Foto: Agencias.

Las ocho piernas cubanas salieron al Estadio Nacional cuando el aire acondicionado natural se acababa de prender y la temperatura bajaba por minutos. Zurian, Rose Mary, Sahily y Lisneidy no eran las favoritas al título del 4x400 ni pensaban dar el oro 30 de Cuba, pero al final lo consiguieron y un amigo me escribió al momento por WhatsApp: .. “… y me tiré de la cama”.

Todo pasó en apenas 3 minutos, 33 segundos y 15 milésimas de segundos. Las primeras piernas en flotar por la pista sintética fueron las de Zurian Hechavarría, quien hizo su mayor esfuerzo porque anda resentida de una molestia y su misión era mantenerse entre las primeras. Lo cumplió con el alma y cuando puso el batón en manos de Rose Mary las postas de Brasil, Estados Unidos y Dominicana tenían ventaja de al menos diez metros. (Mi amigo miraba acostado la carrera y con la almohada inclinada)

Los próximos 400 metros eran para dos piernas que habían terminado inconformes con el bronce de las dos vueltas al óvalo poco más de una hora antes. Rose Mary Almanza fue descontando la diferencia y ya hacia la curva final de los 200 metros había rebasado a la quisqueyana, solo brasileñas y estadounidenses entregaron primero que ella. Eran terceras, un podio que no estaba mal. (Mi amigo se acomodó de lado para ver mejor el televisor y fijarse en los parciales de tiempo)

Vencida la mitad del trayecto, tocó el turno a la flamante monarca de los 800, Sahily Diago, quien tenía puesta la verde en todos los semáforos y sobrepasó por dentro del carril dos a las punteras (algo que se ve poco en este tipo de relevo) y no solo entregó primera para el último cambio, sino que lo hizo con ventaja de al menos 10-15 metros. En poco menos de 52 segundos había volado sobre la superficie. (Se sentó de un tirón mi amigo y puso atención con ojos saltones)

Las últimas piernas que quedaban para el último tramo eran de Lisneidy Veitía, acostumbrada a este tipo de cierres y para lo cual solo tenía que preservar el filón de turbinas que le había puesto Diago. Por supuesto, Dominicana vendría con su mejor representante, Marileidy Paulino, una estelar y titular del orbe en la vuelta al óvalo, pero que no tiene apellido Juantorena como para recortar casi 20 metros y terminar con ventaja como hizo en los Centroamericanos de La Habana 1982. Solo mantuvo el paso y levantó el batón en señal de victoria justo cuando ya era triunfadora. (Mi amigó tomó el celular y escribió: coño,,, vi aquello y me tiré de la cama)

Cualquier adjetivo de más o emoción periodística inflada no pudiera fotografiar esta hazaña. Nadie las encumbra como reinas del orbe ni con un tiempazo de ensueño. Solo queremos engrandecerlas desde lo que sus ocho piernas lograron. Desde la fría noche chilena ellas levantaron esperanzas y casi sellaron con esta corona las 30 que casi nadie pronosticó para nuestra delegación. (Mi amigo entonces me pidió que escribiera sobre eso y aquí le comparto su crónica, la de quizás muchos cubanos que también se tiraron de la cama con este cierre apasionado)