MIAMI, Estados Unidos. – Desde que se estrenó en Cannes, el año pasado, donde mereció el Gran Prix, así como el que otorga FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), la película The Zone of Interest (en español La zona de interés), basada libremente en la novela homónima de Martin Amis y dirigida por Jonathan Glazer, no ha dejado de provocar el asombro de espectadores y comentaristas. Es una nueva y reveladora versión del holocausto.

La película se concentra obstinadamente en la indiferencia de los victimarios con respecto a las víctimas, durante el apogeo del nazismo, lo que la filósofa Hannah Arendt calificara como “banalidad del mal”.

Justo al lado del campo concentración de Auschwitz, el comandante Rudolf Höss, quien lo dirige con puño de hierro, se hace construir una residencia de ensueño, donde vive con su hacendosa esposa Gerwig, tres hijos y un perro.

La casa está rodeada de un jardín edénico con flores y vegetales para consumir, como dicta la buena salud. Junto al lago, la familia celebra animados picnics y se baña en sus aguas frías y cristalinas. Al comandante le gusta cabalgar sobre un hermoso corcel que venera.

En la casa también se hacen celebraciones con amistades cercanas que se desviven en elogios por la vida espléndida de los Höss.

A veces se produce la visita de un ingeniero que le muestra al oficial nazi los planos de crematorios más productivos y eficientes. Se aguarda el envío de miles de judíos procedentes de Budapest y es necesario prescindir diariamente de una cifra superior a la prevista.

Del otro lado del muro de la casa se escuchan sonidos que pueden ser desconcertantes para la familia: gritos, tiros, ladridos de perros y llantos de niños, pero luego se disipan y la vida doméstica ideal sigue su curso.

Las fábricas de aniquilar, sin embargo, continúan produciendo, no cesan de esparcir humo y algunos desechos humanos en el río, que provocan la ira del comandante cuando tomaba un baño con sus hijos.
Enfático, le hace saber a comisarios del campo de concentración que deben evitar otra contaminación ambiental semejante, lo cual atenta contra la salud y sus placeres cotidianos.

Gerwig, la esposa de Höss, mantiene impoluta y ordenada la casa, con la ayuda de obedientes muchachas locales conocedoras de la ventaja de servir como criadas de alto rango.

Gerwig las deja elegir ropa interior femenina traída por su esposo de Auschwitz, pero se queda con un abrigo de pieles que se prueba frente al espejo de su habitación. Dentro de la bella prenda invernal encuentra el creyón de labios de la dueña ―quien puede haber muerto, hace unas horas, en la cámara de gas― y se lo prueba oronda.

Los regímenes totalitarios presumen de ser piadosos con sus pueblos y reaccionan con violencia frente a enemigos que insisten en interrumpir el curso de quiméricos e improcedentes proyectos.

El nazismo y el estalinismo trazaron las coordenadas para silenciar con saña el pensamiento contrario, y cualquier tipo de interferencia a sus designios. Idearon sistemas de exterminio de gran eficacia.

El epígono castrista, ha sostenido sus mañas por 65 años. En medio de la debacle, los jerarcas cubanos quieren convencer a sus sufrientes congéneres de que viven en el mejor de los mundos posibles.

Los comandantes bajaron de la Sierra y se apropiaron para siempre de las mejores propiedades ajenas: residencias, joyas, automóviles y hasta abrigos de visón.

Fusilaron a sus enemigos a mansalva, crearon un campo de concentración para religiosos y homosexuales, despojaron a los exiliados de sus más íntimas pertenencias al partir, no sin antes estampar el sello de “salida definitiva” en los pasaportes.

Mariela Castro es practicante acérrima de la banalidad del mal. Entre sus numerosos desplantes, figuran el que se refiere a las coterráneas que tienen sexo con el plomero para garantizar arreglos domésticos y el elogio de las oficiosas prostitutas holandesas.

La Castro emite su malevolencia desde la residencia que disfruta en “la zona de interés” creada por sus parientes, que los mantiene distantes de la realidad y protegidos.

Los cubanos verán atónitos The Zone of Interest, como el resto de otros espectadores en el mundo. Los más suspicaces, sin embargo, encontrarán diferencias y semejanzas con su propia ordalía. El exterminio, en el caso castrista, es a fuego lento.

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La zona de interés: exterminio a fuego lento

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05.02.2024

MIAMI, Estados Unidos. – Desde que se estrenó en Cannes, el año pasado, donde mereció el Gran Prix, así como el que otorga FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), la película The Zone of Interest (en español La zona de interés), basada libremente en la novela homónima de Martin Amis y dirigida por Jonathan Glazer, no ha dejado de provocar el asombro de espectadores y comentaristas. Es una nueva y reveladora versión del holocausto.

La película se concentra obstinadamente en la indiferencia de los victimarios con respecto a las víctimas, durante el apogeo del nazismo, lo que la filósofa Hannah Arendt calificara como “banalidad del mal”.

Justo al lado del campo concentración de Auschwitz, el comandante Rudolf Höss, quien lo dirige con puño de hierro, se hace construir una residencia de ensueño, donde vive con su hacendosa esposa Gerwig, tres hijos y un perro.

La casa está rodeada de un jardín edénico con flores y vegetales para consumir, como dicta la buena salud. Junto al lago, la familia celebra animados picnics y se baña en sus aguas frías y cristalinas. Al comandante le gusta cabalgar sobre un hermoso corcel que........

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