LAS TUNAS, Cuba. — “El comunismo suprime al individuo, a las familias, a las corporaciones e ipso facto suprime al Estado, que no se concibe sino como término correlativo del individuo, la familia y la sociedad civil con las cuales supone determinadas relaciones. El socialismo descansa en el mismo erróneo principio: la organización artificial de la sociedad; pero se detiene ante sus consecuencias, con mayor o menor moderación, según las escuelas”, dice Principios de moral e instrucción cívica, de Rafael Montoro. La obra en cuestión —ya reseñada en este sitio— fue adaptada para la enseñanza por el doctor Carlos de la Torre y Huerta e integró la Biblioteca del Maestro Cubano desde la fundación de la República de Cuba en 1902.

Como piedra angular de lo que un día fue el cubano, lo cubano, Principios de moral e instrucción cívica sirvió de guía moral y cívica tanto para los educadores como el estudiantado, haciendo distinguibles los credos de los partidos políticos durante casi medio siglo, hasta que el comunismo soviético, que no había tenido éxito para inocular sus doctrinas en importantes capas de la sociedad cubana, a través de sus servicios secretos y valiéndose primero de Fulgencio Batista y luego de Fidel Castro, con lo que en jerga de trabajo operativo llamamos “acercamiento”, Moscú comenzó a llevar a Cuba al comunismo internacional desde los años cuarenta del pasado siglo, consolidando esa estrategia contra Washington en 1959, cuando el totalitarismo castrista tomó el poder frente a un Gobierno que, siendo una dictadura proveniente de un golpe de Estado, no dejó de ser una socialdemocracia con multiplicidad de partidos, organizaciones cívicas y economía de mercado.

“¿Es Cuba o lo fue antes de 1959 un país con población atraída por el socialismo o el comunismo?”, preguntábamos en la primera parte de este artículo. Respondiendo esa interrogante, es útil reseñar hechos históricos: al fundarse la República de Cuba en 1902, la población cubana era de 1 millón 572 mil habitantes según el censo de 1899. Y fue precisamente en 1899 cuando Diego Vicente Tejera fundó el Partido Socialista Cubano, que fue la primera organización de esa tendencia que existió en Cuba, pero que, confrontada por la prensa, diversos intelectuales y no pocos estratos cívicos, esa tentativa socialista solamente existió en el panorama político cubano algo así como cuatro meses, misma suerte corrida en 1900 por otro intento socialista infructuoso al que se llamó Partido Popular.

Fundada ya la República de Cuba el 20 de mayo de 1902, un marxista, Carlos Baliño, fundó el Club de Propaganda Socialista, cuyo objetivo fue divulgar en Cuba las doctrinas de Carlos Marx. En 1904 fue instituido el llamado Partido Obrero, que para 1905 reforma sus bases, fusionándose con el Club de Propaganda Socialista dando lugar al Partido Obrero Socialista. Un año después, en 1906, socialistas llegados de España que habían fundado el Partido Socialista Internacional se unieron con el Partido Obrero Socialista, formándose así el Partido Socialista de Cuba, que contó con dos órganos de prensa, locales públicos y ramificaciones en diversos lugares de la Isla, como Matanzas, Manzanillo, Bayamo, Holguín, Guantánamo y Santiago de Cuba, pero ninguno de esos partidos o club, de raíces más socialdemócratas que comunistas, todavía dependía de lo que más tarde se llamaría la III Internacional Comunista o Komintern y sus “veintiuna condiciones” de adhesión.

Cuando entre los días 16 y 17 de agosto de 1925 fue fundado el primer Partido Comunista de Cuba (entiéndase: marxista-leninista y raíz del actual PCC), no puede decirse que fuera una organización política genuinamente cubana ni de raigambre nacional, pues, entre sus integrantes, que acaso fueran unas 200 personas en todo el país, había comunistas polacos, españoles, mexicanos y de otras naciones radicados en Cuba, quienes, cumpliendo con las “veintiuna condiciones” de Moscú, ya mantenían relaciones públicas y secretas con los partidos comunistas de Estados Unidos, México y España.

Y cabe destacar que esas relaciones internacionales con los marxistas-leninistas fueron iniciadas por la Agrupación Comunista de La Habana, fundada el 18 de marzo de 1923, que, con unos 27 integrantes, era la de más militantes entre las nueve agrupaciones o grupos comunistas entonces existentes. Así no resulta raro entonces que fuera un comunista español, José Miguel Pérez, natural de Islas Canarias, quien fuera elegido como secretario general del Partido Comunista de Cuba y bajo las 21 reglas establecidas por el Komintern.

Al respecto, hay que destacar que el Gobierno cubano, entonces presidido de forma constitucional por Gerardo Machado, negó la inscripción de los comunistas en el registro de asociaciones y expulsó del territorio nacional al ciudadano español José Miguel Pérez, considerándose extranjero indeseable.

Cabe entonces preguntar: ¿Eran los comunistas, tanto cubanos como extranjeros residentes en el país, representativos de la sociedad cubana? ¿Cómo y por qué los comunistas primero se aliaron con Fulgencio Batista y luego con Fidel Castro? ¿Por qué antes de la II Guerra Mundial y de la llamada Guerra Fría ya Stalin procuró ejercer su influencia en América? ¿Por qué el Komintern, valga decir Stalin y los servicios secretos del comunismo internacional, ejecutaron dos acciones al parecer incongruentes, una criminal y la otra supuestamente legal, al punto de, por un lado, hacer asesinar a Trotsky en México en agosto de 1940, y, por otro camino, pero por esos mismos días, llevar a cubanos profesionales del comunismo a ocupar asientos como delegados de la asamblea constituyente, legisladora de la Constitución de 1940, comunistas que luego ocuparían cargos de ministros en la presidencia de Batista?¿Por qué?

Los regímenes totalitarios de doctrina marxista-leninista y estalinista, en la búsqueda del poder político, en su consolidación o para su mantenimiento con objetivos milenaristas, han adoptado tácticas para combinar las acciones políticas legales con las ilegales. Asimismo, han establecido organizaciones clandestinas de trabajo secreto, concomitantes con instituciones u ocupaciones profesionales legítimas como fachadas de acciones encubiertas de las que han resultado delitos de espionaje contra la seguridad interior y exterior de Estados extranjeros y de promoción de acción armada, procurando, además, las revelaciones de secretos, rebeliones y sediciones de ciudadanos extranjeros contra sus gobiernos, y en ocasiones, crímenes de lesa humanidad, conllevando a “situaciones revolucionarias”, según el argot militante, quedadas ya como costumbres pasadas, pero reverdecidas no pocas por cultivo constante, como los hechos de espionaje, o esa de llamar Partido Comunista de Cuba al PCC fundado en 1965, nombre que no obedece ni a la creatividad ni a la idea de un militante cubano, sino a una de las 21 reglas del Komintern, ordenando que, todo partido que quiera pertenecer a la Internacional Comunista, debe llamarse Partido Comunista de tal o cual país, y no por una cuestión formal, sino “exquisitamente” política y de gran importancia, porque la Internacional Comunista ha declarado la guerra a todo el mundo burgués y a todos los partidos de la socialdemocracia, y porque la bandera de la clase obrera, debe hacerse comprensible para cualquier simple trabajador, decía el Kremlin.

Y, respondiendo a las interrogantes que hemos hecho, que atañen casi por igual a Fulgencio Batista y a Fidel Castro, emparentados con el comunismo internacional y que no obstante ya haber transcurridos 23 años del siglo XXI todavía es un “fantasma que recorre el mundo”, en el próximo artículo estaremos apuntado entre otros asuntos sobre viejas peticiones obreras realizadas por “simples trabajadores” armados con estacas.

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El comunismo en Cuba: apuntes de un crimen (II)

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09.01.2024

LAS TUNAS, Cuba. — “El comunismo suprime al individuo, a las familias, a las corporaciones e ipso facto suprime al Estado, que no se concibe sino como término correlativo del individuo, la familia y la sociedad civil con las cuales supone determinadas relaciones. El socialismo descansa en el mismo erróneo principio: la organización artificial de la sociedad; pero se detiene ante sus consecuencias, con mayor o menor moderación, según las escuelas”, dice Principios de moral e instrucción cívica, de Rafael Montoro. La obra en cuestión —ya reseñada en este sitio— fue adaptada para la enseñanza por el doctor Carlos de la Torre y Huerta e integró la Biblioteca del Maestro Cubano desde la fundación de la República de Cuba en 1902.

Como piedra angular de lo que un día fue el cubano, lo cubano, Principios de moral e instrucción cívica sirvió de guía moral y cívica tanto para los educadores como el estudiantado, haciendo distinguibles los credos de los partidos políticos durante casi medio siglo, hasta que el comunismo soviético, que no había tenido éxito para inocular sus doctrinas en importantes capas de la sociedad cubana, a través de sus servicios secretos y valiéndose primero de Fulgencio Batista y luego de Fidel Castro, con lo que en jerga de trabajo operativo llamamos “acercamiento”, Moscú comenzó a llevar a Cuba al comunismo internacional desde los años cuarenta del pasado siglo, consolidando esa estrategia contra Washington en 1959, cuando el totalitarismo castrista tomó el poder frente a un Gobierno que, siendo una dictadura proveniente de un golpe de Estado, no dejó de ser una socialdemocracia con multiplicidad de partidos, organizaciones cívicas y economía de mercado.

“¿Es Cuba o lo fue antes de 1959 un país con población atraída por el socialismo o el comunismo?”, preguntábamos en la primera parte de este artículo. Respondiendo esa interrogante, es útil reseñar hechos históricos: al fundarse la República de Cuba en 1902, la población cubana era de 1........

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