Uno de los comentarios y/o preguntas más reiteradas (me atrevería a decir que la más frecuente) cuando se debate sobre el tema de las elecciones generales de los EE.UU. en noviembre de este año: ¿Como es posible que tanto en las elecciones de 2016 - cuando fue electo presidente por el Colegio Electoral después de perder por casi 3 millones de votos – o en las de 2020 cuando el muy grisáceo J. Biden lo superó por 7 millones; una persona tan perniciosa, tóxica y perversa como Donald Trump ha recibido decenas de millones de sufragios?. Es algo difícil de entender, y por ello en este articulo trato de encontrar alguna explicación para este hecho que desafía la lógica cotidiana.

Resulta fácil y es muy común catalogar a aquellos cuyas posiciones políticas rechazamos, en una suerte de in crescendo, como tontos, farsantes y/o criminales. De hecho, la incapacidad incluso de los expertos más fogueados para comprender la realidad del ascenso político de Donald Trump en las carreras presidenciales desde el 2016 a la fecha, nos muestra muchos ataques y diatribas contra ese candidato y sus partidarios (incluyendo los que yo mismo he escrito), que llegan incluso a cuestionar su sanidad mental.

Cuando una encuesta de la Universidad de Suffolk y USA Today pidió a 1.000 personas, ya en septiembre de 2015 que describieran a Trump en sus propios términos, la respuesta más popular fue "idiota /estúpido/tonto", seguida de "arrogante" y "loco". y luego “bufón/payaso/fraude”. De manera similar, los seguidores de Trump fueron tachados por muchos de idiotas, fanáticos e intolerantes. Recuerdo un titular de marzo de 2016: “Racistas horribles y repugnantes: llamemos a Donald Trump y sus partidarios exactamente como son”. Aunque todo ello es bien merecido e inobjetablemente cierto, la realidad no es tan sencilla, no son ni pueden ser todos esos millones de personas individuos poseídos por Lucifer o simples cretinos. Algunos de mis vecinos, son trumpistas y al menos externamente son (o parecen ser y se comportan como) personas relativamente normales

Tales imputaciones simplificadoras recuerdan un fascinante libro de Theodore Abel de 1938 (1) “Por qué Hitler llegó al poder”, pero antes de entrar en materia quiero ser absolutamente claro: Estoy comparando a Trump, sus partidarios o sus argumentos con sus equivalentes nazis y no me disculpo por ello. Pero mi objetivo es analizar y explicar comportamientos que nos repugnan e impugnamos y sus causas. En 1934, T. Abel viajó a Alemania y organizó un concurso de ensayos, ofreciendo un premio para autobiografías breves de miembros del Partido Nazi. Recibió alrededor de 600 respuestas, de las cuales pudo obtener algunas deducciones de por qué tantos alemanes apoyaban a Adolf Hitler. Ciertamente, muchos ensayos expresaron un grado considerable de anti semitismo, algunos un odio realmente virulento hacia los judíos y otras formas de alienación social. Los miembros del partido eran efectivamente racistas o, al menos, no se oponían a la posición anti semita (anti gitana, anti eslava, etc.). Pero esto es muy diferente a decir que se unieron y permanecieron en el partido principalmente o incluso parcialmente porque eran racistas. Abel descubrió que estaban involucrados muchos otros motivos, entre ellos una sensación de decadencia de Alemania, un deseo de redescubrir la grandeza del pasado, el miedo al desorden social (expresado en un despiadado y sanguinario anticomunismo) y el anhelo de un líder fuerte (eufemismo por salvaje dictador).

Fanáticos trumpistas atacan el Capitolio de Washington, tratando de revertir el resultado de las elecciones del 2020. Foto AP

Yo diría que lo mismo ocurre con quienes apoyan a Trump, con las características propias de los Estados Unidos y de ocurrir 9 décadas después. Algunos, sin duda, son supremacistas blancos. Todos están preparados para confirmar sus declaraciones racistas sobre negros, musulmanes, mexicanos y otros, no lo niegan ni por un instante. Pero, ¿son el racismo, la intolerancia, el rechazo a los inmigrantes y los prejuicios de todo tipo, las principales razones por las que la gente apoyó a Trump? Ciertamente no. Sostengo la necesidad de analizar y comprender la forma en que Trump atrajo a su gente y obtuvo su apoyo. Llenarlos de merecidos improperios no es suficiente para poder derrotarlos.

Presenciar un mitin de Trump implica mucho más que escuchar un discurso del expresidente. Por “importantes” que fueran sus palabras en ese rally, es aún más esencial considerar el evento en su conjunto como la representación de una visión del mundo y de la realidad. La acusación de irracionalidad es insuficiente, porque si vemos a las multitudes que apoyan a Trump como turbas sin sentido lideradas por impulsos primitivos y agitadas por un demagogo narcisista, esto afecta nuestra capacidad de enjuiciar cuan aterradora es la visión del mundo de los asistentes.

No se puede ver a los Estados Unidos ni al pueblo estadounidense de una simple ojeada, es demasiado grande (casi 10 millones de kms²) y es muchísima gente (casi 336 millones de personas). Pero si se puede ver y escuchar un mitin donde uno está presente en unas pocas hectáreas y unos pocos miles de personas. El próximo paso es fantasear que esas pocas hectáreas y miles de personas representan a los Estados Unidos. El mitin de marras de los trumpistas, fue una representación teatral de Estados Unidos. Simbolizó cómo a Trump y sus seguidores les gustaría que fuera el país.

La actividad comenzó mucho antes de la llegada de Trump. La larga espera por el líder fue parte integral de la actuación y mostró percepción de los asistentes (“Si estoy dispuesto a esperar tanto tiempo, es porque este evento y este líder son muy importantes para mí”). Afectó la forma en que los miembros de la audiencia se veían los unos a los otros (“Si otros están dispuestos a esperar tanto, este evento y el líder deben ser importantes para ellos”). Y estableció una relación de devoción entre la multitud y un sentido de identidad entre sus miembros (“Estamos unidos en nuestra devoción a este movimiento y a nuestro líder”). Da lo mismo que esto ocurriera en los 1930’s en Nuremberg, Alemania o en febrero de 2024 en Pennsylvania, EE.UU.

El mostrar un poder aplastante e indetenible es parte de los métodos usados entonces y ahora. Fotos Bundesarchiv y Marty Goodman.

El mostrar un poder aplastante e indetenible es parte de los métodos usados entonces y ahora. Fotos Bundesarchiv y Marty Goodman.

La espera también dio tiempo para otras “teatralizaciones”. Los procedimientos de seguridad de Trump son más rigurosos que los de cualquier otro candidato. El público tuvo que pasar por un detector de metales, abundaban los agentes de seguridad muy visibles, buscando intrusos o patrullando a anti Trump que protestaban contra MAGA

Un grupo protestando contra Trump, y un policía de paisano “controlando el orden”. Foto de Marty Goodman

Una hora antes de que Trump hablara, un mensaje transmitido por el sistema de audio instruía a los miembros de la multitud que no atacaran a ningún protestante que vieran “sospechoso”. Más bien se les dijo que avisaran a la seguridad gritando: “¡Trump! ¡Trump! ¡Trump!" Como resultado de estas diversas tácticas, los miembros de la multitud fueron inducidos a actuar como si estuvieran bajo amenaza, con mentalidad jesuita de “fortaleza sitiada” lo que sólo sirvió para reforzar la presunción de que estaban bajo amenaza, tanto de enemigos externos como internos.

Cuando arriba a la escena Trump (o en el pasado el fuehrer), siempre hace una “Grand Entrance” con símbolos, gestos, rodeados de “preocupados guardaespaldas”, gorras de MAGA, muchísimos periodistas y camarógrafos, una enorme escenografía, que manifiesta a la audiencia: “tienes el privilegio de ver algo excepcional, por eso eres excepcional tú mismo, por ser uno de nosotros”
Acto seguido la presentación de un moderador (casi siempre un líder político local de ultraderecha), que llama a Trump a tomar los micrófonos. El argumento estándar e invariable de Trump en sus discursos tiene tres elementos clave. El primero afirma que Estados Unidos, que alguna vez fue grande, ahora es débil y repetidamente humillado por otros “Nuestro país está en serios problemas. Ya no tenemos victorias. Solíamos tener victorias, pero ya no las tenemos. ¿Cuándo fue la última vez que alguien nos vio derrotando, digamos, a China en un acuerdo comercial? Nos matan”.

Arriban los “lideres” siempre haciendo una “gran entrada”. Foto Bundesarchiv y Político

Arriban los “lideres” siempre haciendo una “gran entrada”. Foto Bundesarchiv y Político

El segundo es el declive de Estados Unidos como resultado de las acciones de sus enemigos, en parte externos: China, México y otros países que, en su opinión, hacen trampa, son corruptos y quitan los empleos y la riqueza de los estadounidenses comunes y corrientes. “Nuestro desempleo real oscila entre el 18 y el 20 por ciento. No creas en el 5% No lo creas... porque no hay empleo, porque China y México tienen nuestros empleos”. Estos enemigos externos prosperan sólo gracias a las acciones de malignos enemigos internos. Trump etiqueta a estos enemigos como incompetentes, otras como traidores, o ambas cosas a la vez. Apuntó a individuos específicos (J. Biden, Barack Obama, Hillary Clinton, o a sus rivales republicanos) y a la clase política en su conjunto
La tercera parte del argumento de Trump fue identificar la solución más importante: él mismo. A lo largo de sus discursos, Trump insistió en que él no es como otros políticos. Él sabe cómo hacer un trato. Insistió en que ha tenido tanto éxito y se ha vuelto tan rico que no se le puede comprar. Trump dijo: “Uno de los grandes bancos vino a verme y me dijo: 'Donald, no tiene usted suficientes préstamos'. ¿Podríamos prestarle 4.000 millones de dólares? Dije: 'No lo necesito'. No lo quiero'”.

Como consecuencia, Trump se presentó como la única persona capaz de restaurar lo que Estados Unidos ha perdido “Le gano a China todo el tiempo. Todo el tiempo." Ante esto, el público aplaudió y coreó: “¡Queremos a Trump! ¡Queremos a Trump!” Al cerrar ese discurso, dijo: “Si soy elegido de nuevo presidente, haremos que Estados Unidos vuelva a ser grande”. Al utilizar aquí el “nosotros”, incluyó a su audiencia y, por lo tanto, amplió significativamente su argumento, insistiendo en que no es sólo Trump, sino el MAGA de Trump el que restaurará la grandeza.

Acerca de la identidad de los seguidores de Trump, los MAGAs y otros
Ha habido mucha controversia sobre la demografía de los seguidores de Trump. Por ejemplo, se les ha descrito como incultos, blancos y pobres. El porcentaje de partidarios de Trump con títulos universitarios en las primarias fue de alrededor del 20 por ciento, aproximadamente la mitad del porcentaje general de estadounidenses con títulos universitarios. Pero en muchas primarias de 2016 y 2020, muchos republicanos con títulos universitarios votaron por Trump. Del mismo modo, es cierto que, en promedio, los partidarios de Trump ganaban menos anualmente que aquellos que respaldaban a sus principales rivales republicanos, pero considerablemente más que el salario medio estadounidense. (56.000 dólares).

Lo que sí parece cierto, es que los partidarios de Trump son principalmente blancos y, vivían en áreas de “disfunciones económicas latentes desde hacía mucho tiempo” incluso si ellos mismos no eran pobres. “Un elemento común de sus partidarios es que en gran medida se han perdido la transición de una generación de Estados Unidos de la industria manufacturera hacia una economía diversa, impulsada por la alta tecnología y la información”. Es decir, los electores de Trump eran en gran medida personas que forman parte de un sector en declive de la economía sector que, en el mejor de los casos, está estancado y que se ha visto afectada por los acuerdos comerciales que ha abierto a Estados Unidos a la competencia de la manufactura de bajo costo de otras partes del mundo.

La segunda característica de los trumpistas es su falta de confianza en la política, los políticos y las instituciones políticas. En esta desconfianza, no estaban solos. Ya en 2015, un informe del Pew Research Center mostró que la confianza general en el gobierno había caído del 73 por ciento en 1958 (llegando a un máximo del 77 por ciento bajo el presidente Lyndon B. Johnson en 1964) a solo el 19 por ciento en 2015. Sólo el 20 por ciento de los estadounidenses en esta encuesta pensaban que los programas gubernamentales estaban bien administrados. A finales del 2023 eran entre un 17% y un 26% dependiendo de que región de los Estados Unidos

Menos del 10 por ciento de los republicanos confían en el gobierno de J. Biden. E incluso para los demócratas, esa misma cifra fue sólo un poco más del 30 por ciento. Además, si la gente se siente distanciada del gobierno y cree que éste no la representa, hay buenas razones para concluir que esto tiene sus raíces en su experiencia real. Si las elites económicas y los grupos empresariales (sobre todo el Complejo Militar Industrial) tienen una influencia considerable en la política del gobierno estadounidense, los ciudadanos promedio y las minorías prácticamente no tienen ninguno.

El logro politiquero de Trump fue tomar estos sentimientos de decadencia y marginación y brindarles una perspectiva que no solo les daba sentido sino que también brindaba una solución. Al hacerlo, reconoció los problemas reales de su audiencia (mientras otros los ignoraban o incluso contribuían a ellos); los “entendió” y los empoderó para supuestamente “participar” en el proceso de resolución de esos problemas. Pero también hizo una cosa más: porque su retórica demagógica no trataba sólo del mundo, de los Estados Unidos y el lugar de su audiencia dentro de él, sino también de él mismo, su propio lugar mesiánico y su papel de guía y líder de esa audiencia.

Para empezar, Trump se ha interpretado a sí mismo como un prototipo del grupo interno del “estadounidense común y corriente”. No es ni remotamente cierto. Trump está lejos de ser típico. ¿Cuántos estadounidenses corrientes tienen miles de millones de dólares tienen sus propias torres, campos de golf y aviones?

La forma en que Trump se viste y habla ha sido durante mucho tiempo parte de una imagen cuidadosamente elaborada como un “estadounidense ejemplar y exitoso”, lo que ayuda a explicar cómo un inmoral empresario multimillonario puede ganarse el apoyo de una parte significativa de la clase trabajadora. Foto Redux Pictures

En resumen, la campaña de Trump se centró principalmente en crear un sentido particular de “nosotros” contra “ellos” y luego establecer cómo Trump mismo es el genuino representante del grupo de una manera tanto simbólica como práctica, capaz de representar al grupo a nivel político. La habilidad, complejidad y sutileza con la que logró esta hazaña (incluso en lo que respecta al uso de la vulgaridad) nos ayuda a comprender por qué Trump resultó tan atractivo para su audiencia.
A todo lo anterior se suma, la elevada impopularidad y falta de atractivo de los candidatos con que se ha enfrentado, Hillary R. Clinton y Joseph R. Biden, a pesar de lo cual obtuvo en 2016 casi 3 millones y en 2020, cerca de 8 millones de votos menos que ellos.

Todo lo dicho anteriormente es para tratar de explicar las razones por las que decenas de millones de estadounidenses total o parcialmente cuerdos votaron por Trump. Con respecto a las elites políticas, la política de Trump es mucho más simple y recuerda a un político de la Cuba del siglo XX temprano: “El que no está conmigo, está sinmigo”, y el que no apoye a Trump lo botan, punto. Como le ocurrió hace poco a la presidenta del Comité Nacional del Partido Republicano y en el pasado a más de 200 funcionarios, decenas de abogados, etc.

1.- Theodore Abel, ¿Por qué Hitler llego al poder?, Harvard University Press, 1986 - 322 pp, en inglés, primera edición, 1938.

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¿Por qué Donald Trump tiene tantos seguidores? La demagogia fascista y algunos de sus métodos

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19.02.2024

Uno de los comentarios y/o preguntas más reiteradas (me atrevería a decir que la más frecuente) cuando se debate sobre el tema de las elecciones generales de los EE.UU. en noviembre de este año: ¿Como es posible que tanto en las elecciones de 2016 - cuando fue electo presidente por el Colegio Electoral después de perder por casi 3 millones de votos – o en las de 2020 cuando el muy grisáceo J. Biden lo superó por 7 millones; una persona tan perniciosa, tóxica y perversa como Donald Trump ha recibido decenas de millones de sufragios?. Es algo difícil de entender, y por ello en este articulo trato de encontrar alguna explicación para este hecho que desafía la lógica cotidiana.

Resulta fácil y es muy común catalogar a aquellos cuyas posiciones políticas rechazamos, en una suerte de in crescendo, como tontos, farsantes y/o criminales. De hecho, la incapacidad incluso de los expertos más fogueados para comprender la realidad del ascenso político de Donald Trump en las carreras presidenciales desde el 2016 a la fecha, nos muestra muchos ataques y diatribas contra ese candidato y sus partidarios (incluyendo los que yo mismo he escrito), que llegan incluso a cuestionar su sanidad mental.

Cuando una encuesta de la Universidad de Suffolk y USA Today pidió a 1.000 personas, ya en septiembre de 2015 que describieran a Trump en sus propios términos, la respuesta más popular fue "idiota /estúpido/tonto", seguida de "arrogante" y "loco". y luego “bufón/payaso/fraude”. De manera similar, los seguidores de Trump fueron tachados por muchos de idiotas, fanáticos e intolerantes. Recuerdo un titular de marzo de 2016: “Racistas horribles y repugnantes: llamemos a Donald Trump y sus partidarios exactamente como son”. Aunque todo ello es bien merecido e inobjetablemente cierto, la realidad no es tan sencilla, no son ni pueden ser todos esos millones de personas individuos poseídos por Lucifer o simples cretinos. Algunos de mis vecinos, son trumpistas y al menos externamente son (o parecen ser y se comportan como) personas relativamente normales

Tales imputaciones simplificadoras recuerdan un fascinante libro de Theodore Abel de 1938 (1) “Por qué Hitler llegó al poder”, pero antes de entrar en materia quiero ser absolutamente claro: Estoy comparando a Trump, sus partidarios o sus argumentos con sus equivalentes nazis y no me disculpo por ello. Pero mi objetivo es analizar y explicar comportamientos que nos repugnan e impugnamos y sus causas. En 1934, T. Abel viajó a Alemania y organizó un concurso de ensayos, ofreciendo un premio para autobiografías breves de miembros del Partido Nazi. Recibió alrededor de 600 respuestas, de las cuales pudo obtener algunas deducciones de por qué tantos alemanes apoyaban a Adolf Hitler. Ciertamente, muchos ensayos expresaron un grado considerable de anti semitismo, algunos un odio realmente virulento hacia los judíos y otras formas de alienación social. Los miembros del partido eran efectivamente racistas o, al menos, no se oponían a la posición anti semita (anti gitana, anti eslava, etc.). Pero esto es muy diferente a decir que se unieron y permanecieron en el partido principalmente o incluso parcialmente porque eran racistas. Abel descubrió que estaban involucrados muchos otros motivos, entre ellos una sensación de decadencia de Alemania, un deseo de redescubrir la grandeza del pasado, el miedo al desorden social (expresado en un despiadado y sanguinario anticomunismo) y el anhelo de un líder fuerte (eufemismo por salvaje dictador).

Fanáticos trumpistas atacan el Capitolio de Washington, tratando de revertir el resultado de las elecciones del 2020. Foto AP

Yo diría que lo mismo ocurre con quienes apoyan a Trump, con las características propias de los Estados Unidos y de ocurrir 9 décadas después. Algunos, sin duda, son supremacistas blancos. Todos están preparados para confirmar sus declaraciones racistas sobre negros, musulmanes, mexicanos y otros, no lo niegan ni por un instante. Pero, ¿son el racismo, la intolerancia, el rechazo a los........

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