Un partido es una forma vertical. En España lo es un tanto más, por problemas del directo durante la reimplantación de la democracia, en los 70. En aquel momento, para garantizar que los líderes de cada partido fueran capaces de tomar decisiones vinculantes, trascendentales y, glups, absolutamente personales y alejadas de su tradición o militancia, se les hizo varios regalos. Uno de ellos fue el sistema electoral, y otro la lista cerrada. Entrar en una lista es, aún hoy, un premio, antes que el fruto de una negociación o proceso interno. Y crea, en los partidos españoles –en todos–, un personaje sumamente autóctono: el secretario –el jefe, vamos– de organización. Un cargo oscuro e importante en el sistema español. Se trata del hombre encargado de premiar o castigar afiliados, acercándolos o alejándolos de la lista electoral, según sean fieles o no, fiables o no. Como se ve, y por todo ello, un partido español es un objeto vertical, jerárquico, cargado de una colosal tensión acumulada. Por lo mismo, es también algo sensible de estallar. Si bien no suele hacerlo. Los partidos españoles, de hecho, solo estallan en sus fases finales. Espectaculares, pero muy poco frecuentes. La razón de que, a presión y temperatura normales –esto es, altísimas–, no estallen está en que los partidos poseen válvulas de seguridad. Tres. Se trata de la distribución interna de a) honor, b) poder y c) dinero –sueldos; por lo general vinculados a un cargo, que puede ser electo, si el político, gracias a su comportamiento, ha podido entrar en una lista cerrada, o de confianza, si el político, gracias a su comportamiento, ha podido acceder a un cargo interno, o no electo–. Pero la necesidad de a), b) y c) es mayor, en ocasiones, de lo detentado. Si eso es así, el partido en cuestión estalla. A no ser que pueda satisfacer a), b) y c) por sus propios medios. A esa disciplina opaca se le llama financiación-del-partido.

Un partido español es un objeto vertical, jerárquico, cargado de una colosal tensión acumulada. Por lo mismo, es también algo sensible de estallar

La financiación no es un chorizo ubicado en el ámbito municipal, autonómico o estatal mangando parné. Eso es, lo dicho, un chorizo. La financiación es una región, lo dicho, del sistema. Una búsqueda, lo dicho, de su estabilidad. Algo común, constante y necesario. Sabemos bastante de la financiación. Por dos fuentes. A saber: 1) Solchaga y 2) las páginas de sucesos. Por Solchaga, el ministro de Economía de Felipe –líder que en los años 80/reconversión industrial visualiza, por sí solo, que un líder español puede tomar decisiones vinculantes, trascendentes y alejadas de su propia tradición; lo que explica, a su vez, la importancia de la financiación, de las válvulas internas de escape– que razonó lo siguiente sobre el hecho de que un partido buscara y accediera a ingresos propios: “Hicimos lo que se nos explicó que se hacía en Europa”. Es decir, en Alemania, se supone. En aquellos tiempos –los 80– se mantenía, no obstante, que ese dinero ganado era para las campañas electorales. Y colaba. Por las páginas de sucesos sabemos cómo los partidos acceden a su financiación. Lo hacen cobrando adquisiciones, servicios, favores. Sabemos que son comisiones altas. Muy superiores al 3%, pues esa, se ha apuntado, era tan solo la cantidad del monto que se desviaba, en su día, a la familia de Jordi Pujol. El 3% sería, así, sencillamente, la medida del hombre, que diría Leonardo. Pero la del partido es otra. Por los dos grupos humanos que sabemos que, de manera más constante y dilatada, cobran ese tipo de comisiones a cambio de su funcionamiento –la familia Pujol y la familia Real–, sabemos que esos cobros, o bien son legales, o bien no llegan a penalizarse. Hay una omertà, política y judicial, absoluta y efectiva al respecto. Pujol –todo apunta a ello– no será juzgado o/y condenado –veremos qué tal le va a sus hijos, que no están ubicados en la política y, por lo tanto, no son receptores explícitos de omertà–, y Juan Carlos I, en ese sentido, tampoco ha sido juzgado, sino más bien eximido de cargos, alegremente. Su hija –encausada en el caso Nóos, una empresa que es un juego de palabras con la partícula nos, fórmula medieval de la primera persona regia– no fue, a su vez, condenada. Por el caso Palau, Gürtel y EREs sabemos que, cuando esos casos llegan a juicio y a una posterior sentencia, son condenados, en efecto, miembros de partidos, si bien nunca jamás es condenado ningún partido. En los casos Palau y Gürtel se llegó a condenar a los tesoreros de dos partidos –CDC y PP–, si bien se eximió de responsabilidades, no ya a sus superiores, si no a sus iguales. ¿Es más intensa la financiación en las derechas que en las izquierdas? Por el monto amasado por los Pujol –si finalmente ese monto no se corresponde a un legado paterno inverosímil, cosa que tal vez nunca sabremos– y por los sobres a M punto Rajoy intuimos que la financiación es un complemento salarial –o el salario, un complemento de la financiación– en partidos de las derechas. No obstante, tanto derechas como izquierdas precisan financiación. En Catalunya, por ejemplo, el único consenso político de los últimos 10 años en los grandes partidos –PSC, ERC, Junts– es la edificación de un gran parque temático –hoy se llama Hard Rock, tras haberse llamado Eurovegas y BCN World–, esa cosa que precisa adquisiciones, servicios, favores. Funcionamiento institucional. Todos esos partidos precisan ese parque para no estallar.

Koldo García –se le acusa de llevarse el tradicional 3%, la mordida personal, que no la colectiva, en comisiones en diversas transacciones– parece ser una persona relacionada con José Luis Ábalos, a su vez el anterior secretario de organización del PSOE, un cargo muy importante y un reflejo, incluso, del partido al que organiza. Desapareció de sus cargos, en todo caso, en 2021. Zas. Súbitamente. Demasiado. Volvió a una lista electoral cerrada hace poco, en 2023. Se dice que iba a entrar, además, este 2024 en la lista cerrada del Europarlamento. Lo que sería disfrutar, de manera sincrónica, de las tres válvulas internas de los partidos. Ambas intromisiones en dos listas cerradas, extrañas y efectivas, crean molestias a otras personas fieles, que, se supone, también merecían el premio. Pero para eso están las válvulas de escape de los partidos. Para crear compensaciones, la cohesión necesaria en esos trances. Los koldos aportan esa cohesión en todos los partidos. Ábalos carece de acusación formal en toda esta trama. Pero, no obstante, ha perdido el favor del PSOE. El PSOE, independientemente de que Ábalos se haya metido o no en un lío, se ha metido, por lo tanto, en un lío. Es decir, se ha metido ahora, al echar a Ábalos a los leones. O en 2021, al no hacerlo.

La financiación, esa actividad cotidiana, absolutamente normalizada, sin gran persecución, con omertà, es lo único que no toleran los votantes por aquí abajo. Unos votantes habituados, gracias a la financiación, a casi todo lo demás.

QOSHE - Koldo - Guillem Martínez
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Koldo

9 0
29.02.2024

Un partido es una forma vertical. En España lo es un tanto más, por problemas del directo durante la reimplantación de la democracia, en los 70. En aquel momento, para garantizar que los líderes de cada partido fueran capaces de tomar decisiones vinculantes, trascendentales y, glups, absolutamente personales y alejadas de su tradición o militancia, se les hizo varios regalos. Uno de ellos fue el sistema electoral, y otro la lista cerrada. Entrar en una lista es, aún hoy, un premio, antes que el fruto de una negociación o proceso interno. Y crea, en los partidos españoles –en todos–, un personaje sumamente autóctono: el secretario –el jefe, vamos– de organización. Un cargo oscuro e importante en el sistema español. Se trata del hombre encargado de premiar o castigar afiliados, acercándolos o alejándolos de la lista electoral, según sean fieles o no, fiables o no. Como se ve, y por todo ello, un partido español es un objeto vertical, jerárquico, cargado de una colosal tensión acumulada. Por lo mismo, es también algo sensible de estallar. Si bien no suele hacerlo. Los partidos españoles, de hecho, solo estallan en sus fases finales. Espectaculares, pero muy poco frecuentes. La razón de que, a presión y temperatura normales –esto es, altísimas–, no estallen está en que los partidos poseen válvulas de seguridad. Tres. Se trata de la distribución interna de a) honor, b) poder y c) dinero –sueldos; por lo general vinculados a un cargo, que puede ser electo, si el político, gracias a su comportamiento, ha podido entrar en una lista cerrada, o de confianza, si el político, gracias a su comportamiento, ha podido acceder a un cargo interno, o no electo–. Pero la necesidad de a), b) y c) es mayor, en ocasiones, de lo detentado. Si eso es así, el partido........

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