En los estertores de 2023 se rompió una tradición democrática en España: la de que las elecciones autonómicas gallegas y vascas se celebrasen en la misma fecha. Pasaba incluso en aquellos casos en los que no se cumplían los cuatro años habituales de legislatura y, cuando hubo que aplazar a causa de la pandemia las simultáneas convocadas en 2020, se aplazaron para el mismo día. No era un uso muy antiguo, se remontaba apenas al 1 de marzo de 2009, pero es que las tradiciones españolas relacionadas con la democracia, al contrario que otras como el despeñamiento de cabras, la adoración pública de figuras de madera con ropajes más o menos bíblicos y el acoso público con tortura a cuadrúpedos o vecinos, son por fuerza recientes.

El hábito se rompió por la parte gallega del binomio. El pasado 21 de diciembre, el casi recién estrenado presidente Alfonso Rueda convocó elecciones para el 18 de febrero. A resultas del inesperado chasco del 23J, las cabezas pensantes del PP de Galicia (al menos las que no siguieron a Alberto Núñez Feijóo a su conquista de las Españas) tuvieron que escoger entre apresurar los tiempos, para aprovechar los rescoldos de la indignación por la amnistía y el resto de felonías socialcomunistas, o mantener la calma y el ritmo y esperar que se asentase la figura de Rueda, el presidente a quien Feijóo designó como sucesor. Todo apuntaba, como realmente pasó, a que optarían por pisar el acelerador, pese a que Rueda, por mucho que lleve en el gobierno desde 2009, y casi siempre como vicepresidente, no era apenas conocido.

De hecho, el neopresidente llevaba ya algún tiempo subido en un autobús –“Galicia Rueda”– que circulaba por Galicia invitando a cañas –0,0– y subiendo a famosos. También se había convertido en omnipresente en los medios públicos, desde protagonizar talk shows y magazines hasta en acontecimientos deportivos, y desde luego en los informativos. Si en los noticieros de la URSS aparecía Stalin paseando por el campo y arreglándole el tractor a un abrumado campesino random, en la TVG y en los medios concertados Rueda clausura una promoción de la Academia Galega de Seguridade Pública y le cede la palabra y el micro a un policía local recién egresado para que pida matrimonio a su novia.

Pese a la creencia generalizada de que el PP tiene las elecciones autonómicas ganadas desde que las convoca, esta vez hay una sensación de que sí hay partido

Semejante despliegue de actividad y sonrisas se debe a que, pese a la creencia generalizada, fuera y también dentro de Galicia, de que el PP tiene las elecciones autonómicas ganadas desde el momento en que las convoca (no, desde luego; ni las generales ni mucho menos las locales), esta vez hay una sensación –y quizá encuestas, aunque no me las han enseñado– de que sí hay partido. La refuerzan las declaraciones de Feijóo que, en una enmienda a la totalidad al Estatuto de Autonomía, a la función real de las elecciones y a su propio pasado, ha asegurado que los comicios del 18 de febrero servirán para que los gallegos expresen su opinión sobre el sanchismo. Siempre habían servido para elegir el Parlamento, y de ahí, al presidente de la Xunta, como le pasó a él de 2009 a 2020, pero ya se sabe que el líder del PP tiene teorías propias sobre cómo se eligen presidentes.

Podría haber partido porque el BNG tiene una líder consolidada, Ana Pontón, que ha conseguido hacer demarrar a los nacionalistas de la condición de extraparlamentarios que le auguraban en la convocatoria de 2016 a encabezar cómodamente la oposición, con los socialistas a una distancia como nunca estuvieron. Ha conseguido tener un target atrapalotodo y transversal y dominar, o no exteriorizar, los demonios internos que vienen de serie en las izquierdas. También los socialistas, pese a su papel, por el momento secundario, tienen un candidato claro, José Ramón Besteiro, y con buen cartel, superviviente de un episodio de lawfare. Desde que perdieron la presidencia del Gobierno de coalición con los nacionalistas, en 2009, la elección del candidato del PSdeG parecía que se hacía mediante el juego de la silla. El que se quedaba de pie era el que se tenía que presentar. De todas formas, al PSdeG siempre le ha ido bien o mal dependiendo de cómo le iba al PSOE a nivel estatal.

Al PSdeG siempre le ha ido bien o mal dependiendo de cómo le iba al PSOE a nivel estatal

En Galicia, el proceso de nacimiento, auge y caída de la apropiadamente llamada izquierda rupturista empezó y acabó antes y de manera más radical. Del éxito del proyecto prePodemos (Alternativa Galega de Esquerdas, AGE) y el liderazgo en la oposición, a la desaparición en el parlamento autonómico y en la mayoría de las instituciones, en buena parte a causa de las desavenencias y/o a la competencia entre ofertas del mismo o de parecido signo. El 23J, el proyecto de Yolanda Díaz, pese a bajar en apoyo electoral, logró mantener los dos puestos en el Congreso que tenía por A Coruña y Pontevedra. Las elecciones gallegas serían una buena oportunidad para relanzar el partido en Galicia y consolidarlo a nivel estatal. (El 18F también se la juega Feijóo como líder del PP, de la misma forma que él, al ganar en 2009, consiguió salvar la cabeza de un cuestionadísimo Mariano Rajoy y reservarla para que rigiese el país dos años después).

Entre las demás opciones, la noticia de la apuesta de Sumar sólo pareció ser bien recibida en el PP (“Melchor, Gaspar y Baltasar, ese sí que era un tripartito”, reza uno de los lemas de precampaña de los conservadores). En el BNG se limitaron a reconocer que todo el mundo tiene derecho a presentarse a unas elecciones, y el PSdeG les hizo oficiosamente una oferta-trampa de que no se presentasen en Lugo y Ourense, las circunscripciones sobrerrepresentadas donde Sumar no tiene ninguna posibilidad.

La búsqueda de candidata/o resultó infructuosa, hasta tener que recurrir, al filo de la convocatoria, a la portavoz en el Congreso, Marta Lois, que se había autodescartado

Según algunos politólogos y demóscopos (entre ellos los propios de Sumar), hay unos sectores urbanos que tradicionalmente se abstienen en las elecciones autonómicas, por no sentirse concernidos por el nacionalismo y tampoco demasiado estimulados a participar por parte de los socialistas. Ese sería el target de Sumar, y la contribución del proyecto de Yolanda Díaz a desalojar al PP de la Xunta. Según otros analistas, la división de ofertas va a beneficiar al partido mayoritario, gracias al consabido efecto combinado del sistema D’Hondt y la menor representatividad de las zonas urbanas.

Esa era la teoría. En la práctica, pasaron dos cosas. Una, que no logró convencer a viejos o nuevos aliados, fuesen colectivos o notables, para que se sumasen. La búsqueda de candidata/o a la presidencia resultó infructuosa, hasta tener que recurrir, al filo de la convocatoria, a la portavoz en el Congreso, Marta Lois, que un mes antes se había autodescartado. Tampoco quiso ser cabeza de cartel Martiño Noriega, el exalcalde de Santiago y portavoz nacional de sus antiguos socios, Anova, los nacionalistas de Beiras (el viejo líder ya había solicitado veladamente el voto para el BNG en las pasadas generales). Anova cerró públicamente la puerta al proyecto Sumar, por mucho que sus antiguos compañeros del Bloque no se la hayan abierto a ellos. Paradójicamente, a Sumar sí se han unido algunos relevantes militantes de Compromiso por Galicia, una organización nacionalista de centroizquierda que en su día había sido rechazada por AGE, el primer movimiento de Yolanda Díaz y Beiras (con Pablo Iglesias de asesor) por considerarla derechista.

El segundo golpe fue la decisión de Podemos de irse al grupo mixto en el Congreso. La organización gallega de Sumar decidió interrumpir las negociaciones que tenía con las de Podemos e IU. La primera réplica del terremoto la dio Pablo Iglesias, pidiendo el voto para el BNG, mientras la dirección morada dejaba en manos de los militantes gallegos la decisión. La segunda, más fuerte, fue el resultado de la votación. Pese a que la organización en Galicia siempre fue mayoritariamente “yolandista”, y a que 48 horas antes Marta Lois había asegurado públicamente que irían unidos, el viernes día 29 la decisión (apoyada por el 62% de los más de 2.000 votos emitidos) fue la de concurrir en solitario a las elecciones. También designaron a la candidata, Isabel Faraldo. Faraldo había sido elegida en las listas de Marea Atlántica al ayuntamiento de A Coruña en 2019, y al tomar posesión reivindicó su militancia en Podemos y su paso al grupo municipal de no adscritos. En Galicia todo pasó antes.

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Sumar al desnudo

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13.01.2024

En los estertores de 2023 se rompió una tradición democrática en España: la de que las elecciones autonómicas gallegas y vascas se celebrasen en la misma fecha. Pasaba incluso en aquellos casos en los que no se cumplían los cuatro años habituales de legislatura y, cuando hubo que aplazar a causa de la pandemia las simultáneas convocadas en 2020, se aplazaron para el mismo día. No era un uso muy antiguo, se remontaba apenas al 1 de marzo de 2009, pero es que las tradiciones españolas relacionadas con la democracia, al contrario que otras como el despeñamiento de cabras, la adoración pública de figuras de madera con ropajes más o menos bíblicos y el acoso público con tortura a cuadrúpedos o vecinos, son por fuerza recientes.

El hábito se rompió por la parte gallega del binomio. El pasado 21 de diciembre, el casi recién estrenado presidente Alfonso Rueda convocó elecciones para el 18 de febrero. A resultas del inesperado chasco del 23J, las cabezas pensantes del PP de Galicia (al menos las que no siguieron a Alberto Núñez Feijóo a su conquista de las Españas) tuvieron que escoger entre apresurar los tiempos, para aprovechar los rescoldos de la indignación por la amnistía y el resto de felonías socialcomunistas, o mantener la calma y el ritmo y esperar que se asentase la figura de Rueda, el presidente a quien Feijóo designó como sucesor. Todo apuntaba, como realmente pasó, a que optarían por pisar el acelerador, pese a que Rueda, por mucho que lleve en el gobierno desde 2009, y casi siempre como vicepresidente, no era apenas conocido.

De hecho, el neopresidente llevaba ya algún tiempo subido en un autobús –“Galicia Rueda”– que circulaba por Galicia invitando a cañas –0,0– y subiendo a famosos. También se había convertido en omnipresente en los medios públicos, desde protagonizar talk shows y magazines hasta en acontecimientos deportivos, y desde luego en los informativos. Si en los noticieros de la URSS aparecía Stalin paseando por el campo y arreglándole el tractor a un abrumado campesino random, en la TVG y en los medios concertados Rueda clausura una promoción de la Academia Galega de Seguridade Pública y le........

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