“Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas”, escribió Teresa de Jesús y recicló Truman Capote. El candidato a la reelección como presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, tuvo ocasión de comprobarlo la noche del pasado lunes día 5. Su partido, el PP, había diseñado una campaña como un lago de aceite en el que no se notasen las corrientes ni las marejadas y tan solo fuese visible la isla de estabilidad del gobierno conservador. “Tengamos Galicia en paz” era el lema de la precampaña, para oponer el teórico remanso gallego al carajal que reina allende Pedrafita, pese a los esfuerzos de Alberto Núñez Feijóo por destensionar el clima político.

El primer escollo fue la crisis de los pélets, y el déjà vu de la del Prestige que constituyó la reacción de la administración autonómica. Pese a ello, el primer fin de semana de la campaña transcurrió sin más algazara que el incendio en las redes (sic) provocado por las críticas de una analista filosocialista al cartel de la candidata nacionalista, Ana Pontón que, a su juicio, aparecía en él demasiado joven y arreglada, algo que consideraba impropio de una política progresista. Pero, como en las costas peligrosas, bajo las aguas engañosamente tranquilas, siempre puede haber arrecifes o bancos de arena.En uno de ellos encalló el sucesor no electo de Feijóo el pasado lunes día 5.

Fue en el único debate electoral en el que había aceptado participar. Era jugar en casa, la TVG, y con el árbitro a favor. La TVG acumula condenas por atentar contra la libertad de expresión y sus trabajadores llevan más de una década concentrándose todos los viernes para denunciar la manipulación. El último revés judicial fue un auto de la Junta electoral conminándola a que amplíe su cobertura de la campaña. En las anteriores elecciones (2020), el debate electoral en la televisión pública había tenido lugar a las diez… de la mañana.

El debate estaba diseñado para que diese la impresión de que era él (Rueda) o el caos (un multipartito). A pesar de que los únicos partidos con representación en el parlamento saliente eran PP, BNG y PSdeG-PSOE, la TVG resolvió, en base a los resultados de las pasadas elecciones generales, en las que Unidas Podemos (para entendernos) había sacado dos escaños, que tendrían acceso también los partidos que componían la coalición: Sumar y Podemos. Se quedaron fuera las otras opciones de derechas: Vox (que no tiene más representación institucional en Galicia que una concejala solitaria), pero también Democracia Ourensana (DO), el partido del alcalde de Ourense que, de repetir los resultados de las municipales, tendría opciones a uno o incluso dos parlamentarios.

Esa fue la primera inexactitud de los moderadores. No hay dos opciones, la de un gobierno monocolor del PP y otro de coalición de los demás partidos. Hay también la de que gobierne una coalición PP-DO, como ya pasa en Ourense. La segunda fue presentar a la candidata del BNG, Ana Pontón, mientras la cámara enfocaba al del PSdeG, José Ramón Gómez Besteiro. A Alfonso Rueda, el portavoz de su propio grupo parlamentario lo había comparado con Vicente del Bosque “un hombre sin glamur, pero el mejor líder posible”. Al inicio del debate, como mucho parecía el Benito Floro más desangelado. Si esperaba que los del multipartito se enzarzasen entre sí, se encontró enfrentado al orden y talento que preconizaba Arsenio Iglesias.

Ana Pontón ejercía de clara candidata a la presidencia. El socialista José Ramón Gómez Besteiro se presentaba como el interlocutor eficaz con el gobierno central. Marta Lois (o Yolanda Díaz disfrazada de Marta Lois) se ofrecía para sumar y la representante de Podemos, Isabel Faraldo, le cantaba al PP las verdades del barquero y “nos veremos en la calle”. Rueda solamente se engalló cuando echó mano del argumentario antiBloque: Cataluña (“¿qué culpa tiene Cataluña de que Vds. hayan recortado la sanidad y la educación a la vez que triplicaban la deuda pública?” le respondía Pontón), el independentismo oculto de los nacionalistas y su ansia de imponer el idioma gallego. Incluso deslizó que tenían relaciones con ETA. Hay versiones contradictorias sobre si su minuto final fue patético o confuso: “Si quieren un presidente que los engañe, no me voten, si quieren un presidente que les quite lo suyo para dárselo a los independentistas, no me voten…”, y por ahí siguió. El debate tuvo un 18% de share, superando en tres puntos al siguiente programa más visto, El Hormiguero.

Encuesta de El Progreso sobre el debate electoral.

En las horas posteriores, en esas encuestas de muy relativa valía demoscópica que hacen los periódicos en sus versiones digitales, los lectores que emitían su voto daban como ganadora a Pontón con porcentajes que superaban el 50%. En contra de su costumbre, el periódico de referencia en Galicia no ofreció esa opción a su considerable audiencia. Tampoco el PP ofrecerá al electorado la oportunidad de contrastar su alternativa política con las demás en el debate organizado por TVE el próximo día 14. Los conservadores no sólo han confirmado que Alfonso Rueda estará ausente, como estaba previsto, sino que, al revés de lo que había afirmado en su momento la portavoz del PP de Galicia, Paula Prado (“Tenemos innumerables invitaciones y ni el presidente ni el PPdeG se van a esconder. Estaremos en todos los que nos inviten”) tampoco asistirá ningún representante del partido.

QOSHE - El ‘debacle’ electoral - Xosé Manuel Pereiro
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El ‘debacle’ electoral

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07.02.2024

“Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas”, escribió Teresa de Jesús y recicló Truman Capote. El candidato a la reelección como presidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, tuvo ocasión de comprobarlo la noche del pasado lunes día 5. Su partido, el PP, había diseñado una campaña como un lago de aceite en el que no se notasen las corrientes ni las marejadas y tan solo fuese visible la isla de estabilidad del gobierno conservador. “Tengamos Galicia en paz” era el lema de la precampaña, para oponer el teórico remanso gallego al carajal que reina allende Pedrafita, pese a los esfuerzos de Alberto Núñez Feijóo por destensionar el clima político.

El primer escollo fue la crisis de los pélets, y el déjà vu de la del Prestige que constituyó la reacción de la administración autonómica. Pese a ello, el primer fin de semana de la campaña transcurrió sin más algazara que el incendio en las redes (sic) provocado por las críticas de una analista filosocialista al cartel de la candidata nacionalista, Ana Pontón que, a su juicio, aparecía en él demasiado joven y arreglada, algo que consideraba impropio de una política progresista. Pero, como en las costas peligrosas, bajo las aguas engañosamente tranquilas, siempre puede haber arrecifes o bancos de arena.En uno de ellos encalló el sucesor no electo de Feijóo........

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