MIAMI, Estados Unidos. – El pasado domingo 17 de marzo, los cubanos salieron a las calles en varias localidades de la Isla. Las principales reivindicaciones fueron corriente eléctrica, comida y libertad. Las protestas se fueron apagando con la represión y llegó algo de comida a las lugares donde hubo manifestaciones, pero el malestar permanece en todo el territorio de la nación porque la distribución de los mínimos recursos existentes se torna cada vez más dramática, a medida que el tiempo transcurre sin atisbo de esperanza.

En medio de este viaje hacia el colapso absoluto del país, los dirigentes cubanos inundan las redes sociales con acusaciones al Gobierno de EE.UU. y fotos enmarcadas en la estética de un realismo socialista que retratan una bonanza y una paz social que nunca existieron, aunque el actual infierno puede hacer pensar a muchos que tiempos pasados fueron mejores.

Escapar de la realidad es el denominador común de la sociedad cubana; la Revolución “de los humildes y para los humildes” ha culminado en un capitalismo de Estado que solo consigue enriquecer a una casta, mientras el pueblo padece una creciente miseria material y moral. El socialismo cubano se encuentra en estado de coma por un fallo multiorgánico; sobrevive gracias a la represión y al apoyo de sus aliados.

El desenlace de esta situación es impredecible; la represión política funciona con la eficacia y celeridad acostumbradas, pero los conatos de rebelión aumentan. Por otra parte, los aliados del régimen tienen sus propios problemas, y mantener a la dictadura cubana es una carga que resulta demasiado gravosa. El escenario europeo hace temer una guerra que involucre a la OTAN en defensa de la integridad territorial de Ucrania, y la agresividad de China en el océano Pacífico augura un conflicto armado con EE.UU. y sus aliados en Asia y Oceanía. Ninguna de esas cuestiones es buena noticia para los comunistas cubanos, que han prestado la soberanía nacional para bases de espionaje chinas y rusas.

Tampoco es buena noticia que el presidente de EE.UU., Joe Biden, se encuentre en modo electoral y que una de las críticas más frecuentes a la actual administración sea su pésima gestión del tema migratorio. No es ningún secreto que el Gobierno cubano es uno de los auspiciadores de esas caravanas de inmigrantes que tienen en jaque a las autoridades fronterizas en el estado de Texas.

Los comunistas cubanos han utilizado el tema migratorio como arma arrojadiza desde 1980 y se han burlado sistemáticamente del afán negociador de los presidentes demócratas; la empatía de Clinton, Obama y Biden por la dictadura cubana está, desde hace tiempo, en sus números más bajos. El establishment demócrata lleva cuenta de los esfuerzos perdidos y suele ser letal con sus enemigos; un mal paso del régimen puede configurar la hora de la venganza. Damos por descontado que la victoria de los republicanos no ha de significar alivio alguno; si gana Donald Trump, como prevén las encuestas, las cosas serán seguramente peores para la casta verdeolivo.

Mientras los comunistas cubanos usan como advertencia la causa del exministro Alejandro Gil y se empeñan en revitalizar viejas consignas, el mundo se mueve en una dirección en la que se definen las alianzas y suenan los tambores de guerra. Es un mal momento para desafiar a EE.UU., más aún si se trata de un vecino que permanece en la lista de países patrocinadores del terrorismo.

La detención del exembajador Víctor Manuel Rocha bajo los cargos de espionaje ha resucitado el fantasma de Ana Belén Montes, y la comunidad de inteligencia comienza a expresar su preocupación por la influencia de Cuba en las altas esferas del Estado. La percepción de que la mayor de las Antillas no es un peligro para EE.UU. está cediendo terreno a la percepción contraria.

La Dirección de Inteligencia con sede en La Habana sabe que, en el ámbito de la política, las percepciones son fundamentales para la definición de las estrategias; no sé qué piensan los comunistas cubanos más allá de permanecer en el poder, pero están perdiendo una excelente oportunidad para mantenerse al margen de unos conflictos internacionales que los pueden convertir en émulos de Sadam o Kadafi y comenzar la reforma democrática que les exige el pueblo cubano.

Autor: Eduardo Mesa

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Cuando las percepciones cambian

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30.03.2024

MIAMI, Estados Unidos. – El pasado domingo 17 de marzo, los cubanos salieron a las calles en varias localidades de la Isla. Las principales reivindicaciones fueron corriente eléctrica, comida y libertad. Las protestas se fueron apagando con la represión y llegó algo de comida a las lugares donde hubo manifestaciones, pero el malestar permanece en todo el territorio de la nación porque la distribución de los mínimos recursos existentes se torna cada vez más dramática, a medida que el tiempo transcurre sin atisbo de esperanza.

En medio de este viaje hacia el colapso absoluto del país, los dirigentes cubanos inundan las redes sociales con acusaciones al Gobierno de EE.UU. y fotos enmarcadas en la estética de un realismo socialista que retratan una bonanza y una paz social que nunca existieron, aunque el actual infierno puede hacer pensar a muchos que tiempos pasados fueron mejores.

Escapar de la realidad es el denominador común de la sociedad cubana; la Revolución “de los humildes y para los humildes” ha culminado en un capitalismo de Estado que solo consigue enriquecer a una casta, mientras el pueblo padece una creciente miseria material y moral. El........

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