MIAMI, Estados Unidos. – Ha fallecido mi prima hermana Dalia Fuentes. Todavía no estoy consciente de su ausencia, pero sí de la generosidad que dispensó a mi familia cuando más la necesitábamos.

El hogar de sus padres se estableció en Sagua la Grande, donde mi tío Luis González fungía, exitosamente, como enfermero mucho antes de 1959.

Al principio de los años 60 se construyeron una casa en el Reparto Apolo para estar cerca del resto de los parientes en La Habana, pero la felicidad del nuevo hogar duró poco.

González fue de los “adelantados” y le solicitó ayuda a familiares que se habían establecido en Estados Unidos temprano, para huir de la debacle castrista.

Cuando el agónico y dilatado proceso de la “salida del país” comenzó, la casa nueva fue “sellada” por la Reforma Urbana y los González debieron buscar refugio eventual con familiares cercanos, hasta tanto partieran para Miami, luego de sufrir las humillaciones al uso.

Afortunadamente, tuvimos a Dalia como huésped en nuestro apartamento de La Habana del Este. Fue lo mejor que me pudo pasar. Yo tenía un vínculo muy especial con la prima, de mayor edad, y a ella le gustaba el cine tanto como a mí.

Por entonces Dalia tenía un novio, con planes de matrimonio, lo cual hizo más dolorosa su partida de Cuba.

Los que se iban en aquellos tiempos aciagos, lo hacían para siempre y la posibilidad de volverlos a ver era ciertamente remota.

La distancia y la incomunicación de entonces arriesgaban la contingencia del olvido. Las cartas demoraban cerca de tres meses en llegar y las llamadas telefónicas eran poco menos que imposibles.

Pasaron los años, el novio de Dalia escapó del Servicio Militar Obligatorio, arriesgó su vida en una balsa, y la pareja se reencontró en Miami.

Triunfaron en los negocios, viajaron por el mundo y tuvieron hijos y nietos, de un decoro paradigmático.

Dalia ostentó el don del conocimiento seguro y claro en sus acciones personales, familiares y espirituales.

Pudo habernos postergado, pero no lo tenía entre sus planes. Siempre pensó que nosotros nunca debimos haber regresado como “repatriados” a Cuba en 1962, pocos años antes de que ellos tomaran el camino del exilio.

Quiero especular que siempre tuvo una suerte de plan secreto para devolvernos a la libertad, cumplido a cabalidad con paciencia y entereza, luego de años impredecibles.

Desde mi primer viaje oficial fuera de Cuba a una exposición de libros en México, establecí con ella una conexión francamente conspirativa.

Aceptó todas mis llamadas y siempre me aconsejó, serena, sobre la ventaja de quedarme y escapar del tormento dictatorial que ella desentrañó como una maldición sin remedio, llamada a horadar los valores civiles y morales de la Isla.

En cada uno de los pocos viajes que logré agenciarme a la India, la Unión Soviética o Brasil, su voz desenfadada y rotunda ―desde la autonomía―, fue bálsamo para mis angustias e indecisiones.

Cada vez que tenía una oportunidad, cubría nuestras carencias y miserias. Nadie quedaba fuera de su gestión altruista.

Luego mis hermanos se pusieron en fila para ir escapando de la ordalía fidelista y siempre contaron con su apoyo estratégico y financiero.

El primero, junto a su pareja, fue recibido en Miami, con todas las necesidades cubiertas.

El segundo desertó en Nicaragua en un vuelo de Aero Caribbean, donde laboraba, y después siguió camino a la frontera sur de Estados Unidos.

El tercero se quedó en Canadá, de tránsito a la Unión Soviética, y llegó a Miami en tren.

Mi esposa y yo cruzamos la frontera mexicana. Un titular de El Nuevo Herald, escrito por Ana Santiago, nos describió como “familia de desertores”.

Dalia estuvo muy al tanto de la llegada de mis padres y luego de mi hermana, a principios de los años 90, que marcaron el éxito del plan de retorno de todos los Ríos, improbable sin su apoyo magnánimo.

Mi prima era dueña de una inteligencia natural y nos ofrecía consejos y recomendaciones para que nuestras vidas fueran funcionales y felices en un país que veneraba.

Gracias a su amor inclaudicable, celebramos la libertad de cada día, junto a nuevos miembros de la familia, hijos y nietos, quienes pudieron haber crecido en la zozobra castrista.

Su partida deja una estela de conquistas y afectos. Ella confió en nosotros y creo que hemos reciprocado, con creces, su legado glorioso.

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QOSHE - Dalia y la nobleza - Alejandro Ríos
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Dalia y la nobleza

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08.12.2023

MIAMI, Estados Unidos. – Ha fallecido mi prima hermana Dalia Fuentes. Todavía no estoy consciente de su ausencia, pero sí de la generosidad que dispensó a mi familia cuando más la necesitábamos.

El hogar de sus padres se estableció en Sagua la Grande, donde mi tío Luis González fungía, exitosamente, como enfermero mucho antes de 1959.

Al principio de los años 60 se construyeron una casa en el Reparto Apolo para estar cerca del resto de los parientes en La Habana, pero la felicidad del nuevo hogar duró poco.

González fue de los “adelantados” y le solicitó ayuda a familiares que se habían establecido en Estados Unidos temprano, para huir de la debacle castrista.

Cuando el agónico y dilatado proceso de la “salida del país” comenzó, la casa nueva fue “sellada” por la Reforma Urbana y los González debieron buscar refugio eventual con familiares cercanos, hasta tanto partieran para Miami, luego de sufrir las humillaciones al uso.

Afortunadamente, tuvimos a Dalia como huésped en nuestro apartamento de La Habana del Este. Fue lo mejor que me pudo pasar. Yo tenía un vínculo muy especial con la prima, de mayor edad, y a ella le........

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