Rolando Rodríguez García, Premio Nacional de Historia (2008) y de Ciencias Sociales y Humanísticas (2007). Foto: Omara García/ ACN.

El pasado 6 de abril, se produjo la partida física del destacado historiador e intelectual Rolando Rodríguez García, sin duda, una sensible pérdida para Cuba y la cultura cubana. Queda su inmensa obra historiográfica, que merece ser más estudiada, analizada y divulgada. Las presentes y futuras generaciones de historiadores cubanos y el pueblo en general tendrán en sus libros una referencia ineludible, para acercarse al devenir de la nacionalidad y nación cubana desde finales del siglo XVIII hasta casi mediados del siglo XX. Con su tenacidad investigativa y vocación de escribir, Rolando asumió una misión que por lo general realizan colectivos de autores. Impresionan sus resultados monumentales, al historiar, desde una visión totalizadora, el siglo XIX y el siglo XX hasta el período del llamado gobierno constitucional de Fulgencio Batista (1940-1944), último libro que estaba escribiendo en el momento de su deceso, luego de una larga saga de títulos que comprenden miles y miles de páginas, muchos de ellos premiados por la crítica.

Conozco ese esfuerzo titánico que respondió a una deuda de Rolando con Raúl Roa, que solo pudo saldar con creces transcurridos más de 30 años, pues luego de la entrega de República Angelical, novela histórica o historia novelada publicada en 1988, su compromiso inicial con Roa era publicar otro texto -ya como ensayo o monografía- sobre la mediación de Sumer Welles en 1933 para frustrar el movimiento revolucionario contra la dictadura de Gerardo Machado.

En las últimas páginas de su libro El fuego de la semilla en el surco, Roa había escrito lo siguiente:

"Ya todo este miserable y vergonzoso rejuego de la "mediación" lo acaba de poner en claro Rolando Rodríguez, en un libro listo para la imprenta, de excepcional valor histórico. De la fétida masa de documentos fidedignos que maneja, brota chorreando cieno y sangre el histriónico papel desempeñado por Sumner Welles en su supuesta gestión amistosa y los descastados nativos que lo acompañan en la farsa. Cuando se publique ya no habrá manera de engañarse ni confundirse".1

Sin embargo, la mirada retrospectiva del acucioso historiador hizo postergar la publicación de ese libro “listo para la imprenta” en la búsqueda de una explicación de más larga duración de los procesos históricos. Es decir que, para entender y explicarse la Revolución del 30, tenía que buscar las claves en los primeros años de la República Neocolonial, pero al hacerlo, le fue ineludible sumergirse también en el siglo XIX cubano. Rolando no solo cumplió con Roa, sino también con Fidel, quien descubrió al leer República Angelical, al talentoso escritor, investigador e historiador y le orientó que su principal deber con la Revolución en lo adelante era escribir. Nuevamente no se equivocó, pues en pocos años comenzaría a tener resultados muy sobresalientes. Logros que le valieron el premio Nacional de Historia y de Ciencias Sociales y Humanísticas, que se le dedicara una feria internacional del Libro de La Habana y fuera uno de los miembros fundadores de la Academia de la Historia en el 2010.

Comenzar sus acercamientos a la historia a través de la literatura de ficción, le facilitó a Rolando recursos literarios que no abandonó, dotando a su prosa de un lenguaje desenfadado y seductor, en no pocas ocasiones sarcástico y salpicado de cubanismo. Su obra se caracteriza también por ser polémica, sin adornos y visiones sacralizadas de los héroes y hechos. Sostenía que su lema era el de John Reed: “No soy imparcial, pero digo siempre la verdad”. En otra ocasión expresó: Cuando haces una historia de papel crepé, sin contradicciones, no es aceptada porque se sabe que la vida no es así”.

Uno de lo momentos cumbres de su recorrido como investigador fue cuando encontró en los archivos españoles parte de la papelería que llevaba encima el Apóstol al caer en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895, documentos que dieron pie a Dos Ríos, a caballo y con el sol en la frente, libro que mueve los sentimientos más hondos de cualquier patriota cubano.

Desde su natal Santa Clara, la cual le otorgó la condición de hijo ilustre, Rolando se sintió seguidor de Fidel a partir de conocer las acciones del 26 de julio de 1953, luego del triunfo revolucionario, ya en La Habana, fue miembro del Batallón de milicias universitarias, estuvo movilizado durante la Crisis de Octubre y participó en la lucha contra bandidos en el Escambray.

Graduado de Derecho en la Universidad de La Habana, fue uno de los jóvenes que integró y luego dirigió el Departamento de Filosofía, gestor de Ediciones Revolucionarias junto al líder cubano, presidente fundador del Instituto Cubano del Libro, desde donde intervino en la edición e impresión en secreto del Diario del Che en Bolivia, viceministro de Cultura, miembro de la secretaría del Consejo de Ministros y muchos otras tareas que compartió con su vocación por la investigación de nuestro pasado. Y es que Rolando constituye el modelo del historiador revolucionario, apasionado con los hechos y figuras que nos precedieron, pero también muy comprometido con su tiempo histórico. Fui testigo excepcional durante muchos años de su coherencia en el decir y el hacer, hasta el último momento de su vida, en especial de su amor a la Revolución y a Fidel, y su entrega a la hermosa, útil y noble labor del historiador.

Notas

1 Raúl Roa: El Fuego de la Semilla en el Surco, Editorial Letras Cubana, Ciudad de La Habana, 1982, pp.491-492.

QOSHE - Rolando Rodríguez y sus legados - Elier Ramírez Cañedo
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Rolando Rodríguez y sus legados

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23.04.2024

Rolando Rodríguez García, Premio Nacional de Historia (2008) y de Ciencias Sociales y Humanísticas (2007). Foto: Omara García/ ACN.

El pasado 6 de abril, se produjo la partida física del destacado historiador e intelectual Rolando Rodríguez García, sin duda, una sensible pérdida para Cuba y la cultura cubana. Queda su inmensa obra historiográfica, que merece ser más estudiada, analizada y divulgada. Las presentes y futuras generaciones de historiadores cubanos y el pueblo en general tendrán en sus libros una referencia ineludible, para acercarse al devenir de la nacionalidad y nación cubana desde finales del siglo XVIII hasta casi mediados del siglo XX. Con su tenacidad investigativa y vocación de escribir, Rolando asumió una misión que por lo general realizan colectivos de autores. Impresionan sus resultados monumentales, al historiar, desde una visión totalizadora, el siglo XIX y el siglo XX hasta el período del llamado gobierno constitucional de Fulgencio Batista (1940-1944), último libro que estaba escribiendo en el momento de su deceso, luego de una larga saga de títulos que comprenden miles y miles de páginas, muchos de ellos premiados por la crítica.

Conozco ese esfuerzo titánico que respondió a una deuda de Rolando con Raúl Roa, que solo pudo saldar con creces transcurridos más de 30 años, pues luego de la entrega de República Angelical, novela histórica o historia........

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