Les confieso que el título que tenía en mente cuando me dio el pronto de escribir esto era “Caciquismo el que tengo colgado aquí mismo”, pero me contuvo que podrían pensar mal de mí (no que fuese un malhablado, sino que buscaba el clickbait). Sin embargo, por mucha contención que me gaste, considero mi deber intentar insuflar algo de aire ante el tsunami de Spainsplaining (explicar algo, en este caso las elecciones gallegas, con una visión españolcentrista) que nos ha caído encima antes, durante y después del 18F.

Creo que podemos partir de la base comúnmente aceptada de que todo el mundo tiene derecho a decir lo que considere y que, normalmente, lo que se dice está en consonancia con lo que se piensa (es decir, que cada uno habla de la feria según le fue en ella). Pero creo que también deberíamos estar de acuerdo en que cuando un medio le concede un espacio a un señor o señora, no es que esté respaldando lo que dice, aunque sí garantizando que sabe de lo que habla (a excepción de que el espacio lo ocupe Mario Vaquerizo).

En algún plató sólo faltaba que alguno de los intervinientes llevase puesto una cazadora multibolsillos y un salacot

A nadie se le ocurre hoy montar una palestra sobre cualquier aspecto de la vida en la que sólo figuren hombres, pero parece que se ven como normales tertulias de expertos sobre elecciones gallegas en las que no está, no ya ningún gallego, sino nadie que tenga ideas más allá de los tópicos o de una lectura apresurada de la Wikipedia de lo que pasa en Galicia. La noche del 18F tuve que desconectar a la media hora el sonido de las televisiones después de escuchar: “El PP gobierna en todo el país, en aldeas y ciudades” (díganme una ciudad de más de 25.000 habitantes que no sea Ferrol) o “Fraga perdió la Xunta en 2005 por el voto CERA” (no, hubo que esperar a que se contase, pero el voto de los residentes ausentes no modificó el reparto de escaños). En algún plató sólo faltaba que alguno de los intervinientes llevase puesto una cazadora multibolsillos y un salacot.

Supongo que, entre lo que no escuché en medios supuestamente progresistas, hubo decenas de “justificaciones” (como si los votos hubiese que justificarlos) del resultado del 18F en base a un supuesto caciquismo estructural en Galicia. El caciquismo se produce en cualquier sitio donde la administración, la que sea, y el administrado tienen usos culturales muy distintos (y a veces idiomas) y sus relaciones no se establecen mediante los mecanismos propios de una democracia, sino mediante un intermediario entre ambos que distribuye los derechos a cambio de favores. El caciquismo existió en casi todas las comunidades rurales, y en los barrios de migrantes y afroamericanos de las grandes urbes americanas, de Chicago (en las traducciones argentinas de los clásicos de la novela negra les llamaban “muñidores”) a Buenos Aires. Ahora se le llama clientelismo y es una actividad difícil de distinguir de lo que hacen los agentes electorales influyentes que existen en las democracias “normales”. Aquí, por ejemplo, tampoco se distingue, al menos legalmente, el lobbysmo de los sobres con dinero que recibía Luis Bárcenas de los grandes empresarios españoles. De todas formas, no creo que ese fenómeno, sea caciquismo o clientelismo, sirva para explicar la mayoría, mucho más amplia, que obtienen las derechas en zonas decididamente urbanas.

Los mejores resultados del PP en gran parte de las zonas rurales de Galicia se pueden atribuir a que su población está muy envejecida

Los mejores resultados del PP en gran parte de las zonas rurales de Galicia se pueden atribuir más a que su población está muy envejecida –la franja de edad más fiel a los conservadores– que a los favores que puedan necesitar del alcalde de turno. Y prodigios como el de las monjas multivoto supongo que también se dan en el madrileño barrio de Salamanca. Esos y otros usos similares desaparecerían si el voto en cabina fuese obligatorio y se prohibiese el envío de papeletas, lo que además redundaría en una competición más igualitaria entre los partidos. Las prácticas clientelistas pueden influir de forma decisiva en las elecciones locales en municipios pequeños, y así –tal como gustan de hacer el PP y los infografistas vagos– rellenar de azul los mapas. Mucho territorio y poca población. En las pasadas elecciones, aunque las provincias más despobladas y más rurales, Lugo y Ourense, no estuviesen sobrerrepresentadas, el resultado no sería el mismo, pero el ganador sí.

Yendo a los números, la suma de los votos del PP y de Vox en Galicia superaron a los de BNG, PSdeG, Sumar y Podemos en 26.000. En las pasadas elecciones generales, los votos del conjunto de la izquierda superaron al bloque de la derecha en 32.000 (aunque obtuvieron 10 escaños por 13 del PP). El electorado se suele repartir al 50%, con variaciones escasas, o notables en casos puntuales. Y tampoco la derecha gallega es la derecha mainstream, por mucho que sus electores suelan tragar, con la disciplina propia de los conservadores hispanos, todo lo que venga con el sello de las siglas. Prueba de ello es que aquí no han eclosionado los huevos de la serpiente de Vox, como tampoco lo hicieron en su momento los nacionalismos españolistas de UPyD y Ciudadanos. De hecho, me gustaría que alguien estudiase si hubo alguna relación entre la cósmica intervención de Isabel Díaz Ayuso en el mitin de su partido en Vigo y el hecho de que la lista más votada en la ciudad fuese la del BNG (por cierto, tampoco es muy normal en el ámbito europeo que una formación a la izquierda de la socialdemocracia supere el 30% de los votos). Pero qué le voy yo a decir que no sepan a expertos que salen en la tele o pontifican en las redes.

QOSHE - ‘Spainsplaining’ - Xosé Manuel Pereiro
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‘Spainsplaining’

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23.02.2024

Les confieso que el título que tenía en mente cuando me dio el pronto de escribir esto era “Caciquismo el que tengo colgado aquí mismo”, pero me contuvo que podrían pensar mal de mí (no que fuese un malhablado, sino que buscaba el clickbait). Sin embargo, por mucha contención que me gaste, considero mi deber intentar insuflar algo de aire ante el tsunami de Spainsplaining (explicar algo, en este caso las elecciones gallegas, con una visión españolcentrista) que nos ha caído encima antes, durante y después del 18F.

Creo que podemos partir de la base comúnmente aceptada de que todo el mundo tiene derecho a decir lo que considere y que, normalmente, lo que se dice está en consonancia con lo que se piensa (es decir, que cada uno habla de la feria según le fue en ella). Pero creo que también deberíamos estar de acuerdo en que cuando un medio le concede un espacio a un señor o señora, no es que esté respaldando lo que dice, aunque sí garantizando que sabe de lo que habla (a excepción de que el espacio lo ocupe Mario Vaquerizo).

En algún plató sólo faltaba que alguno de los intervinientes llevase puesto una cazadora multibolsillos y un salacot

A nadie se le ocurre hoy montar una palestra sobre cualquier aspecto de la vida en la que sólo figuren hombres, pero parece que se ven como normales tertulias de expertos sobre elecciones gallegas en las que no está, no ya ningún gallego, sino nadie que........

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