La escena tuvo que ser curiosa. A un lado y sentada en el pupitre, la cuñada de Isabel Díaz Ayuso como única aspirante a una plaza de funcionaria cuyas bases, anunciadas en pleno agosto y con cinco días de antelación, se ajustaban a su perfil como un guante. Al otro, tal y como manda el reglamento de la administración pública, algún funcionario estaría por allí vigilando que aquellas oposiciones a su nombre trascurrieran de forma limpia. En el acta, desde luego, no consta que copiase de ningún compañero. Apaguen los móviles, sobre la mesa solo pueden tener papel y lápiz, disponen de tres horas para entregar. Gracias, majo. Suerte, querida. Acabada la prueba, a las puertas del recinto nadie le preguntaba a nadie si marcó la B o la C en la pregunta 128, así que el puesto era suyo.

El premio por ser la número uno en las oposiciones más tranquilas de la historia es un empleo público como técnico del Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada, feudo tradicional del PP madrileño y, precisamente, municipio de residencia de la candidata solitaria y su pareja, el comisionista Tomás Díaz Ayuso. Hay gente con suerte, dirán algunos, pero unas oposiciones convocadas a mediados de agosto no son plato de gusto para nadie. Cuando el número de aspirantes es mayor de uno, porque se te joden las vacaciones hincando los codos y atacado de los nervios. Cuando las oposiciones son a dedo, por el incordio que supone tener que dejar la playa para volver a Madrid y tomar posesión. Un despropósito pudiendo hacerse online. Hay que agilizar los trámites en la administración o moriremos asfixiados por la burocracia.

Más allá del generoso ratio una plaza una candidata, esta historia esconde ciertas rencillas evidentes dentro del clan de los Ayuso. No hay que ser Sherlock Holmes para detectar que, en una familia que celebra el amigo invisible con comisiones millonarias, si al abrir tu paquete encuentras un empleo de ocho a tres, ahí hay un desplante. Tal vez alguien no olvida aquella cena de Nochebuena en la que la cuñada señaló que tal ministra socialista parece maja y va siempre monísima, generando un incómodo silencio y patadas bajo la mesa. Tal vez no visite a la suegra con la frecuencia esperada o se olvide de manera sistemática de felicitar cumpleaños y santos. Las ovejas negras existen en todas las familias y en el caso de la familia Ayuso es evidente. Piensen que, de camino al tajo en la radio escucha como usted y como yo, que su concuñado levantó dos millones de euros sin salir de la cama. Menudo descaro, pensará. Y quieren sonrisas en Navidad. Sobrellevar esta diferencia de trato no es fácil, pero cuenta con nuestra solidaridad. También con numerosos ejemplos en literatura y cine. Tom Hagen, hijo adoptivo de los Corleone, supo siempre que, por mucho que llevase una vida sentado a la mesa, su sangre irlandesa le situaba en un escalón inferior como se demostró cuando, llegado el momento, quedó descartado como candidato a liderar el clan de los italianos.

Como dijo la presidenta madrileña, los miembros de su familia están pagando un alto precio por estar emparentados con ella. Aunque su caso será rápidamente olvidado entre nuevas noticias de millones yendo y viniendo en pelotazos con sociedades pantalla, a la cuñada le tocará lidiar con la cruz en su pequeño mundo. Tras conocerse la noticia de cómo fue concedida su plaza, tal vez el próximo lunes sus compañeros dejen de referirse a ella por su nombre para ser bautizada a sus espaldas como “la cuñada”. Encima de currante, apaleada. Que no se le ocurra intentar mitigarlo ofreciéndose a pagar los cafés y tostadas del resto. Las habladurías sólo irían a más, dadas las circunstancias.

QOSHE - La cuñada - Gerardo Tecé
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La cuñada

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25.03.2024

La escena tuvo que ser curiosa. A un lado y sentada en el pupitre, la cuñada de Isabel Díaz Ayuso como única aspirante a una plaza de funcionaria cuyas bases, anunciadas en pleno agosto y con cinco días de antelación, se ajustaban a su perfil como un guante. Al otro, tal y como manda el reglamento de la administración pública, algún funcionario estaría por allí vigilando que aquellas oposiciones a su nombre trascurrieran de forma limpia. En el acta, desde luego, no consta que copiase de ningún compañero. Apaguen los móviles, sobre la mesa solo pueden tener papel y lápiz, disponen de tres horas para entregar. Gracias, majo. Suerte, querida. Acabada la prueba, a las puertas del recinto nadie le preguntaba a nadie si marcó la B o la C en la pregunta 128, así que el puesto era suyo.

El premio por ser la número uno en las oposiciones más tranquilas de la historia es un empleo público como técnico del........

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