Luis Alberto Orta durante su triunfo olímpico en Tokyo 2020. Foto: Roberto Morejón.

No se equivocó. El título es con toda intención. Parodia uno de los libros más famosos de Eduardo Galeano (Las venas abiertas de América Latina), pero hoy quiero y necesito hacerlo para que el abrazo de mis palabras al luchador Luis Orta llegue con esa misma fuerza espacial con que escribía el escritor uruguayo.

La primera vez que Orta infló sus venas estaba en tierra nipona. Pesaba menos que ahora, pero tenía los mismos ojos de ambición y por supuesto, esa garra para luchar en un estilo antiquísimo y difícil como el grecorromano. Fue ganando cada combate en el colchón de Tokio y cuando nadie lo daba como posible campeón olímpico sacó su arma secreta y lo consiguió. Se convirtió en el eléctrico de la delegación y habló con la soltura y guapería propia de un habanero nacido en La Güinera.

Esa tarde-noche hilvanó pocas ideas ante las cámaras y las grabadoras. Quizás coincidir con el cuarto título olímpico del gran Mijaín López fue un duro golpe del que era difícil salir a flote. Sin embargo, en el mismo podio de premiación, cuando recibió su dorada y la mordió como símbolo de oro verdadero, enseñó el mismo gesto del campeonato mundial de lucha del 2023. ¡Venas abiertas en señal de victoria!

La otra ocasión en que pude disfrutarlo en vivo fue en Santiago de Chile, hace solo unos meses. Ante la falta de un entrenador en la especialidad de grecorromana, hizo esas funciones en más de una pelea. Y parecía que había estado siempre en ese puesto. Aconsejaba en el minuto preciso la técnica ideal. "Lo disfruto, quizás cuando me retire sustituya a Trujillo", señaló medio en broma, medio en serio a más de un colega.

Cuando le tocó pelear en su división, cambió como un rayo el abrigo de coach por la trusa enteriza. En todos los Juegos Panamericanos apenas le pudieron marcar uno o dos puntos sus rivales. Tan abierta tenía las venas que terminó rompiendo la pantalla de una laptop de los jueces mientras intentaba una proyección que salió de los límites del colchón.

En estos últimos 12 meses Orta ha crecido como luchador y suena casi invencible en su categoría de cara a los próximos Juegos Olímpicos de París. Ser elegido primero el mejor deportista de Cuba en este 2023, ahora el mejor luchador del mundo en su estilo y dentro de unas horas el mejor atleta de América Latina en la encuesta de Prensa Latina son premios merecidos y sin estridencias.

De regreso de la capital chilena pudimos intercambiar a propósito de una portada que había visto en las redes en la cual cubría su pecho con la bandera cubana. “Eso estuvo voláo… me gustó… del barrio me escribieron varias personas…”, fueron algunas de sus frases. No perdí la ocasión para recordarle que en varias fotos llamaba la atención que sus venas denotaban fuerza, agresividad, deseos y triunfo. “Te faltó algo periodista”, me dijo con desafío. “Esas venas son Cuba también”. Y recordé entonces que eso podía servirme para titular esta crónica. Y así lo hago hoy como regalo periodístico a uno de los grandes deportistas nuestros en la actualidad.

¡Las venas abiertas de Luis Orta!