1- Han puesto un checkpoint Charlie en Neptuno, para que la masa enfurecida no llegue al Capitolio. Se esperaba mucha masa y muy enfurecida, pero en el momento en el que llego, sobre las 11 am, esto parece China: hay más polis que manifestantes. A ver si el turno de masa furiosa de noche se estira y triunfa, que lo que es el turno de mañana conforma un pack muy entrado en años, compuesto por el total de un autocar y medio de una excursión del Imserso. Este inicio de revolución pendiente esp, en fin, se parece al último tramo de la revolución pendiente cat: por a) su simbología cristiana, y porque b) solo se rebota una generación, la que pasó de largo por el franquismo y accedió de lleno al Bienestar y a una pensión razonable, que le permite ver los canales de la tele en los que venden sillones con efecto masaje y, más aún, procesos de construcción o de destrucción de una nación. Superada esa primera barrera policial, en el trayecto hasta el Congreso no dejo de cruzarme con polis, que me dicen cosas de polis. Hay tantos que si uno imitara a una batidora esto parecería Loca Academia de Policía VIII, esta vez es personal. Accedo por fin al Congreso, donde unos niños ataviados con el traje regional me hacen entrega simbólica de pan y de sal. En eso suena el timbre del Congreso. Empieza la cosa. No se la pierdan.

2- Habla Sánchez. Los que tenemos más de nueve años –los que distan de 2014, año en el que Sánchez apareció en nuestras vidas, a 2023– hemos visto varios Pedro Sánchez. Sánchez chuleando al PSOE, Sánchez no chuleando al PSOE, Sánchez cruzando el Sinaí, Sánchez con bandera Patton detrás, Sánchez sin poder dormir de la responsabilidad de Estado, Sánchez casi presi, Sánchez presi… Pero, sin duda, el Sánchez más sugerente, inexplicable y vitalmente más importante nació tras el 23J, cuando, precisamente, Sánchez hizo algo que ningún político ha hecho nunca jamás en Esp y su Commonwealth. Nada. Callar. Desaparecer. No dar la vara. Cri-cri-cri. No participar, visualmente, en las negociaciones con Junts & ERC –importante: tengo la sensación de que quien se haya expuesto visualmente en esa disciplina lo pagará caro, la tarifa que paga la rana en la fábula de la rana y el escorpión–. Y aparecer poco, lo justo, y solo para dar por hecho que habrá Gobierno de coalición, y para comunicar cosas chachis y sencillas. Actitudes, casi. Como cuando su comparecencia en el local del PSOE –la centuria de la Virgen de la Muñeca Inflable ya había empezado a acosar Ferraz–, en modo jefe enrollado que explica a sus empleados que la cena de Navidad la paga él. El poder cambia a las personas. Como ya han visto desde peques en la tele, no sienta bien a los humanos. A unos les envejece, les vuelve soberbios, desconfiados, crispados, rencorosos a otros. Empequeñece. Como periodista que me he pelado ya dos o tres generaciones de representantes puedo dar fe de ello. El poder, en general, es una trituradora de personas. Pues bien, independientemente de todo ello, a Sánchez, se diría, el poder le relaja. Le permite ser él mismo. Ha descubierto algo en el poder. Tal vez el Gran Secreto del Poder. Ha visto lo que el poder esconde –spoiler: nada, y algunas reglas que no pueden ser violadas–, y esa visión le ha tranquilizado. Es un hombre desdramatizado, solucionado y, parece ser, a su bola. Y hoy ha demostrado la importancia de poseer esos trazos de carácter absolutamente exóticos por aquí abajo.

A Sánchez, se diría, el poder le relaja. Le permite ser él mismo

3- El hemiciclo de un parlamento no es una juerga. Lo importante de un parlamento no suele suceder ahí, sino que, si llega a producirse, lo hace de manera muy aburrida y en otros puntos, como en las comisiones. Por lo demás, lo que sucede en un hemiciclo suelen ser automatismos, trámites, dramatizaciones de cosas que no suelen existir. Marcos. Los políticos acostumbran a satisfacer a sus usuarios poniendo al rojo vivo sus marcos. Se establecen, entonces, diálogos de besugos, esto es, de marcos, en los que nadie se escucha, y en los que nada de lo que se dice tiene la oportunidad de servir para algo, más allá de la mera y cutre comunicación política. Pues bien. Hoy ha sucedido lo contrario. El último Sánchez –el que está de vuelta, el que pasa de todo, el que habla como quien toca la campana– ha conseguido lo imposible en un parlamento. Romper el automatismo de los discursos. Decir algo, y que ese algo ocupara toda la sala, desarticulara el discurso contrario. E invalidar, hacer fosfatina al futuro líder de la oposición. Lo que le ha ocurrido hoy al PP le ocurre al Real Madrid y cambian de entrenador en 3, 2, 1.

4- En su discurso programático de investidura Sánchez ha arrancado con el exotismo de plantear Esp como el aledaño de un conflicto mundial, entre el progresismo y las nuevas extremas derechas, y que, estadísticamente, está ganando la extrema derecha. Su aportación no ha sido radicalizar el progresismo que él representa –que, ojo, no se lo pierdan, no lo ha hecho–, sino la amenaza a la que se enfrenta. Por primera vez en casi 30 años –quizás esa es la libertad personal, su fruto; la cosa cool de Sánchez hoy–, ha aludido al PP como un partido extremoderechista, comprometido con Vox, y relacionado con cosas que están pasando –la enumeración es de Sánchez– en UK, en Argentina, en USA, en el PPE… La penetración de la extrema derecha en partidos conservadores clásicos. Desde ahí, ha planteado la dicotomía democracia o reaccionarismo, y ha ubicado al PP, así como suena, fuera de la democracia. Parece una tontería, pero eso es más importante que la novedad aparente de la amnistía, que solo interesa a los cuatro abuelitos integristas que –más menos que más– rodean el Congreso en ese momento. Se trata de un salto cultural, una ruptura cultural incluso. Sánchez, el PSOE, abandona la fantasía del consenso y la cohesión social, y plantea la problemática. La problemática es, a su vez, notoria: se expulsa, lo dicho, al partido más votado en Esp del trade-mark democracia. Lo que equivale a plantear la emergencia.

5- Tras el planteamiento de todo ello desgrana su programa. Su programa es el del PSOE y Sumar, no todo aquello pactado con los nacionalismos que, se supone, irá detallando cuando los nacionalismos vayan accediendo a su turno. La lógica del programa parece la intensificación de la democracia a partir de la intensificación de derechos e igualdad. Se potencia la visualización del débil a través de la potenciación de los temas mujer, LGTBI e inmigración. Es un programa saturado de datos y propuestas –divididas en ocho capítulos–, algunas interesantes y novedosas –garantizar, por ley, la subida anual del SMI–, otras poco interesantes y poco novedosas –en el pack vivienda, más aún; se vuelve a rebajar el IVA en los supermercados; esto es, se vuelve a ampliar el margen de los supermercados–. Medidas importantes en el contexto actual –un apoyo repentino, llamativo y, al parecer, sólido, a Palestina; Palestina y Cuba son, por aquí abajo, una forma de autoformularse para las izquierdas esp; por lo mismo, lo de Sánchez ha sido un gesto al respecto– impiden percibir la ausencia de otras medidas importantes, no anunciadas, aplazadas –la derogación de la Ley Mordaza; esa ley iliberal plenamente vigente–. Va construyendo, con todo ello, la idea de Gobierno de coalición como un muro de contención de la extrema derecha –formado por cinco gobiernos autónomos, cinco diputaciones, 135 ayuntamientos, y 12.000.000 de ciudadanos en situación BDSM–. Para ello explica, alude a las políticas autonómicas extremoderechistas, una novedad en una cultura informativa local, en la que MAD/Washington copa la información política, y nadie sabe lo que pasa en Iowa, Idaho, Nebraska... El planteamiento de toda esta novedad, de todo este punto de vista colectivo, no obstante, no ha supuesto lo imposible, el fenómeno paranormal acaecido en el Congreso hoy, del que les hablaba. Para ello ha sido necesaria la participación de Feijóo.

Feijóo ha planteado un discurso agresivo, fundamentado en el silogismo y en la crispación

6- Feijóo ha planteado un discurso agresivo, fundamentado en el silogismo y en la crispación. Esa escuela de crear marcos y tensión, vigente en el PP desde hace, lo dicho, 30 años, de pronto se reveló inoperante, vieja, gastada. En lo que ha sido una metáfora, Gonzalez Pons, ese vestigio de otra época en el PP, a su vez un partido de pronto también de otra época, no ha parado de gritar durante el discurso de Sánchez y, después, durante el de Feijóo. Parecía intentar recrear una época que no volverá. Lo que, ahora que lo releo, es una buena definición del ridículo, al que todos llegaremos gracias al paso del tiempo. El líder PP, que condenó las protestas escuadristas ante Ferraz de una forma tan débil que, si condenara igual al colesterol, no le quedaría mucha esperanza de vida, de pronto, zas, se transformó en un estilo, una lógica, una tradición caducada, insuficiente. La forma de hablar, de emitir marcos desde los noventa, murió ante nosotros, zas, a tiempo real. Sánchez, en su turno de réplica, ha llevado más lejos todavía su ruptura cultural con el primer partido de Esp, y más aún su nuevo carácter post-24J. Se ha reído de Feijóo, a través de chistes buenos, en modo stand up-comedy, y creando la primera carcajada –que yo recuerde– emitida desde la tribuna del Congreso. Reír es importante. Y hacerlo de manera incontinente, como ha sido el caso, más.

7- Posteriormente han pasado más cosas. Abascal, ese partido fundado con el procés, y que, por tanto, está perdiendo su razón de ser, ha formulado la nueva extrema derecha con más frescura que Feijóo –es una mezcla de democracia radical, nacionalismo con final feliz, como todos, distanciamiento de los fascismos de los años 30, uso del fake/Sánchez ha hecho un golpe de Estado y léxico viejuno–. Yolanda Díaz, que hizo un discurso brillante cuando lo de Tamames, hoy ha estado menos sembrada. Ha iniciado su speech con una gran y gorda cita de Xavier Domènech –exlíder de En Comú Podem cuando En Comú Podem fue primer partido, luego, con el procés, pasó a ser un partido pichí-pichí, con poco que decir–. Se me escapa el sentido de esta introducción raruna. Me dicen por el pinganillo que obedece a un pique críptico con Pablo Iglesias. Lo que es una metáfora de lo que está pasando: un consumo de tiempo interno en cosas que no interesan a nadie. Como no solucionen en breve este pitote, que puede aportar un foco inusitado de inestabilidad a la legislatura, en breve dará igual quién empezó el pitote. ERC y Junts, a su vez, han hablado de sus cosas. Pero ya si eso, mañana.

QOSHE - Lo imposible - Guillem Martínez
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Lo imposible

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17.11.2023

1- Han puesto un checkpoint Charlie en Neptuno, para que la masa enfurecida no llegue al Capitolio. Se esperaba mucha masa y muy enfurecida, pero en el momento en el que llego, sobre las 11 am, esto parece China: hay más polis que manifestantes. A ver si el turno de masa furiosa de noche se estira y triunfa, que lo que es el turno de mañana conforma un pack muy entrado en años, compuesto por el total de un autocar y medio de una excursión del Imserso. Este inicio de revolución pendiente esp, en fin, se parece al último tramo de la revolución pendiente cat: por a) su simbología cristiana, y porque b) solo se rebota una generación, la que pasó de largo por el franquismo y accedió de lleno al Bienestar y a una pensión razonable, que le permite ver los canales de la tele en los que venden sillones con efecto masaje y, más aún, procesos de construcción o de destrucción de una nación. Superada esa primera barrera policial, en el trayecto hasta el Congreso no dejo de cruzarme con polis, que me dicen cosas de polis. Hay tantos que si uno imitara a una batidora esto parecería Loca Academia de Policía VIII, esta vez es personal. Accedo por fin al Congreso, donde unos niños ataviados con el traje regional me hacen entrega simbólica de pan y de sal. En eso suena el timbre del Congreso. Empieza la cosa. No se la pierdan.

2- Habla Sánchez. Los que tenemos más de nueve años –los que distan de 2014, año en el que Sánchez apareció en nuestras vidas, a 2023– hemos visto varios Pedro Sánchez. Sánchez chuleando al PSOE, Sánchez no chuleando al PSOE, Sánchez cruzando el Sinaí, Sánchez con bandera Patton detrás, Sánchez sin poder dormir de la responsabilidad de Estado, Sánchez casi presi, Sánchez presi… Pero, sin duda, el Sánchez más sugerente, inexplicable y vitalmente más importante nació tras el 23J, cuando, precisamente, Sánchez hizo algo que ningún político ha hecho nunca jamás en Esp y su Commonwealth. Nada. Callar. Desaparecer. No dar la vara. Cri-cri-cri. No participar, visualmente, en las negociaciones con Junts & ERC –importante: tengo la sensación de que quien se haya expuesto visualmente en esa disciplina lo pagará caro, la tarifa que paga la rana en la fábula de la rana y el escorpión–. Y aparecer poco, lo justo, y solo para dar por hecho que habrá Gobierno de coalición, y para comunicar cosas chachis y sencillas. Actitudes, casi. Como cuando su comparecencia en el local del PSOE –la centuria de la Virgen de la Muñeca Inflable ya había empezado a acosar Ferraz–, en modo jefe enrollado que explica a sus empleados que la cena de Navidad la paga él. El poder cambia a las personas. Como ya han visto desde peques en la........

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