MIAMI, Estados Unidos. – El pasado domingo, durante su ceremonia número 81, se entregaron los controversiales Premios Globos de Oro y algunos de mis compatriotas conectados en los medios sociales, a pesar de las dificultades que conlleva, preguntaban cómo podían disfrutar online, desde Cuba, la ceremonia en el legendario Beverly Hilton de Los Ángeles.

A la misma hora, sin embargo, 150 países estaban conectados para no perderse a las celebridades en este evento desenfadado y sin cordura, que es el único con “bar abierto”, como apuntó, con cierto humor el actor Mark Hamill, al entregar uno de los premios.

Al menos una persona que conozco estaba viendo el espectáculo en vivo desde La Habana, porque así lo mostró en Facebook.

Me imagino que otros lo hayan logrado con antenas de televisión ocultas de los modos más estrafalarios ―recuerdo la que escondían en un tanque de agua en desuso―, para evitar la innoble vigilancia de la policía política.

Casi seguro que los diestros gestores del llamado “paquete” consigan la grabación del programa de tres horas, lo subtitulen al español y, de tal modo, otro grupo creciente de cubanos comunes escapen de la manera casi infanticida que el régimen los regaña y censura para evitar “accidentes” ideológicos.

El cubano tiene un ansia insatisfecha de información. Es la necesidad que cualquier ciudadano del mundo tramita con el accionar de un sitio virtual.

Afortunadamente, los infames “perros de la guerra” de la dictadura terminarán obnubilados por las nuevas tecnologías de comunicación y, sobre todo, por la habilidad de los cubanos para mantenerse al día en estas lides de la modernidad.

Hubo un tiempo en que cobraban para ver ceremonias artísticas americanas similares en los lobbies de hoteles habaneros, entre los primeros lugares enlazados a la internet en la Isla.

La otrora Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba ―hoy Embajada―, también solía celebrar saraos en la residencia de alguno de los diplomáticos principales, donde, paradójicamente, coincidían comisarios ideológicos del régimen con opositores, sobre todo para disfrutar la ceremonia de los Premios Óscar.

Se especula que los invitados a estas ocasiones especiales que incluían bebidas y otros refrigerios eran rigurosamente fotografiados para probables futuros chantajes si no se comportaban según las pautas de la dictadura.

Yo pude haber visto los Globos de Oro, los Óscar e incluso los Grammy ―que serán entregados próximamente―, en la incertidumbre e incomunicación de los años 70 y 80, cuando las “estrellas” atmosféricas se alineaban y nos avisábamos entusiasmados en La Habana del Este, cerca de la costa, que los “canales” de la Florida estaban rasgando el espectro dictatorial. La felicidad, como solía decir mi padre, sin embargo, “duraba poco en casa del pobre”.

Años después, amigos conectados con el cuerpo diplomático europeo, como el maestro Umberto Peña, recibían casetes de video VHS con algunas de estos espectáculos y nos reuníamos en su mágico apartamento de la calle Línea, distantes por unas horas del país de vigilancia e intransigencia que nos acoquinaba con crueldad.

A finales de los años 80 y principios de los 90 tuve la suerte, en dos o tres ocasiones, de ver en directo la entrega de los premios Óscar en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

Era realmente un privilegio compartir aquella insospechada presentación, mediante una buena pantalla y audio conveniente, con alumnos extranjeros habituados a disfrutar la televisión internacional sin cortapisas e incluso criticar en alta voz lo que no les parecía congruente con su manera de pensar.

Es triste y vergonzoso que al cabo de 65 años la dictadura discipline a su guardería domesticada y los cubanos como zombies sigan deambulando, por un páramo de iniquidades y miseria, sin poder decidir ni mínimos gustos personales.

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QOSHE - La imposibilidad del libre albedrío en Cuba - Alejandro Ríos
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La imposibilidad del libre albedrío en Cuba

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16.01.2024

MIAMI, Estados Unidos. – El pasado domingo, durante su ceremonia número 81, se entregaron los controversiales Premios Globos de Oro y algunos de mis compatriotas conectados en los medios sociales, a pesar de las dificultades que conlleva, preguntaban cómo podían disfrutar online, desde Cuba, la ceremonia en el legendario Beverly Hilton de Los Ángeles.

A la misma hora, sin embargo, 150 países estaban conectados para no perderse a las celebridades en este evento desenfadado y sin cordura, que es el único con “bar abierto”, como apuntó, con cierto humor el actor Mark Hamill, al entregar uno de los premios.

Al menos una persona que conozco estaba viendo el espectáculo en vivo desde La Habana, porque así lo mostró en Facebook.

Me imagino que otros lo hayan logrado con antenas de televisión ocultas de los modos más estrafalarios ―recuerdo la que escondían en un tanque de agua en desuso―, para evitar la innoble vigilancia de la policía política.

Casi seguro que los diestros gestores del llamado “paquete” consigan la grabación........

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