PUERTO PADRE, Cuba.- Juré que me mantendría callado. “Deja que suelten sus bofes, que se maten entre ellos mismos”, decía mi padre en situaciones así. Y, ante la voz de mi conciencia, única voz de mando que obedezco desde que por decisión propia renuncié al ejercicio de mi profesión hace muchísimos años, prometí en este caso no opinar. Ya había dicho mi opinión en este sitio el lunes 5 de febrero, en el artículo Un trabajo para el ex ministro Gil Fernández.

O, mejor dicho, hice un pronóstico cuando sugiriéndole la escritura de sus memorias dije: “Si Gil Fernández tiene el valor y la honestidad para escribir ese libro, sea en Londres o en Madrid o preso en La Habana, será un best seller”.

Pues Alejandro Gil no quiso o no tuvo tiempo de ir a Londres o a Madrid y ahora está “preso en La Habana”. Pero tenemos que preguntar: ¿Preso dónde, desde qué día, qué delitos le imputan, y mediante qué medida cautelar lo tienen asegurado…?

No, contrariando la voz de mi conciencia no puedo callar por interés público. Son demasiados silencios.

Óiganme, entre cubanos y con tantos dimes y diretes, entre tantos padrinos, madrinas y dadores, sin gestación visible, oculto, tras una gruesa bata de maternidad, quirúrgica o un uniforme militar, el batiburrillo prematuro o pasado de tiempo, vio la “luz” por cesárea el pasado jueves. Pero está cumpliendo cinco días de nacido esa criatura, ¡y todavía no berrea! ¿Habrá nacido muerto…?

Digo del nacimiento de un batiburrillo y hago el símil de un parto con problemas porque es un lío, sí, un rollo de asuntos inconexos lo que este 7 de marzo ycon el rimbombante título de “Nota oficial del Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República”, Díaz-Canel hizo público.

Puesto que una cosa son los nombramientos y otra la jefatura práctica, psicológica, convengamos que Díaz-Canel fuera compartimentado por el general Raúl Castro, jefe real en Cuba, quien en posesión de información secreta, hizo aplicar medidas operativas activas, para echar a andar un estado de opinión anclado en hechos reales o ficticios que, primero que todo, sustituyéndolo del cargo, y haciéndolo renunciar a su condición de diputado a la Asamblea Nacional y de integrante del Comité Central del Partido, posibilitó desaforar al por entonces vice primer ministro, ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil, por ley, entre “los sujetos de fuero especial”.

Allanado el camino para las investigaciones penales, cabe preguntar: ¿Desde qué día está detenido Alejandro Gil? Dicen que su domicilio fue meticulosamente registrado. Eso es creíble. Y dicen que la policía lo llevó “para conversar”.

También eso es probable: ante familiares u otras personas, los policías suelen hacer detenciones, digamos “diplomáticas”, diciendo al de hecho ya preso, “venga con nosotros, para conversar”.

Reiterando la pregunta digo: ¿Y desde cuándo están “conversando” con Alejandro Gil? La interrogante obedece a puros y sencillos términos procesales que son: la policía puede mantener detenida a una persona 24 horas, al cabo, o la pone en libertad según sus facultades, o la envía a disposición de la instrucción penal; el instructor puede mantener detenida a una persona imputada de delitos por espacio de 72 horas, tiempo en que instruye de cargos y restituye la libertad de ese individuo según sus atribuciones o, con solicitud de asegurar al imputado con prisión provisional, envía el expediente al fiscal, quien, en el improrrogable término de 72 horas, asegurará al imputado con prisión provisional, reclusión domiciliaria, fianza en efectivo, u otras de las garantías de que dispone y según la mayor o menor complejidad de un caso, para mantener asegurado a una persona imputada de delito, pues, a quien se incrimina, sólo adquiere la condición de acusado a partir de que el tribunal decide la apertura a juicio oral.

Ahora pregunto y según precedentes: ¿Dónde está el acusado Gil Fernández, en Villa Marista; en un hospital, según mantuvieron preso a Otero Alcántara, con la complicidad de personal médico y paramédico; en paradero desconocido, como han tenido a José Daniel Ferrer, con la connivencia de fiscales y jueces? ¿O acaso Alejandro Gil está en reclusión domiciliaria, en algún sitio conveniente, lejos de la “campaña propagandística” del “enemigo”, según dijo Díaz-Canel en el batiburrillo, digo en la “nota oficial”.

Pese a la oscuridad procesal y quizás hasta debido a ella, Alejandro Gil no estaría en tan grave situación acusatoria, a juzgar por los cambios de escena de su hermana, ex conductora del programa De la gran escena, y, sobre todo, por los presuntos delitos cometidos por el ex ministro, como el supuesto tráfico de dólares a Estados Unidos empleando una “mula”.

Óiganme, si Alejandro Gil, pudiendo valerse de valijas diplomáticas y “portaequipajes” y no sólo cubanos sino también extranjeros, de operaciones encubiertas y vaya usted a saber de cuántos modos a su alcance para sacar del país lo inimaginable, así y todo ha empleado el arriesgadísimo procedimiento de emplear una “mula” para sacar dólares de Cuba, entonces no caben dudas de que, según dicen, Gil es “un gil”.

Díaz-Canel dice que el ex ministro “ha reconocido graves imputaciones”, pero esas acusaciones están en entredicho, y la duda nace cuando hasta hace muy pocos días, era el mismo Díaz-Canel quien reconocía el trabajo del ahora “gravemente imputado”. ¿Estamos en presencia de una orquestación judicial estalinista? ¿Es una cortina de humo para enmascarar una defensa o un ataque del régimen totalitario? Es posible.

La oscuridad procesal en este caso dice más de lo turbio que del debido proceso. Cuando el acusado es un ex vice primer ministro, ministro de Economía y Planificación, el aseguramiento del imputado, los delitos que se le imputan y las pruebas en contra suya, no sólo son de interés de la Fiscalía, en representación del Estado, sino que esos son intereses válidos de la nación toda; y más, no sólo esos son detalles que interesan a los cubanos, sino a cualquier ciudadano en el mundo, por analogía, porque quien se juzga, aunque supuestamente tuviera proceder de cuatrero, es un ex ministro. Y ya es tiempo de que quienes deben decir, digan lo que callan.

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QOSHE - Caso Gil Fernández: oscuridades procesales - Alberto Méndez Castelló
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Caso Gil Fernández: oscuridades procesales

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14.03.2024

PUERTO PADRE, Cuba.- Juré que me mantendría callado. “Deja que suelten sus bofes, que se maten entre ellos mismos”, decía mi padre en situaciones así. Y, ante la voz de mi conciencia, única voz de mando que obedezco desde que por decisión propia renuncié al ejercicio de mi profesión hace muchísimos años, prometí en este caso no opinar. Ya había dicho mi opinión en este sitio el lunes 5 de febrero, en el artículo Un trabajo para el ex ministro Gil Fernández.

O, mejor dicho, hice un pronóstico cuando sugiriéndole la escritura de sus memorias dije: “Si Gil Fernández tiene el valor y la honestidad para escribir ese libro, sea en Londres o en Madrid o preso en La Habana, será un best seller”.

Pues Alejandro Gil no quiso o no tuvo tiempo de ir a Londres o a Madrid y ahora está “preso en La Habana”. Pero tenemos que preguntar: ¿Preso dónde, desde qué día, qué delitos le imputan, y mediante qué medida cautelar lo tienen asegurado…?

No, contrariando la voz de mi conciencia no puedo callar por interés público. Son demasiados silencios.

Óiganme, entre cubanos y con tantos dimes y diretes, entre tantos padrinos, madrinas y dadores, sin gestación visible, oculto, tras una gruesa bata de maternidad, quirúrgica o un uniforme militar, el batiburrillo prematuro o pasado de tiempo, vio la “luz” por cesárea el pasado jueves. Pero está cumpliendo cinco días de nacido esa criatura, ¡y todavía no berrea! ¿Habrá nacido muerto…?

Digo del nacimiento de un batiburrillo y hago el símil de un parto con problemas porque es un lío,........

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