lado en Brasil. Y cómo la derecha radical mundial se ha transformado en la fuerza rebelde. En Brasil, el deslizamiento de la insurgencia fue especialmente vertiginoso. Primero llegó el Movimiento Brasil Libre (MBL), que a partir de 2015 secuestró parte del repertorio izquierdista y el espíritu antisistema que flotaba en el aire tras las revueltas de 2013 (protagonizada principalmente por izquierdas diversas). El MBL se apropió del cacerolazo, del formato marcha e incluso de la acampada (plantaron una frente al Congreso en Brasilia). Jair Bolsonaro, encumbrado como outsider profético, hizo su parte, entonando el grito nossa luta é contra o sistema en la campaña de 2018. “Ves a tus opositores usando los mismos términos que estabas usando, pero para defender cosas completamente distintas. Eso genera confusión”, afirma Fernanda Martins, antropóloga y directora del InternetLab, en declaraciones a la Folha de São Paulo.

Los deseos antisistema asociados a la izquierda han cambiado de lado en Brasil. Y la derecha radical mundial se ha transformado en la fuerza rebelde

Para Pedro Fiori y Fernando Frias la llamada al orden de la izquierda institucional es una de las razones de la resistencia del bolsonarismo. “Después de un largo periodo en el poder y en la gestión del capitalismo en Brasil, la izquierda institucional se convirtió en el Orden. La izquierda, confinada por la pandemia, estuvo políticamente perdida. La derecha radical se transformó en una fuerza insurgente, antisistema, para imponer su visión del mundo reaccionaria, militarista y religiosa”, sostienen.

Salida del túnel

Algunas encuestas insinúan algunos brotes verdes para las fuerzas de izquierda de Brasil. El 25% de los electores que votaron a Bolsonaro en el segundo turno de 2022 aprobaban en agosto la gestión de Lula, según Quaest. Por el contrario, otras investigaciones apuntan serias dificultades de diálogo entre el Gobierno de Lula y el bolsonarismo. El último estudio del Laboratorio de Estudios de la Mediosfera y de la Esfera Pública de la UERJ y del Instituto de la Democracia revela que los votantes de Bolsonaro se sienten víctimas de una injusta persecución. Además, el estudio apunta a que el sentimiento antiinstituciones sigue teniendo adhesión. Ni siquiera datos positivos, como la caída de la tasa de desempleo, rasgan la burbuja. Las narrativas bolsonaristas siguen reinando, según el estudio. De la antipolítica al emprendedurismo al que se encomiendan los conductores de VTC, pasando por el mesianismo y las más diversas teorías conspiratorias.

El 25% de los electores que votaron a Bolsonaro en el segundo turno de 2022 aprobaban en agosto la gestión de Lula

João Cezar de Castro Rocha alerta de que la receta bolsonarista sigue siendo pura nitroglicerina, porque “la acumulación de frustraciones puede derivar en una explosión de actos violentos o en una irrupción de episodios de terrorismo doméstico”. Por su parte, Pedro Fiori y Fernando Frias muestran su preocupación por una izquierda sin proyecto, sin horizonte y sin rebelión: “Somos los corderitos gestores del Orden y de los negocios capitalistas, los fieles de la pacificación social. A día de hoy somos la verdadera fuerza conservadora”.

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La alargada sombra del bolsonarismo 

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18.01.2024

El 31 de octubre de 2022, minutos después de que Lula da Silva fuera declarado vencedor de las elecciones de Brasil, las redes sociales bolsonaristas empezaron a pedir 72 horas de resistencia. Mostrar fuerza en las calles durante tres días, insinuaban los mensajes, era el camino para facilitar una intervención militar. Impelidos por la llamada, los bolsonaristas más radicales acamparon frente a cuarteles del Ejército de todo el país. João Cezar de Castro Rocha, profesor de Literatura Comparada en la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ) y especialista en extrema derecha, definió aquellas 72 horas en una entrevista como un “plazo mítico” y al bolsonarismo como un movimiento mesiánico milenarista. La profecía falló. Y se lanzó de nuevo. Y se mantuvo viva, renovada durante meses. Las 72 horas de rebelión y esperanza desataron la fatídica jornada del 8 de enero de 2023.

El libro When Prophecy Fails (1956), de Leon Festinger, Henry Riecken y Stanley Schachter acuñó el concepto de la “disonancia cognitiva”, tras estudiar a una secta de Chicago que auguraba el apocalipsis a finales de 1954. Los investigadores detectaron que una profecía fallida, a veces, puede reforzar la fe de sus creyentes y provocar un nuevo anuncio. “En Brasil, existe un fenómeno inédito, la producción de disonancia cognitiva colectiva deliberada, por medio de las redes sociales digitales. Creo que un núcleo radicalizado seguirá hasta las últimas consecuencias. La mayoría tenderá a alejarse, porque las profecías que no se cumplen, en algún momento, se agotan”, afirmaba Castro Rocha en la citada entrevista.

El porcentaje que considera mejor el gobierno de Bolsonaro que el de Lula alcanzó el 38% en diciembre

Contra todo pronóstico, el bolsonarismo concluyó 2023 con un inesperado vigor. Una encuesta de Datafolha de septiembre reveló que el 25% de los brasileños se declaraba “bolsonarista raíz” (núcleo duro). El porcentaje que considera mejor el gobierno de Bolsonaro que el de Lula alcanzó el 38% en diciembre, según PoderData (el 49% piensa lo contrario). ¿Por qué la diáspora del bolsonarismo preconizada por Castro Rocha está siendo tan lenta?, ¿si apenas un 10% de los votantes de Jair Bolsonaro defendían a mediados de enero de 2023 los ataques a la sede de los tres poderes, por qué la extrema derecha no se desinfla?

El peso de la ley

El susto de los altercados del 8 de enero de 2023 en Brasilia y la incertidumbre de un posible golpe de Estado se esfumaron en pocos días. La invocación del espíritu democrático desembocó en un afinado rodillo político judicial. El Supremo Tribunal Federal (STF) asumió el timón. 1.418 personas involucradas en los incidentes del 8 de enero fueron detenidas en cuestión de días. La clase política escenificó, casi sin excepciones, una firme defensa de las instituciones democráticas. Sin embargo, buena parte de los presos fueron liberados en el primer semestre de 2023 por motivos humanitarios (enfermedad, madres de niños pequeños, enajenación mental). Algunos se autoincriminaron a cambio de pagar multas leves, de realizar trabajos comunitarios o de usar tobilleras electrónicas. Una sospecha de fondo comenzaba a emerger: la mayoría de los detenidos eran ciudadanos comunes y corrientes, radicalizados en los años de polarización. Los peces gordos estaban lejos del dedo acusador.

El esperado primer juicio contra los protagonistas del asalto a los tres poderes de Brasilia ocurrió el 14 de septiembre. El STF condenó a Aécio Lúcio Costa Pereira a 17 años de reclusión, acusado, entre otros crímenes, de golpe de Estado y asociación criminal. Alexandre de Moraes, juez del tribunal y azote contra los golpistas, consiguió imponer la línea dura judicial. Aécio Lúcio, respetado funcionario de una empresa pública de São Paulo y presidente de su comunidad de vecinos, recibió una condena superior a un homicidio común (12 años) o una violación (10). Los compañeros de trabajo del condenado elogiaron su dedicación, aunque revelaron el crecimiento de su terraplanismo. Sus vecinos describieron un aumento........

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