1- Pere Aragonès ha convocado elecciones. Para el 12M. De aquí a junio –elecciones vascas, catalanas, europeas– vamos a votar por encima de nuestras posibilidades. Es decir, tal vez muy por debajo de nuestra capacidad de provocar cambios y, más aún, snif, de detenerlos. Ya caerá un análisis sobre la decisión de Aragonès –tráiler: todo apunta a que se trata de uno de los fabulosos desaciertos de ERC; a saber: lo más probable es que Junts presente como candidato a presi a Puigdemont, ese llenapistas sentimental; no hacerlo significaría que Junts carece, de repente, de lo único que ha poseído copiosamente: selección negativa, esa escuela de toma de decisiones infructuosas–. Pero ese análisis no será hoy, que esta semana estoy en modo 11M, aquellos días en los que una sola gota en un vaso repleto provocó el inicio de un cambio de época, hoy patente y sediento de consecuencias cotidianas. Se trata de cambios íntimos y perceptibles, incluso, en el discurso que Aragonès ha elegido para anunciar las elecciones anticipadas.

Aragonès ha convocado elecciones construyendo polarización, el material con el que se fabrica la política desde el 11M

2- La época post11M ha sacado la patita –una pierna fabulosa, gigantesca, de vedette– en el discurso de Aragonès, concretamente en el momento de señalar al electorado –ese concepto que ha substituido al de ciudadanía– que, para las elecciones del 12M, como para todas, no hay ni tres, ni cuatro, ni cinco, sino que tan solo hay dos proyectos a elegir. Siendo uno de ellos el contrario, que suele ser una aberración. Aragonès, vamos, ha convocado elecciones construyendo polarización, el material con el que se fabrica la política desde el 11M. El material con el que, de forma más rápida, se puede construir el objeto determinante en la política española: el bloque. Más aún si se apoya en la mentira, su compi.

3- La construcción de polarización que, a través del uso de la mentira, elabora bloques, es el GRAN legado del 11M, de hecho. Por supuesto, el anhelo de polarización y la familiarización con la mentira es anterior –se lo explico en un plis-plas; si leen este articulete en modo TikTok, pasen al punto 4, y tan amigos–. Está presente en los rasgos fundacionales de la Cultura de la Transición, que tienden a observar como polo indeseable cualquier objeto, discurso, libro, artículo, persona que no entienda las cuatro claves y consensos propagandísticos de la cultura española post-78. Esa cultura vertical, que ofrecía al Estado la capacidad dinámica para decidir qué era cultura, política, democracia, verdad, mentira, o qué era, tan solo, un polo marginal e indeseable, fue agua de mayo para el proyecto de Aznar. El proyecto de Aznar fue, de hecho, dos proyectos: a) recuperar para la política a la derecha española descolgada de la política entre 1978 y 1982 –para ello, utiliza mecanismos y léxico de la Cultura de la Transición, y nada de cultura ultra, por cierto–, y b) la creación en MAD de un polo financiero –un intento serio de capitalidad económica iberoamericana– de globalización. Tanto a) como b) aún existen. En la segunda legislatura Aznar –2000-04–, el PP modula y protagoniza un cambio lingüístico absoluto, casi libertario, hábil y útil, tan solo, para crear polarización. Sobre la profundidad y radicalidad de ese cambio: “España es el país en el que se ha realizado la revolución lingüística que queríamos en EEUU”, dijo el líder de un think thank lingüístico republicano, maravillado, durante la visita oficial de Bush de 2002. Por entonces, la Cultura de la Transición, esa caja de herramientas limitada, ya se había transformado en un objeto aún más limitado, si bien más potente y matizado, y más orientado al cultivo de la polarización, a través del uso normalizado de la mentira, para establecer bloques.

La construcción de polarización, el gran legado del PP de 2004, hoy, en las derechas, es todo

4- Si Aragonès, procesista –indepe, según el texto de la ley de amnistía; la palabra indepe, por cierto, es el mayor logro del procesismo en esta ley; tal vez, ahora que lo pienso, es su único y gran logro en 10 años–, utiliza mecanismos de creación de polarización salidos del armario en el 11M, lo hace por dos razones. Dramáticas, y que orientan sobre la magnitud de la tragedia. Razón a): la polarización es, hoy, una gramática, un objetivo habitual, usual, que, en mayor o menor intensidad, existe en todos los partidos. Como la mentira. Razón b): al optar por la polarización –uno, en fin, no se independiza de un país, sino de una época– Aragonès vuelve a incidir sobre el fracaso del procesismo: nunca dejó de ser –ni irá más lejos– política española, ese corpus refundando el 11M de 2004, con polarización, mentiras y bloques. En ese sentido, el procesismo, tras al aznarismo, ha sido, tan solo –¿tan solo?–, uno de los dos mayores ejercicios de polarización social –esa atrocidad– ocurridos por aquí abajo. Un ejercicio de polarización española, emitido desde Catalunya, que niega, en fin, toda independencia intelectual respecto de la política española, ese pack de polarización, mentira y bloques.

5- La construcción de polarización, el gran legado del PP de 2004, hoy, en las derechas, es todo. Y algunas o muchas cosas en las izquierdas. ¿Cómo se destruye la polarización? Destruyendo los bloques. Rechazando la mentira. Lo que es muy difícil. El hispanista Sebastiaan Faber hace eso, romper bloques, en su Franco desenterradoPasado y Presente, BCN, 2022–, cuando convoca, para hablar de un tema político –la pervivencia, o no, del franquismo en la realidad española actual–, a intelectuales españoles que, en principio, deberían estar en bloques separados y estancos, sin comunicación posible. Y, recientemente, lo ha hecho Víctor Sampedro, en su Voces del 11M. Víctimas de la Mentira –Planeta, 2024–, un diálogo con personas afectadas por el atentado del 11M y por la política de bloques, sustentada en la mentira de/desde entonces, que se ubican en diversas trincheras –hay desde usuarios de las izquierdas hasta usuarios del nacionalismo vasco y español–, y que, para restablecer la verdad sobre la mentira –esa cosa importante para elaborar polarización y, posteriormente, bloques–, abandonan sus hipotéticos bloques. Y trocean, zas, la polarización.

6- Restablecer la verdad sobre la mentira, abandonar los bloques, trocear la polarización. No hay otra.

QOSHE - Polarización y 11M - Guillem Martínez
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Polarización y 11M

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14.03.2024

1- Pere Aragonès ha convocado elecciones. Para el 12M. De aquí a junio –elecciones vascas, catalanas, europeas– vamos a votar por encima de nuestras posibilidades. Es decir, tal vez muy por debajo de nuestra capacidad de provocar cambios y, más aún, snif, de detenerlos. Ya caerá un análisis sobre la decisión de Aragonès –tráiler: todo apunta a que se trata de uno de los fabulosos desaciertos de ERC; a saber: lo más probable es que Junts presente como candidato a presi a Puigdemont, ese llenapistas sentimental; no hacerlo significaría que Junts carece, de repente, de lo único que ha poseído copiosamente: selección negativa, esa escuela de toma de decisiones infructuosas–. Pero ese análisis no será hoy, que esta semana estoy en modo 11M, aquellos días en los que una sola gota en un vaso repleto provocó el inicio de un cambio de época, hoy patente y sediento de consecuencias cotidianas. Se trata de cambios íntimos y perceptibles, incluso, en el discurso que Aragonès ha elegido para anunciar las elecciones anticipadas.

Aragonès ha convocado elecciones construyendo polarización, el material con el que se fabrica la política desde el 11M

2- La época post11M ha sacado la patita –una pierna fabulosa, gigantesca, de vedette– en el discurso de Aragonès, concretamente en el momento de señalar al electorado –ese concepto que ha substituido al de ciudadanía– que, para las elecciones del 12M, como para todas, no hay ni tres, ni cuatro, ni cinco, sino que tan solo hay dos proyectos a elegir. Siendo uno de ellos el contrario, que suele ser una aberración. Aragonès, vamos, ha convocado........

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