PUERTO PADRE, Cuba.- Escoltado por policías y agentes encubiertos a lo largo de la avenida Libertad, el convoy de automóviles y microbuses del “presidente” Miguel Díaz-Canel llegó a la sede del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Puerto Padre, justo a las 10:37 de la mañana de este martes.

Con las panaderías cerradas y un cartel de “No hay harina”, Puerto Padre amaneció sin pan. La estatal industria alimenticia carece de harina para producir el pan de la cartilla de racionamiento. Y ese desabastecimiento se mantendrá en los próximos días, según informaron fuentes oficiales.

Para que los trabajadores no queden “interruptos”, un eufemismo utilizado por el régimen para llamar a los desempleados y sin salarios, el Estado proporcionará los operarios, las panaderías y demás infraestructura a Mipymes, que sí poseen harina para que produzcan pan a 100 pesos la unidad.

Y en ese contexto de hambre, no por falta de comida, sino por la imposibilidad de las personas de adquirir alimentos a precios altos con bajos salarios, también ocurre una trama de corrupción, con dirigentes del gobierno municipal presos, acusados de delitos en el ejercicio de sus cargos y por motivos de lucro.

“¿Usted cree que un anciano jubilado puede comprar pan a 100 pesos?”, pregunté a quien se me presentó como teniente coronel de la Seguridad del Estado. Y es que Díaz-Canel llegó a Puerto Padre en un ambiente no sólo de hambre, sino también de represión política.

Díaz-Canel sostiene su discurso, el del PCC, de forma cómoda, alejando de su entorno a los que no piensan como él y su partido logrero. Hoy lo viví como la vez anterior, cuando Díaz-Canel estuvo en Puerto Padre y los policías, diciéndome, “no, no está detenido”, me acompañaron a buscar el pan. Hoy no hay pan. Los policías no tienen que acompañarme a la panadería. Así y todo no dejan de perseguirme.

Al frente de un país hambreado y reprimido, con la incapacidad administrativa, política y económica manifiesta del Estado en sus manos, haciendo que la policía política me prohíba permanecer de pie en una calle de mi pueblo, simplemente cruzado de brazos, llegó a Puerto Padre ese ser anodino a quien el mismo Raúl Castro llamó “un sobreviviente”.

Así arribó Díaz-Canel al que fuera el central mayor productor de azúcar de caña de Cuba y del mundo, el otrora Delicias, rebautizado Antonio Guiteras, que en esta zafra está produciendo menos azúcar que un trapiche movido por bueyes.

Y el “dictador del proletariado” visitó el puerto que por la recaudación de impuestos, fue la sexta aduana del país; entró por esa dársena a la que nunca faltaron barcos mercantes, pero que ahora empobrece a un municipio que en lo económico no produce bienes ni servicios ni víveres racionados, y en lo social, es un sitio por donde la gente huye a Estados Unidos, incluso, hasta los mismos oficiales de la Seguridad del Estado. Tal es la hipocresía.

Y ahí estaban los aplaudidores de Díaz-Canel, los que querían conocerlo personalmente, darle la mano, besarlo, abrazarlo. Y yo quería mirar las caras de júbilo de los hipócritas, de los que mientras esperan un parole para irse a Estados Unidos, como pago de sus aplausos reclaman víveres para la cartilla de racionamiento.

Óiganme, quería ver personalmente las caras de esas personas amantísimas de Díaz-Canel y de Joe Biden, digo, quise decir amantísimas de la cartilla de racionamiento en Cuba y de los cupones de comida gratis en Estados Unidos.

Pero no pude ver nada. Soez, con pinta de “seguroso”, diciéndome que estaba muy “jodido” pues se había pasado la madrugada “sin dormir y sin comer”, el “jodido” me dijo que fuera con él, que tenían que hablar conmigo.

El “jodido”, joven biológicamente pero viejo perseguidor, cínica, e irónicamente, me preguntó por la construcción de nuestra casa, que estuvo paralizada entre 2017 y 2019 por acoso policial y desde 2019 hasta hoy por falta de cemento; y preguntó por mi hijo Albertico, al que su mamá y yo no vemos desde hace más de cinco años, cuando por persecución política, debió salir de Cuba.

Y me preguntó qué hacía allí, “si usted habla tan mal del presidente”, y como dije que nada tenía que hablar con él, me ripostó que tampoco él quería hablar conmigo, pues estaba cansado de escucharme a mí y “a Tomás Cardoso por Radio Martí”.

Aquello era una falacia, meses llevo metido en el monte, sin hablar ni por radio o televisión Martí ni casi con nadie, y debí decir a aquel: “Usted está desfasado”. Y quizás observando el de mayor jerarquía los ánimos avivados, dijo: “Mire, lo que necesitamos es que usted salga de aquí. Vaya para su casa.”

Pero antes de regresar a casa, mientras Díaz-Canel discursaba en el PCC, sostuve en plena calle con aquel teniente coronel que dijo llamarse como yo, Alberto, una larga y civilizada conversación, de la que dije, publicaría, pidiéndole a él que informara a sus superiores lo por mí dicho, lo que por razones de tiempo y espacio resumiré en tres puntos:

Son esas verdades de Perogrullo, dichas, digamos, directamente a quienes deben decirse, y mirándonos a los ojos. Pero como dice el refrán, “una golondrina no hace verano”. Y en su convoy de automóviles y microbuses, escoltado por policías y agentes encubiertos, entre los aplausos hipócritas, el hambre y la represión, Díaz-Canel proseguirá por los municipios de Cuba, del mismo modo que vino a Puerto Padre y se fue, vacío.

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QOSHE - Díaz-Canel en Puerto Padre: entre el hambre y la represión - Alberto Méndez Castelló
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Díaz-Canel en Puerto Padre: entre el hambre y la represión

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02.03.2024

PUERTO PADRE, Cuba.- Escoltado por policías y agentes encubiertos a lo largo de la avenida Libertad, el convoy de automóviles y microbuses del “presidente” Miguel Díaz-Canel llegó a la sede del Partido Comunista de Cuba (PCC) en Puerto Padre, justo a las 10:37 de la mañana de este martes.

Con las panaderías cerradas y un cartel de “No hay harina”, Puerto Padre amaneció sin pan. La estatal industria alimenticia carece de harina para producir el pan de la cartilla de racionamiento. Y ese desabastecimiento se mantendrá en los próximos días, según informaron fuentes oficiales.

Para que los trabajadores no queden “interruptos”, un eufemismo utilizado por el régimen para llamar a los desempleados y sin salarios, el Estado proporcionará los operarios, las panaderías y demás infraestructura a Mipymes, que sí poseen harina para que produzcan pan a 100 pesos la unidad.

Y en ese contexto de hambre, no por falta de comida, sino por la imposibilidad de las personas de adquirir alimentos a precios altos con bajos salarios, también ocurre una trama de corrupción, con dirigentes del gobierno municipal presos, acusados de delitos en el ejercicio de sus cargos y por motivos de lucro.

“¿Usted cree que un anciano jubilado puede comprar pan a 100 pesos?”, pregunté a quien se me presentó como teniente coronel de la Seguridad del Estado. Y es........

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