LAS TUNAS, Cuba. — El desciframiento de un espía ocurrido de forma primaria, adolescente, a partir de una llamada por WhatsApp, según autoridades estadounidenses, ha producido por estos días variopintas opiniones en medios internacionales y en la prensa independiente cubana. El caso, más que una medida activa de contraespionaje, recuerda la vulnerabilidad humana por nostalgia o egolatría, en este caso de Víctor Manuel Rocha, septuagenario exembajador y exasesor del Comando Sur de los Estados Unidos, acusado como presunto agente de la Inteligencia castrocomunista.

De entre el maremágnum narrativo y de opinión generado por este suceso, dos artículos, precisamente publicados en este sitio, llamaron mi atención en aras de, en lo posible —dada la escasa información verificada—, clarificar lo que calificaría en la entelequia de un entendido en trabajo operativo como absurdo, o, en un neófito, de meras suposiciones enjaretadas. Esos textos son: El caso Víctor Manuel Rocha visto desde La Habana, de René Gómez Manzano, y Víctor Manuel Rocha: otro agente “quemado” por el régimen, escrito por otro colaborador de CubaNet.

Gómez Manzano, mi apreciado y doblemente colega (en lo periodístico y en lo jurídico), dice que el “destape” razonable es de suponer que “haya podido deberse a un ‘pitazo’ proveniente de La Habana”. Bien. Es posible. De la misma forma que Aldrich Ames, otrora jefe del servicio de contraespionaje de asuntos soviéticos de la CIA, el 16 de abril de 1985, y a cambio de elevadas sumas de dinero, comenzó a vender la identidad de agentes del servicio secreto estadounidense que operaban en la Unión Soviética. Pero ese “destape”, de forma institucional, ni por dinero es útil, pues el órgano operativo que descifra agentes entrenados y de alto perfil, cargan con una mancha de difícil lavado a la hora de nuevos reclutamientos en entornos encumbrados donde todo o casi todo se sabe, u objetivamente se supone por analogía.

Pero, si como dice René, el “pitazo” partió de La Habana en un acto de traición —tal vez el de un oficial de la Dirección de Inteligencia que, por algunos miles de dólares, vendió la identidad del agente, por su justo precio—, hoy, para el Gobierno de los Estados Unidos, ya no se trataría del valor de un espía con enlace suspendido, sino la evaluación de daños provocados por ese agente durante todos sus años activos y el diagrama de vínculos, el cual, quizás, revele objetivos estratégicos vulnerados y agentes activos todavía más importantes que el colaborador descifrado.

Y siendo así, aunque sólo es una hipótesis, pero asentada dentro de lo objetivamente posible, La Habana debe estar mucho más atareada que Washington buscando un traidor que puede ya no estar en Cuba. Y hasta suspendiendo el enlace de importantes agentes en peligro de ser descubiertos.

Para detectar de dónde proviene una posible traición existe un protocolo de seguridad que facilita la tarea: los expedientes de los agentes, tanto el expediente personal como el de trabajo, comienzan con una hoja de accesibilidad donde debe estar registrada la fecha, la hora, el cargo, el motivo y el nombre de cada oficial operativo, jefe o analista, que tuvo acceso a la documentación personal de ese agente, desde su etapa de selección, estudio, comprobación y reclutamiento, hasta el día que se le suspendió el enlace, así como también los informes remitidos por el colaborador, o escritos en tercera persona, firmados con seudónimo y filmados en microchip para su envío, o cifrados, transmitidos por radio, o, las reseñas de los contactos personales que con él sostuvieron los oficiales asignados.

Se dice que el señor Víctor Manuel Rocha habría colaborado con los servicios secretos castrocomunista por unos 40 años, esto nos remite al año 1983, cuando todavía dirigía la Inteligencia el temprana e inesperadamente fallecido general de división Joaquín Méndez Cominches, jefe al que, posiblemente, debió presentarse la selección de este candidato. Entonces, el alto mando debió aprobar los planes de estudio, comprobación y reclutamiento, por lo que los conocedores de su identidad deben ser varios, pues, en cuatro décadas, varios deben haber sido los oficiales operativos que lo entrenaron y dirigieron, como también varios han sido los jefes y analistas que recibieron y procesaron sus informaciones.

Aún así, para un órgano operativo de cualquier país, si es seleccionado, reclutado y entrenado debidamente, un agente resulta una persona de gran estima profesional, ya sea de inteligencia, de contrainteligencia o de investigación criminal, aunque en no pocas ocasiones, y precisamente por las características personales que debe poseer esa persona, su trato puede resultar difícil y hasta repulsivo para el oficial operativo que lo dirige; pero esto no impide que, al suspendérsele el enlace y no siendo por actos de traición, porque entonces sí se le abandona a su suerte, al agente desactivado se le asigna un modo, un procedimiento, o varios modos y procedimientos para, si fuera necesario, establecer contacto urgente, por su seguridad y por conveniencias del órgano operativo.

Entonces, y dados esos procedimientos, es útil preguntar: ¿Por qué cuando fue contactado mediante una llamada de WhatsApp por un agente encubierto —que, según informaciones públicas, utilizó un léxico sospechoso que el mismo contactado corrigió cuando en lugar de decir “la Isla” dijo “La Habana”, entre otros desaguisados— en lugar de acceder a lo que se le pedía y para cruzar el pedido (esto es: comprobar su veracidad) el señor Rocha no activó su enlace de reserva? ¿Fue la nostalgia de tiempos “heroicos” o los egos derivados de sus éxitos al escalar posiciones estratégicas dentro del gobierno estadounidense, no precisamente por conveniencias de las administraciones Reagan, Bush o Clinton, sino cumpliendo planes operativos diseñados por Fidel Castro, lo que posibilitó la captura de un agente muy bien sembrado?

Para acercarnos a lo sucedido en este caso, que no por encubierto deja de ser de interés público, concluiremos este artículo alejado de suposiciones y con apego a precisiones técnico-operativas, encaminadas a dar un poco de luz al misterio.

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QOSHE - Caso Víctor Manuel Rocha: precisiones técnico-operativas (I) - Alberto Méndez Castelló
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Caso Víctor Manuel Rocha: precisiones técnico-operativas (I)

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16.12.2023

LAS TUNAS, Cuba. — El desciframiento de un espía ocurrido de forma primaria, adolescente, a partir de una llamada por WhatsApp, según autoridades estadounidenses, ha producido por estos días variopintas opiniones en medios internacionales y en la prensa independiente cubana. El caso, más que una medida activa de contraespionaje, recuerda la vulnerabilidad humana por nostalgia o egolatría, en este caso de Víctor Manuel Rocha, septuagenario exembajador y exasesor del Comando Sur de los Estados Unidos, acusado como presunto agente de la Inteligencia castrocomunista.

De entre el maremágnum narrativo y de opinión generado por este suceso, dos artículos, precisamente publicados en este sitio, llamaron mi atención en aras de, en lo posible —dada la escasa información verificada—, clarificar lo que calificaría en la entelequia de un entendido en trabajo operativo como absurdo, o, en un neófito, de meras suposiciones enjaretadas. Esos textos son: El caso Víctor Manuel Rocha visto desde La Habana, de René Gómez Manzano, y Víctor Manuel Rocha: otro agente “quemado” por el régimen, escrito por otro colaborador de CubaNet.

Gómez Manzano, mi apreciado y doblemente colega (en lo periodístico y en lo jurídico), dice que el “destape” razonable es de suponer que “haya podido deberse a un ‘pitazo’ proveniente de La Habana”. Bien. Es posible. De la misma forma que Aldrich Ames, otrora jefe del servicio de contraespionaje de asuntos soviéticos de la CIA, el 16 de abril de 1985, y a cambio de elevadas sumas de dinero, comenzó a vender la identidad de agentes del servicio secreto........

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